sábado, 19 de diciembre de 2020

 

LA ORTOGRAFÍA Y LA REDACCIÓN EN EL DESARROLLO INTEGRAL DEL ALUMNO

Para leerte (y escribirte) mejor. Grabado en madera de Gustavo Doré en los cuentos de Perrault (1862). Alusión al libro de Felipe Garrido.


Los problemas de escritura son consecuencia desde luego de un problema técnico, pero también representan en su estudio y revisión factores cognoscitivos. La escritura como indicativo del desarrollo intelectual debe ir más allá de la técnica y debe estar vinculada con un contexto cultural en extremo incidente y cambiante. Cómo escribe y cómo habla el estudiante es en primera instancia un reflejo de sus maestros —académicos y no académicos—. Y luego, es decisión de él. En la identificación de los errores de escritura y de expresión verbal de mi entorno escolar (mis alumnos, colegas profesionistas y profesores), he identificado un molde repetitivo que se manifiesta tanto en aspectos técnicos elementales como la ortografía y el uso de signos de puntuación, como en una actitud frente al lenguaje y su uso. La gente tiene por sabido de estos errores, los identifica generalmente en su entorno y en sí mismo, pero no se atreve a confrontarlos. El alumno considera primero que si sus estudios especializados, sean estos por materias a cualquier nivel, estudios de licenciatura o de posgrado, tienen que estar encausados hacia el contenido del conocimiento que revisa y no tienen por qué inmiscuirse con la escritura; y si lo hacen, debe ser a un nivel superficial. El profesor tiene dos alternativas ante esta situación: conceder una “dispensa” para calificar contenidos, o detenerse a señalar los errores de escritura como una parte integral de las entregas de sus alumnos. Como no hay un marco que defina una y otra, es decir, que al final el profesor determina qué es lo más pertinente en cada caso, y como muchos profesores son copartícipes de estas dolencias, termina por pasar de largo. Un caso excepcional —por su relevancia y su incidencia académica—, es la tesis. Amén de que las materias y los enfoques de las carreras lo exijan, la relación entre la tesis y el nivel de escritura del alumno representa un fenómeno característico de la distancia entre el lenguaje y el pensamiento. Con la labor de investigación viene en consecuencia un reconocimiento del nivel de pensamiento y capacidad de expresión escrita. La tesis permite que el alumno se dé cuenta de cuáles son sus incapacidades y permite, hasta cierto punto y de acuerdo con el seguimiento que se le dé, corregirlos. Además de las opciones de titulación para licenciatura, que han propiciado una falta de este confrontamiento, está la valoración personal; los alumnos quieren tener que ver con la tesis lo menos posible porque saben de antemano del viacrucis que deben transitar consigo mismos.

     No creo que la culpa sea un factor negativo para solventar las carencias lingüísticas, “hacer sentir mal” al estudiante por sus errores debe estar acompañado de un incentivo, de otra manera se alejará todavía más. Más bien pienso que la reverencia hacia el lenguaje y lo que representa, así como la valoración de lo que es la escuela y el desarrollo personal deben estar encausados hacia una solvencia práctica. Y lo más práctico que existe para estos casos es la confrontación. Partiendo de esta idea podemos trazar esquemas más o menos convincentes, como un acercamiento a la lectura o un curso de ortografía y redacción, pero en cualquier caso se requiere tiempo, y si el alumno está con el tiempo apretado para entregar su tarea o terminar su tesis la practicidad está en hacerle ver de manera simultánea los errores que debe corregir y la importancia de eso para su desarrollo integral. Nunca he estado de acuerdo con los correctores de estilo, porque le quitan la responsabilidad al estudiante —y más al tesista—, le resuelven el trabajo pendiente pero no corrigen los errores en sí mismos.

     Todos sabemos que la importancia de la enseñanza del español, con sus reglas sintácticas, ortográficas y de puntuación se perdió desde hace décadas en nuestro país —a razón de los años 60 del siglo XX a la fecha, según Sandro Cohen. Yo creo que desde los años 80—, y que ello ha tenido consecuencias en la formación de hablantes y escritores —no profesionales por supuesto—, y que la escuela como modelo representativo en la formación de los estudiantes se aleja cada vez más del ideal esperado, pero al final es decisión de cada persona implicar una correcta forma de escribir si se lo propone.

     Los nódulos del conocimiento a través del lenguaje escrito requieren de una estructura sintáctica para ser convincentes y elocuentes en el desarrollo formativo de los estudiantes. Representan un indicativo esencial de su desarrollo intelectual. Si bien en la inmediatez del lenguaje verbal se imprimen arbitrariedades semánticas e infinidad de modismos propios de modas, estilos, medios, regiones y consensos políticos, es en el lenguaje escrito que la formalidad expresiva debe supeditarse a un molde menos cambiante, jerarquizado y apegado a una normativa ineludible e inexorable.

     Los puntos en donde sobresalen estos indicadores se encuentran naturalmente en el material escrito, en resúmenes, ensayos, reportes, crónicas y entrevistas, así como en sus derivaciones: paráfrasis, citas, cabezales, carátulas, fichas bibliográficas, listados, títulos, subtítulos, etc. El espacio por antonomasia, por su extensión y por su posición representativa en la academia es la tesis, pero cualquier texto escrito por un estudiante, en mayor o en menor extensión, muestra su capacidad descriptiva, interpretativa y propositiva. Los estratos de estos textos, en cantidad, calidad y en la exigencia acorde con el tema y el espacio en que se desarrollan dependen desde luego del profesor, pues es él quien debe señalar sin mesura, la importancia de la buena escritura como parte de su desarrollo integral profesional. Es evidente una fractura en el proceso de consolidación de la escritura en el estudiante en alguna etapa de su formación académica, y que eso depende, primero, de la incidencia en la corrección de sus textos; y segundo, del entorno formativo integral. Una irónica situación en el proceso de aprendizaje de la escritura y la lectura que está vinculada a su cronología, en donde al niño se le enseñan las reglas de escritura en la educación básica, se distienden con múltiples irregularidades en la educación media superior y se abandonan en la educación profesional. Así, el estudiante aprende a leer y a escribir como fundamento esencial de su desarrollo, pero lo abandona a una edad temprana promedio para dar paso a lo “esencial”, sea esto social, económico o político.

     Debemos tener presente que, si bien nuestro idioma se rige por sus normativas sintácticas y por las determinaciones de la Real Academia Española y que, si bien el lenguaje es una extensa trama y urdimbre con enlaces, nudos, enmiendas y parches producto de modos de ver y de hacer en la práctica una lengua, tenemos que distinguir los diversos usos de un mismo lenguaje en una pluralidad de contextos; que el lenguaje de la escuela no es el mismo que el de la calle, que el lenguaje escrito no es el mismo que el verbal, y que el tiempo y las circunstancias que lo rodean lo van moldeando de acuerdo con criterios disímiles.

     La escuela debe apegarse a la normativa, debe ser rígida en este sentido, pues la libertad no permite reconocer las reglas gramaticales en la formación del estudiante y no permite tampoco disponer de parámetros expresivos insolubles, de autoridad lingüística. El esfuerzo de aprendizaje y apego a la norma representa también una manera de asegurar en su futuro una libertad de expresión inteligente. Un recurso que reafirma el uso correcto de la ortografía es la lectura. Sin embargo, ver a la lectura en este sentido como un único y exclusivo ejercicio de interlocución entre la gramática y el pensamiento es insuficiente. Importa también el sentido que tiene la lectura por el contenido de los textos y su resolución reflexiva, ya que ahí se reconocen estratos cognoscitivos.

     Los errores más comunes en los textos se muestran en la ortografía, la redacción y la ortotipografía, en ese orden. Los acentos encabezan la lista. Parece que emplear correctamente los acentos en las palabras es un estigma que no logra justificar su presencia ante la lógica de su pronunciación, pero en la escritura es un referente directo que enmarca la idea de la lógica verbal frente a la escrita. Las palabras con tilde y con acento prosódico o tónico determinan el carácter expresivo y el sentido del texto. La intensidad de la pronunciación de las palabras no solamente es lógica bajo el escrutinio de la redacción, sino de su entonación. Las excepciones a las reglas de acentuación se distinguen por la particularidad de sus casos y usos en la escritura, pero es fácil identificarlas en la pronunciación —aquí se reconoce una falta de conexión entre el lenguaje verbal y escrito—. Éstas suceden en los hiatos, en los acentos diacríticos y en algunas palabras compuestas, así como en las distinciones de acentuación entre adjetivos y pronombres, los casos y distinciones entre géneros masculino y femenino, y en algunas distinciones entre adverbios, indicativos de singular y plural, en interrogativos y exclamativos, así como en atenciones a las interrogativas y exclamativas indirectas.

      El empleo de palabras mayúsculas y minúsculas ha resultado también en una interlocución entre el inicio de párrafos, de oraciones, nombres propios y de instituciones, así como el empleado para títulos, subtítulos y apartados, en donde también existen reglas.

     Los errores de puntuación comparten el segundo lugar con la ortografía. El ritmo acorde al contenido y sentido del texto depende del empleo de la coma, del punto y seguido, del punto y aparte y del punto final; así como de punto y coma, dos puntos, y los apoyos ortotipográficos de referencia, marginación, jerarquía o consulta, como los paréntesis, comillas, subrayado, versalitas, cursivas, etc. Así como los aspectos estéticos que conforman la composición tipográfica reflejado en las palabras, líneas y párrafos, como las viudas, las huérfanas, la sangría, el interlineado y el margen. Aquí me parece justo mencionar como dato curioso sobre la disposición del uso de palabras agudas, graves y esdrújulas según el ritmo de pronunciación de las oraciones y según el matiz tonal que las acompaña. Los enlaces y las anteposiciones juegan aquí un papel fundamental porque lo complementan.

     Los errores más frecuentes en trabajos escritos los he identificado en las múltiples experiencias de revisión de trabajos de mis alumnos. He añadido también errores de presentación que, si bien son flexibles de acuerdo con los requerimientos propios de cada profesor, espacio y sistema de enseñanza, son un indicativo importante de la relación que tiene el concepto de formalidad en el alumno, y en la manera en que constituye su idea entre la obligación, el compromiso y el aprendizaje, motor de todo desenvolvimiento académico.

     Aunque los errores ortotipográficos intervienen poco en la interpretación de los textos, son determinantes para identificar una lógica visual y rítmica. Los contenidos no son ajenos a ellos, pues las jerarquías tipográficas y cierto nivel de estética nos señalan una lectura visual en conjunción con la escrita.

     Referente a los errores de puntuación, parece que el ejercicio —además de la sintaxis por supuesto—, determina modos de ver y entender el texto. Los estudiantes de licenciatura presentan en general una edad enmarcada entre los 18 y 22 años, lo que me lleva a pensar en una hipótesis sobre la experiencia de la escritura que, al margen del sobre entendido de la normativa, requiere de tiempo de práctica para “hacerse uno” con el estudiante. No quiero justificarlos, pero es lógico que la madurez intelectual va emparentada con una amplitud de vocabulario, una corrección más acuciosa del uso de signos de puntuación y una capacidad de reflexión a través de la escritura. Un desarrollo intelectual. Ante esta hipótesis me desdigo porque se contradice con una realidad multifacética. He de reconocer que los nichos académicos, profesionales y coloquiales en donde se sirve del lenguaje verbal y escrito son múltiples y están revueltos entre innumerables ejemplos contrapuestos y sobrepuestos entre sí. He visto tanto ejemplos excepcionales de escritura en alumnos de 18 años (muy escasos), como lamentables en maestros y doctores (numerosos). Y si bien la lengua es un ente que vive en cada individuo, y que se estira y se afloja según circunstancias, necesidades, necedades y caprichos múltiples, no deja de ser un parámetro indispensable para determinar valoraciones humanas, principalmente intelectuales.

     Los modos de presentación, así como la apreciación sobre cada uno de los siguientes rubros dependen del sentido práctico en mis clases y son en esencia los que en su momento consideré pertinentes para unificar criterios y para dar cabida también a una agilidad de calificación. Los textos de entrega a manera de tareas fluctúan por lo mucho entre cinco y diez cuartillas, y la extensión de los trabajos de investigación o de tesis son variables dependiendo del desarrollo del tema, de las asignaturas en donde se revisan y de las capacidades de cada estudiante. Los tiempos de entrega varían y consideran el tipo y extensión del texto a leer, así como el tipo y extensión del texto a escribir. Aquí convendría explicar los aspectos didácticos de cada caso porque la relación de la lectura con lo que se solicita en un texto depende del nivel de incidencia en el aprendizaje que se espera. Generalmente, la interpretación de esto por parte del alumno es ajustada, es decir, que corresponde apenas con la respuesta en la entrega. Es un fenómeno que va más allá de las formalidades de solicitud de entrega y que tiene que ver con factores de educación a otros niveles, así como con el entorno y la formación de la persona en otros ámbitos.

 

1.- ERRORES DE PRESENTACIÓN Y ORTOTIPOGRÁFICOS:

- No tiene numeración de páginas

- Numera la carátula o considera la carátula como primera página

- No tiene bibliografía (confunde la bibliografía con la cibergrafía, o con

   cualquier otra fuente no bibliográfica)

- No escribe la bibliografía en una página aparte

- La ficha bibliográfica está incompleta o con los datos en desorden

- Deja mucho espacio entre párrafos o entre líneas

- No escribe las cuartillas completas que se le solicitan

- Usa un tipo de fuente de alto puntaje para abarcar más espacio

- Emplea un número excesivo de tipos de fuentes

- Emplea un tipo de fuente ilegible o de difícil lectura

 

2.- ERRORES DE USO DE SIGNOS DE PUNTUACIÓN

- Deja espacio entre la coma o el punto y la palabra que le antecede

- No emplea punto y coma

- No emplea punto y seguido

- No emplea paréntesis

- No emplea comillas

- No emplea dos puntos y seguido

- No pone punto después de cada párrafo o punto final

 

3.- ERRORES DE ORTOGRAFÍA

- No utiliza mayúsculas al inicio de cada oración o párrafo ni en nombres

  propios: Autónoma, México, Cuautitlán, Renacimiento, Barroco, etc.

- Confunde el sustantivo con el adjetivo al emplear indiscriminadamente  

  mayúscula en la primera letra de la palabra: Renacimiento=renacentista,

  Barroco=barroco, Neoclasicismo=neoclásico, etc.

- No emplea acentos, principalmente en verbos en tercera persona en tiempo

  pretérito: realizó, buscó, trató, falló, cortó, resultó, viajó, quedó, creó, empleó,

  optó, logró, perfeccionó, etc.

- No distingue el empleo de consonantes escritas y verbales. Confunde:

   La s, la c y la z.

   La b y la v. 

   La m y la n.

   La f y la ph.

   La r y la rr.

   La l, la ll y la y.

   La x, la j y la sh.

   La w y la g.

   La q y la k.

   Emplea indiscriminadamente la h o la omite

- No distingue el contexto del empleo de verbos, adjetivos, pronombres y

   sustantivos en singular o plural

 

4.- ERRORES DE CONTENIDO.

- El texto no trata del tema solicitado

- No presenta capacidad de análisis, crítica o reflexión (dependiendo del tipo de

  texto)

- En los resúmenes, copia y pega la información sin leerla o estudiarla

- Su vocabulario es reducido

- Cubre la extensión solicitada, pero carece de consistencia (rellena con retórica,

   le da vueltas al tema y emplea ejemplos en exceso o que no vienen al caso)

 

5.- ERRORES DE INVESTIGACIÓN

- Todo lo quiere encontrar en internet

- No sabe buscar la información pertinente en internet

- No dispone de las herramientas metodológicas para su investigación

- No sabe cómo seleccionar de una bibliografía o de material referencial lo que

   le es útil y lo que no le es útil

- No lee lo que el profesor, tutor o asesor le indica

- No sabe conectar la información directa o indirecta entre varias fuentes

- No sabe procesar la información (quiere el dato pre-digerido)

 

     Errores comunes en las oraciones se presentan en el empleo de sustantivos, principalmente en nombres propios. En el empleo de verbos son recurrentes los errores de acentuación y en conjugaciones de número y modo. En los adjetivos se presentan principalmente en la discordancia con los sustantivos, los artículos y los pronombres, tanto en género como en número. Un error de redacción frecuente que tiene que ver con el sentido del texto se presenta en la pluralidad de combinaciones para las oraciones seriadas, en donde el empleo de la coma y las conjunciones —y, o u, que, o ni—, resulta en oraciones encabalgadas que generan confusión. Aquí tiene mucho que ver la relación fonética de las oraciones con el texto, —una eufonía—, es decir, la lógica que propicia la lectura armónica del texto acorde con la manera en que está redactado y su sentido. Cuando los errores ortográficos y de redacción se conjuntan en una discordancia sintáctica, tenemos una cacofonía, es decir, una falta de lógica y desarmonía en el texto. Lo más recomendable ante esta situación es la lectura en voz alta, pero el estudiante promedio no lee ni relee sus propios escritos, ya sea por la premura de la entrega o por otras razones. Así que además de la indicación de los errores de este o de otro tipo, se le debe insistir en la importancia de la lectura a la par de la revisión constante y permanente de las normas sintácticas, de otra manera no se corrigen. Influye la edad por supuesto. El dicho de que lo bien aprendido desde niños no se olvida, no puede ser más que cierto.

     Subrayarle sobre el incremento del vocabulario ayuda mucho porque permite que el estudiante se detenga a revisar el significado de las palabras y sus múltiples aplicaciones y derivaciones, como los sinónimos, antónimos, etimologías, acepciones, tipos de jergas y aspectos culturales propios de la lexicografía y por ende, de la información contenida en los diccionarios.

     Sin ahondar en la lingüística, pero sí por recalcar su importancia cultural, se debe hacer mención sobre el origen de las palabras, préstamos o morfemas, influencias de otros idiomas, como extranjerismos, calcos léxicos y semánticos, de los que destacan para nuestro español: nahuatlismos, anglicismos, germanismos, galicismos, etc. Porque se han formado con el tiempo como nuestra forma de hablar y de escribir —junto con innumerables barbarismos— y recientemente se han decantado en la escritura de mensajes en las redes sociales y demás medios de comunicación, lo que no solamente reafirma su presencia, sino que los “certifica” de alguna manera (?).

     Sobre las recomendaciones, no sobra la bibliografía, pero la escritura no es cuestión exclusiva de sistemas ni metodologías, sino de actitudes. Actitud frente al lenguaje en la vida diaria y actitud frente a lo que representa el lenguaje en sus múltiples ámbitos. Para la escuela, escribir bien representa un factor cultural importante. La expresión verbal y la escrita, aun con sus distinciones y convergencias, se proyecta en el alumno —cuando habla y cuando escribe—, como una unidad cultural e intelectual insoluble. Son los jóvenes al final, herederos de nuestro lenguaje y responsables del sentido que éste tendrá para con su vigencia y transformación. Mostrémosles el camino correcto.

 

martes, 24 de noviembre de 2020

RICARDO MORALES LÓPEZ

Maestro e investigador

Fotografía de María Eugenia Servín López 

Ricardo Morales López (1963-2020), era un personaje serio a la distancia; alegre y jocoso de cerca. Me di cuenta de su cultura de manera instantánea. Cuando lo conocí como profesor de grabado en casa del Lago en 1986. Con sus escasos 23 años de edad, ya demostraba dotes de profesor, exigente y disciplinado, puntual y de rápido caminar. Su pequeña estatura se compensaba con su gran determinación verbal que, sin ser autoritaria, se imponía con la razón y la elocuencia, con sus conocimientos sobre arte y su frase que demandaba siempre de los demás una actualización inmediata: —¿A poco no sabes esto?, ¿no me digas…?— Lo jocoso se dejaba entrever al principio en sus comentarios ocurrentes, como solía ser cuando ganaba confianza y buscaba una satisfacción paralela al trabajo a través de la risa. Ya con la confianza, la risa fluía.

     El taller de grabado en relieve de Casa del lago era la enjunta de las escaleras posteriores del edificio, espacio muy apretado, más largo que ancho. Con una vista al lago de Chapultepec que se nutría con el bullicio sabadero de los paseantes, con el ruido de patos y zanates, y un teatrino que se ponía justo afuera del taller, que anunciaba con mitote de bocina al “Señor Guiñol”. Tenía dos tórculos pequeños y unas mesas para el dibujo, para la talla de las placas, el entintado y la impresión. Unos tendederos de alambre corrían a lo largo del taller para colgar las impresiones para el secado. Tenía de todo: papel, tintas, espátulas, solventes, estopa y un pequeño archivo que contenía las impresiones de los alumnos. Había también una prensa plana de tornillo en donde me enseñó a imprimir antes de usar los tórculos.

     Cuando llegué por vez primera al taller estaba a cargo de Marco Antonio Albarrán, a las dos semanas avisó que lo iba a dejar y que estaría a cargo de uno de sus alumnos, de Ricardo, que era, dijo, mejor que él.

     Mis tres años de paso por el taller, más la afinidad artística y cultural nos acercó como amigos. Gracias a él tuve una visión más cercana de lo que era la ENAP Xochimilco (Escuela Nacional de Artes Plásticas), donde estudió Artes Visuales y donde terminé estudiando yo también.

     Cuando acabé mis estudios de bachillerato me lo topé otra vez, ahora en la Esmeralda, a donde ingresé en 1990 al mismo tiempo que a la ENAP. La Esmeralda estaba todavía a cuadra y media del metro Hidalgo, en San Fernando. Ahí, Ricardo daba clases de litografía. Saliendo de mi clase de dibujo o de escultura lo pasaba a visitar al taller de Leo Acosta a las 8 de la noche; entonces de vez en vez nos íbamos juntos, él para su casa en Tlatelolco y yo para la colonia Industrial. Dejamos de frecuentarnos así porque dejé la Esmeralda y decidí terminar la carrera en la ENAP. Pero a veces nos veíamos en un café o en su casa.

     Coincidimos en la Universidad del Claustro de Sor Juana en 1998. Vi un anuncio en el periódico solicitando profesores para las carreras de Arte y Ciencias de la Cultura. En la cita para el examen estaba él. Me ganó el concurso, pero a mí me dieron otras materias de artes plásticas. Estuvimos un año trabajando ahí, pero luego yo regresé en 2006 y lo invité a una exposición colectiva en la galería R38 del Claustro, organizada por Isaura Ruiz, coordinadora de las carreras de arte.

     Cuando la Esmeralda se trasladó al CENART (Centro Nacional de las Artes), acostumbré a visitarlo cada uno o dos años. Dos o tres veces le pedí me aceptara una visita con mis alumnos. Me permitió con mis grupos una práctica de litografía e impresión. Me lo topé varias veces en eventos comunes: en la última exposición individual de Capdevila en las galerías de la Academia de San Carlos, en una exposición de Jóvenes Creadores en el CENART y en la Biblioteca Nacional, en una conferencia sobre grabado librario. Ahí me presentó con Marina Garone, suceso detonante de mi invitación a una ponencia en su seminario y mi posterior membresía.

     En 2017 nos vimos en el café El popular, en el centro histórico. Me llevó unos libritos y unos catálogos que descartó de su librero, después de una “acomodada” a la que se vio obligado, pues sus libros salieron volando por la borda con el temblor del 19 de septiembre.

     Recuerdo su amor por el conocimiento, recalcado en su pasión por los libros, por el coleccionismo de estampas y por su adorado Elbrus, su perro de raza malamute. Sus padres encabezaban la lista. Terrible noticia el fallecimiento de su padre, don Eduardo Morales Luna. Justo en el momento en que estábamos mi esposa y yo con él platicando en el café El Globo que está enfrente de su edificio, recibió la llamada fatal. Lo acompañé a su departamento. Ahí estaba toda la familia reunida. Lo dejé en breves minutos.

     Su madre y él nos invitaron una vez a ver su monumental nacimiento, con tour y toda la cosa, y con una rica comida oaxaqueña debajo de una trabe que Ricardo pintó con temple de caseína. En sus últimos días, doña Margarita López Gatica parecía la motivación principal de Ricardo, que la atendía con detalle y dedicación.

     La última vez que platicamos fue a distancia vía Google meet. Estábamos en el chat de wattsapp y me preguntó si podíamos conectarnos. En ese momento hizo una pausa a su clase de dibujo para charlar conmigo. Me dijo que les había pedido a sus alumnos una serie de dibujos y que en cuanto terminaran lo contactaran para seguir con la clase. Hablamos de la escuela, de la Familia Burrón (gusto compartido que desde siempre coincidimos por la gráfica en las historietas mexicanas), de un libro ilustrado que expuse en un reciente evento virtual, y de su intención de ingresar al doctorado de la FAD, que era una promesa que le había hecho a su madre, recién fallecida. Y me había preguntado si podía apoyarlo revisando su propuesta.

     Charlamos como media hora. Yo di fin a la plática porque tenía que afinar detalles de mi clase. Quedamos de contactarnos de nuevo no sin antes insinuarme si nos veíamos en mi casa. Dos días después le dije que no sería posible porque mi esposa y yo estábamos encerrados a piedra y lodo por lo del Covid, dándole a entender que nos estábamos cuidando mucho y que me apenaba decirle que por el momento no sería posible.

     En dos o tres días me confío que estaba mal del estómago, y unos días después que de la garganta. Me compartió un libro digital de su hermano Miguel Ángel sobre la historieta Tradiciones y leyendas. Tuvimos varios intercambios por el wattsapp y cada vez le pregunté cómo seguía. En el último mensaje le dejé ver mi impresión del libro de su hermano y rematé preguntándole otra vez cómo seguía de salud. Me dijo a secas que mal, que debían hospitalizarlo y que la ambulancia lo esperaba al pie del edificio para recogerlo. Ya no platiqué con él más. Su vida se fue diluyendo entre sábanas de hospital, y el 22 de noviembre de 2020 se fue del mundo.

     Tengo innumerables recuerdos y anécdotas, decirlas todas aquí no sería prudente, no tanto por espacio sino por la cordura del espíritu, que las guarda con recelo y cariño.

     Ricardo Morales López, destacado productor gráfico, maestro ejemplar de dibujo, litografía e historia del arte. Contundente defensor de la libertad de expresión, pero severo juez de fáciles soluciones. Promulgador insaciable del buen conocimiento, del dato preciso y conciso. Estudioso afilado de la obra de José Guadalupe Posada y de los procesos de producción decimonónicos. Investigador nato que vislumbró entre columnas y filas de libros, periódicos, revistas, mapas, historietas y obra gráfica, la inalcanzable tarea que busca el erudito: saber en lo que se sabe y en lo que no se sabe, la verdad furtiva, insaciable y placentera del conocimiento.

 

     Adiós Ricardo.

 

sábado, 14 de noviembre de 2020

El árbol metodológico

 


El árbol metodológico. 

Una semilla que se siembra es un proyecto de investigación que nace. Un árbol que crece define su especie; y la forma, número y grosor de sus ramas son las aristas del tema que se investiga. Las ramificaciones del tronco representan una manera de incursionar más allá de sus límites, siempre con la mesura propia del tema. Un árbol maduro es la investigación en marcha, cuyo follaje y altura representa su nivel de nutrición especulativa, su hipótesis. Los frutos son las metas cumplidas, la consolidación de sus objetivos. El árbol dispone de un terreno fértil o estéril del que se nutre, que son la potencialidad del investigador, que determina si lo riega o lo poda, si lo fertilizar o lo olvida, si lo revisa o lo abandona, si recoge sus frutos o los descuida. El investigador conforme con un solo árbol, reafirma la expertise en su línea. El investigador que se ensimisma en una rama o en la textura de la corteza, ve un árbol completo donde hay minucias.

 El investigador que incursiona fuera de su línea no tiene un árbol, tiene un huerto con varios ejemplares y de distintas especies; y conoce del terreno, del abono y del clima que necesitan. 

     

Si bien la amplitud de la investigacion está enmarcada por la formación y la expertise del que investiga, también está limitada por las mismas particularidades de su línea. Los límites de cada disciplina son necesarios para hacer de esta una especialidad, pero también la convierten en un cúmulo de vacilaciones. ¡Ninguna investigación es totalmente ajena e independiente del entorno que la delimita! 

     La multidisciplina, entendida en la investigación como la integración de varias áreas con objetivos afines, implica para la metodología un ratio universae scientia dei, una modalidad polifacética, multitemática y polipraxis. Un ejercicio del conocimiento que trasciende la regla del método científico y la concepción de la ciencia como parámetro absoluto e inalterable. La comodidad del método y de las prácticas científicas son herederas y gestoras primero de la gnosiología y luego de la epistemología. La razón como fundamento del método posee vertientes inalterables a la luz de la lógica de reflexión y de aplicación, pero los acercamientos al método, que son reflejo de consensos sociales, son responsabilidad (y capacidad) de quienes lo promulgan. ¿Cómo interceder a las decisiones individuales y colectivas, que en afán de metas inmediatas, se conforman con solvencias gratuitas? 


El ejemplo más emblemático de la multidisciplina es el hombre renacentista, multifacetico, tratadista, científico y artista a la vez. Genio. Otro es el ejemplo griego, el de Sócrates, Platón y Aristóteles, el de la instauración de la dialéctica y de la deconstrucción, el de la reflexión por la reflexion.El hombre de la ilustración fue el último rescoldo de la gran disciplina como disciplinas, de la gran incógnita epistemológica. La ilustración propició la enciclopedia, la suma de todos los conocimientos y con ello, la absolución del mito, previamente entremezclados en las formas productivas e idealistas del Renacimiento y del Barroco. El hombre tecnológico de los siglos XIX y XX, que caminaba sobre vigas de hierro y paneles de hormigón, no representa en sí mismo a la multidisplinina, pero la promulgó. Los estandartes del capitalismo, que vivieron su origen en la máquina, la estandarizacion y el consumo, no promulgaron el gran conocimiento, pero asentaron las bases de la epistemologia moderna ¿qué podemos rescatar del método en nuestra época? ¿Qué debemos renovar y cómo lo podemos respaldar? 

     Pero la multidisciplina requiere además de referentes, de una conceptualización sobre la práctica del conocimiento menos estandarizada, acorde a una visión universal, a la contraposición de criterios dados, a la reflexión como paradigma de la erudición. Saber entender es saber ver. Saber ver lo que es entender es conocer. Y saber entender lo que se conoce es interiorizar. Las investigaciones muestran claras escalas de entendimiento y de introspección. Medirlas y sobre todo calificarlas, es un hito. 

     La inteligencia general por sobre las inteligencias es el estandarte de la toda concepción disciplinaria. El ser inteligente en secciones hace del ser inteligente global, nada (Referencia a Howard Gardner sobre los estratos de compromiso en la formación individual).

     La importancia del tema que se investiga surge de la comparación. La comparación surge del juicio, y el juicio debe provenir de la razón augumentativa, del sentido. ¿Todos los temas son válidos? No. Porque hay comparaciones banales y juicios sin sentido. Porque lo importante debe ser importante universal, repercusivo, no inclusivo. Porque lo particular debe estar imbuido de la razón universal. Porque la regla metodológica es trascendible y porque las cualidades, más que las cantidades, determinan criterios de validación y deben ser también, de auto validación. Círculos completos. 

     No hay aforos a la medida, ni normativa capaz de discernir lo que merece o no merece ser investigado. La decisión de elección es libre, pero sujeta a la capacidad de quien la realiza y sobre todo, a un espécimen amorfo y definido a la vez: el gusto. Si el gusto es esencial en la elección del tema, es entonces una decisión personal. ¿Pero y los encargos y el trabajo en equipo? Lo colectivo es individual con la aceptación y el compromiso. Lo impuesto es individual con la idea del trabajo que se respalda en sí mismo: la responsabilidad. Los gustos son superlativos cuando no parten de recursos argumentativos. La normativa del gusto descansa, como un fantasma de carne y hueso, en la conciencia ética, en la especulación visionaria, en la convergencia cognitiva y perceptiva y sobre todo, en la sinceridad humana. Con el gusto se satisfacen intenciones, pero también se justifican dolencias. No hay relatividad que justifique nada, el gusto es un aliciente que se aprende, se desarrolla y se moldea. Los árboles frondosos de la investigación dan frutos amargos, pero son plenos, son bellos y son antiguos, permanecen de pie. La amargura del fruto es amarga sólo a los paladares enfermos y primerizos. A los necios también. 

     Con el gusto viene el criterio de selección y con éste el calificativo, evaluativo y critico: el juicio. Lo que es, lo que puede ser y lo que debe ser. Los indicadores no son institucionales ni comerciales, no son los números de ediciones ni el renombre de las autoridades, no son tampoco las legislaciones ni las asignaciones. Son los contenidos. Este equilibrio entre el saber, la razón y el deseo es el juicio. En el saber está la confirmación del mundo, en la razón está la elocuencia de su significado, y en el deseo está la visión comparativa de sus elementos. Tener, querer o deber saber representa por sí mismo un esquema inicial de selección. Pensar, imaginar y discurrir es la herramienta del sentido, lo que valida la posición del tema frente a lo demás. Anhelar y soñar son para la investigación la clave del arco que sostiene su posición. 

 El espectro en que se distiende la razón entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo bello y lo feo, entre lo bueno y lo malo, entre lo que me gusta y no me gusta requiere de una misma directriz racional: el argumento. Y el argumento, libre de prebendas jerárquicas entre disciplinas, es la elocuente manera de disentir sobre lo que ya se sabe, sobre lo que debemos o podemos saber y sobre lo que podríamos saber. Es también la racional manera de interceder en la duda. Es la suma de determinaciones que intercede entre la falacia y la veridicidad. La corroboración sublimada de experiencia sensorial, memoria y conciencia. 

     Así, el juicio es una dote en la que todos participan, pero que nadie acepta.

domingo, 1 de noviembre de 2020

Los arturos de Arturo Rivera



La pintura barroca propuso y consolidó los contrastes extremos en las formas y en los espacios para acentuar dimensiones, para exacerbar los volúmenes y las masas en contextos contritos. Contritos porque obedecen a una realidad teatrina, en donde importa más el efecto óptico y su dramatismo, que la definición precisa, anatómica e idelista de sus antecesores, los renacentistas. Con diferencias concretas en las paletas, los estilos, los temas y la materia pictórica, pero con la generalidad del contraste, el dramatismo y la incursión de moldes compositivos, vemos en José de Ribera, Zurbarán, Caravaggio y sus escuelas, una orda de tenebristas.
    No necesariamente tenebristas, pero incluibles por ser también barrocos, pero ajenos en muchos sentidos, están Vermeer, Rembrandt, Rubens, el Greco y Velázquez, con composiciones más atrevidas y con particularidades que son por sí mismas movimientos pictóricos autónomos. 
     Estos maestros de la pintura demostraron con ese tipo de realismo, que la pintura de caballete como el ideal de la representación de efectos ópticos en espacios interiores tiene reglas técnicas, compositivas y materiales. Y que las máquinas y herramientas para sufragar los dibujos, los contrastes y los colores bien pudieron funcionar como apoyos resolutivos: la cámara oscura, retículas, pantallas, espejos y calcas. Y que los talleres de pintura, sin dejar de ser una labor artesanal, fungieron como empresas que solventaban los encargos y caprichos de dignatarios seglares y espirituales. Continuaron con el esquema de jerarquías heredado primero de la Edad Media y luego del Renacimiento: maestros, oficiales y ayudantes. 

     La relación entre la pintura de Arturo Rivera y los maestros del Barroco no es mera ocurrencia. En la obra de Rivera vemos una evolución en sí misma, marcada por sus etapas cronológicas pero también por su "abordaje" a la pintura. Su primera etapa (si podemos dividirla entre sus inicios y principios de los años noventa; y entre ésta última y toda su obra posterior) es marcadamente dibujística y, como la pintura de Miguel Ángel, notoriamente anatómica y lineal. El color es un complemento denotativo.
    En su segunda etapa existe ya una preocupación más pictórica que dibujística. Sin dejar de lado su inherente apego a la realidad visual (su esposa me aseguró en una breve charla que sostuvimos en Tepoztlán, que no copiaba fotos y que sus virtudes miméticas se consolidaron en su estancia en Nueva York), dispone de apoyos fotográficos para reafirmar su sistema de precisiones morfológicas y compositivas. Pero vemos materia pictórica, más saturaciones y más interrelaciones cromáticas. En la transición entre su primera y segunda etapa se percibe un dolor interno, una insatisfacción que transita poco a poco entre una obra y otra, hasta percibirse "terminada". Es un eufemismo, porque ningún artista debe sentirse satisfecho nunca, porque busca siempre una brecha que da paso a otra, y ésta a otra más. Entre la exposición de 1994 en la galería Misrachi de Polanco y la de 1995 en el Museo de Arte Moderno (a las que yo asistí) percibo esta etapa transitoria.
      La importancia de Arturo Rivera en la pintura contemporánea es también consecuente con las circunstancias del arte actual, que reclaman por una revaloracion de caracteres. Caracteres auténticamente respaldados por la veridicidad del trabajo creativo en el arte a través del realismo pictórico, en donde la inquietud es también colectiva. 
     ¿La pintura de Arturo Rivera es barroca? Si la vemos en su elemental apreciación, sostenida en los criterios formales sobre el buen dibujo y la solución de contrastes lumínicos, sí, es barroca (?). Pero debemos reconocer entonces apreciaciones formales que partieron del relismo de otras corrientes y autores, como los renacentistas, los neoclasicistas, los románticos, los academicistas, los prerrafaelistas y de variados partidarios del realismo de los siglos XIX y XX. La relación del "buen dibujo" que parte de un tipo de realismo es suficiente para compararla o relacionarla con la pintura de Rivera.
     Las virtudes del pintor destacan por sobre las líneas del juicio. Si la fotografía es un sino para su pintura, debería entonces serlo también en los grandes maestros, que se sirvieron de ella y de otros mecanismos para precisar sus soluciones visuales. Lo que es inaceptable es la copia fiel de la fotografía, que no demuestra nada más allá de su solvencia mimética. Y en la pintura de Rivera percibimos mucho más que simples copias.
    Aparte de los formalismos deben estar en las comparaciones los contenidos. Y aquí ya nos detenemos. Los temas de Rivera nada tienen que ver con los bodegones, desnudos, paisajes, vírgenes, escenas costumbristas y demás referencias litúrgicas y mitológicas, en donde existe una narrativa definida. Aquí, la pintura de Rivera es auténtica. No sé si original porque las inquietudes por los motivos que muestran huesos, laboratorios médicos, animales disectados o disecados ha estado presente en pintores, dibujantes y grabadores de todas las épocas. Es auténtica porque es autoral, como es el arte actual que, estando libre de concensos, normativas, prebendos y estatutos, se destaca por sí misma. Técnica y estéticamente es convincente, y eso es más que suficiente. No hay una narrativa en la obra de Rivera, hay tema. No son historias que se cuentan con iconografias descriptivas; son imágenes prehechas desde su subconsciente, coaguladas en los lienzos. Muestra desde luego un gusto por cómo quiere que se vean, y aquí coincide con el subconsciente del público, que reconoce en sus pinturas la materia visual subyacente de la realidad que percibe. Se subraya la relación entre el mundo visual una estética generalizada. Importa más el cómo que el qué. 
     Cómo los picassos de Picasso, como los rubens de Rubens, como los nishizawas de Nishizawa, como los caravaggios de Caravaggio, la pintura de Arturo Rivera representa lo que él es, Arturo Rivera no es barroco, es Arturo Rivera, los arturos de Arturo Rivera. 




sábado, 26 de septiembre de 2020

LO ESPIRITUAL Y LO SEGLAR EN "EL MANANTIAL DE LA DONCELLA" DE INGMAR BERGMAN

 


Birgitta Valberg como Karin

LO ESPIRITUAL Y LO SEGLAR EN "EL MANANTIAL DE LA DONCELLA" DE INGMAR BERGMAN

Entre olores e imaginaciones, entre palabras, susurros y vislumbres transcurre la idea del campo medieval. Los contrastes son sutilezas desgajadas a mano con datos precisos e inmediatos, pero disueltos entre prejuicios. En estas vicisitudes propias del siglo XIII, enmarcadas con ropajes, muebles firmes, hierbas salvajes, trabajo campestre, lenguas germanas e imágenes coloridas en blanco y negro, transcurren los hechos.

     Karin hija de Tore (interpretado por el eminente Max von Sydow, cuya firmeza y temple de rostro ayudaron mucho a generar el carácter del “señor medieval”) heredera del cristianismo diseminado al norte de Europa, y contaminada con la idea del fervor y el ánimo divino, emprende su viaje de muerte ¿No es este viaje inevitable? ¿No son las amarras suficientes para ver y entender el viaje definitivo? El trayecto idealizado de Karin está más allá de las contiendas terrestres ¡es un viaje espiritual! No hay comienzo ni fin, ni tierra ni aire, sólo trayecto. Los dioses nórdicos apenas permanecen, tan solo en un hálito de supervivencia en Ingeri, embarazada, traicionera al principio y redimida al final.

     El viaje de Karin es como el de Alicia, como el de Dante, como el de Cristo descendiendo al inframundo. Hay un puente entre el aquí y el más allá, un limbo en el limbo.

     Es aquí y ahora, la muerte está allá en la vida; los subterfugios de la cotidianidad contienen a la divinidad, la contienen en sus dos acepciones: la rechazan y la tienen. El fantasma del otro o de lo otro es de carne y hueso. Morderse la cola es morderse a sí mismo. Es el dolor ajeno y es el de uno mismo.

domingo, 2 de agosto de 2020

Lo tradicional y lo manual en el arte

Lo tradicional y lo manual en el arte

Más por conveniencia y por costumbre irreflexiva que por denotación y solvencia gramática, se ha dado en denominar como artes o técnicas tradicionales a las labores manuales que construyen objetos artísticos en el campo de las Bellas artes. Dicha adjetivacion viene acompañada de su contraparte "no tradicional" que hace referencia con sobrada inexactitud, a los objetos e imágenes que si bien pueden en dado caso hacerse con las manos, no implican una dote, y se sirven, además de recursos tecnológicos relativamente recientes, como la computadora y la fotografía, a la "innovación de
intenciones expresivas". Lo tradicional vs lo no tradicional, o como se ha añadido como una especie de sinónimos complementarios, lo convencional vs lo no convencional, además de la ya explicada arbitrariedad semántica, es una adjetivacion sin sentido, que como todas de su clasificación, responden a intereses políticos.
     ¿Qué razón sustenta el empleo de los términos y referencias a lo tradicional o convencional? ¿Bajo qué normativas se rige el empleo de estos calificativos? Su trasfondo tiene una intención desde luego jerárquica. Para posicionar a lo no tradicional o no convencional por sobre sus contrapartes es necesaria una nominación calificativa y evaluativa, que en este caso surge desde una de las partes, que es la que califica y evalúa a través de la inserción de los términos (lo no tradicional o lo no convencional), en cuyo caso sería auto calificativa y auto evaluativa en conveniencia para sí misma, y descalificativa para la otra parte.
     No es el sustento etimológico de las palabras tradición y convención, porque entonces tendríamos por un lado elementos concretos para definirlas de manera general, como la falta de elementos para sostener su significado particular, y por otro una trayectoria cronológica que no sustenta ni define su aplicación. Si bien no existe a ciencia cierta una tradición y una convención para calificar a los procesos, materiales e intenciones expresivas en las artes plásticas y visuales, ni regla, normativa, ordenanza, constitución, manual, ni nada similar para determinar su validez, los calificativos de este tipo permanecen. Aunque las jerarquías artísticas se dan en función de paradigmas económicos, políticos e ideológicos, no determinan una autoridad moral clasificadora definitiva. Aunque las formas de expresión artística son cambiantes y se posicionan o autoposicionan como modos de hacer y de ver lo que irremediable, categórica y arbitrariamente llamamos arte, no representan una autoridad normativa y mucho menos ética. Son más bien imposiciones encarriladas y usureras.
     El tiempo, la innovación, originalidad, vanguardia, libertad expresiva, contraposición y demás palabras que incentivan a lo no tradicional, carecen de razón. Y la razón, ésta sí, tiene una fuerte tradición en nuestra historia (aunque se use poco).
     La nominación sobre las formas de referirse a las artes, sus procesos y clasificaciones tiene un origen que determina con cierta autoridad, cómo se marcan pautas. Apoyados en la línea cronológica y en una supuesta actualización, instituciones, escuelas y personalidades con voz y voto en los medios, inventan nombres y con ello, espacios, y con los espacios, gente que por interés e inercia, los ocupan.
     Si lo manual ya está superado, es retrógrada, fuera de tiempo y contexto, ¿no sería mejor entonces llamar manual a lo que se califica como tradicional? Y si por tradicional entendemos que es lo que tiene tradición, vigencia, tiempo, costumbre, doctrina y transmisión ¿debemos negarnos a nosotros mismos al negar la tradición que nos ha hecho lo que somos? ¿Cuánto tiempo para que algo deje de ser tradicional para ser qué cosa? ¿Cuánto tiempo y bajo qué requisitos para que lo tradicional no sea tradicional? ¿Qué tiene de malo lo tradicional? ¿No es ya tradicional lo que se dice no tradicional con el tiempo suficiente para forjarse espacios en el mercado, la academia y la conciencia de tantos jóvenes que encuentran un remanso y un atajo al rigor manual e intelectual?
    Con razón y conciencia llamemos a las cosas por su nombre. ¿Artes o técnicas tradicionales vs no tradicionales? No. Las técnicas son técnicas y hay obras de arte y cosas que no lo son. 

lunes, 6 de julio de 2020

Lo que vale la pena

Tan sólo en dos ocasiones, solo en dos, me han preguntado mis alumnos sobre el poder de selección, éste que permite racionalmente valerse de sí mismo para identificar qué vale la pena y qué no. Por supuesto la pregunta no fue abierta, estos dos alumnos (separados por brechas generacionales mínimas) me la plantearon en el contexto de su carrera, en el terreno de las artes gráficas

-¿Cómo puedo saber lo que vale la pena?-  

     Pregunta de preguntas. La pregunta vino en ambos casos después de una exposición sobre historia del arte y estética, en donde cuestiono los gustos superlativos y la falta de indagación de datos para la construcción de un criterio selectivo. No me sorprende que me pregunten eso, ni me sorprende que mi respuesta no les satisfaga de entrada y que no quede claro la relación que tiene con todo. Si una de las más grandes responsabilidades que tiene cualquier profesor es mostrarle el mundo a sus alumnos para que aprendan a decidir por sí mismos, a ser responsables y críticos. La distancia que hay entre conocer el mundo y darse cuenta de él lleva mucho tiempo; la juventud es un obstáculo inherente y eso se cura con tiempo. Pero no en todos los individuos la madurez intelectual les llega con tiempo, se añaden otras cosas, por eso su relación con todo. ¿Pero cómo hacerles ver ante la juventud, falta de iniciativa, ejemplos fútiles de otros profesores y ausencia de interiorizacion? Me inmiscuyo en mis propias reflexiones y las expongo al grupo sin reservas, acotando con referentes y con el lenguaje en calidad y en cantidad que merece el espacio, y apuntando lo que me falta. Sin ambiciones ni desilusiones. Yo explico y nada más, la decisión y la experiencia le tocan al alumno.

     La respuesta a esa pregunta está en reconocer que nuestros gustos, elecciones y juicios evolucionan. Y que el tiempo de esta evolución se da en función del entorno que nos afecta y al mismo tiempo, de la libertad que tenemos para discernir lo que queremos. La cultura visual no se gestiona de manera aislada, se da a la par de nuestra historia personal, de nuestra educación familiar, escolar y cívica. Un ejemplo de esto es que pese a que el que estudia historia del arte, teoría del arte, sintáctica, gramática visual y técnicas de representación, no tiene necesariamente un juicio crítico afinado, no tiene criterio. Como no hay garantías, al final la responsabilidad individual se traduce en poder de selección. Para un juicio pertinente y justo en las selecciones, se debe ir contra la naturaleza humana: supervivencia, competencia y predacion. Se debe construir un basamento sólido que se sobre ponga a las mayorías y que disponga a su vez de ambiciones y rutas  consistentes. El error y el acierto son parte del camino, y el reconocimiento de ello depende de cierto pragmatismo pero sobre todo de mucha sinceridad.

     -¿Qué tengo que hacer primero?-  

Pregunta seguida de la primera. En realidad no debe haber repuesta para eso porque es de índole personal. Decirle a alguien lo que debe hacer va en contra de su educación y de sus espectativas, de lo que es como persona. Pero ya que pregunta, le digo que lo que debe hacer primero es ver lo que no le gusta (para ir contra sí mismo y comparar sus gustos superlativos con las variables existentes), y que acepte que su juicio merece tiempo para que evolucione, para que madure. 

 -¿Cuánto tiempo profesor?- 

-No hay una regla, depende de tí - Le. Dije. 

     Y ahí se frenan sus preguntas. El alumno quiere un instructivo, no un incentivo. No hay más que decirle. Es personal.