domingo, 12 de junio de 2022

El juicio de Sócrates y la medida del hombre


EL JUICIO DE SÓCRATES Y LA MEDIDA DEL HOMBRE

Disertación sobre el espíritu académico entre pares. Ejercicio crítico en la academia y el juicio humano en una visión comparativa con la actual


SÓCRATES: El par es una unidad de medida académica. La manera directa de determinarlo es por los grados o títulos académicos. Si los grados no son un reflejo fiel de la calidad de obtención y desempeño de los académicos ¿Cómo entonces se considera par una imparidad? Si las instituciones, en afán de sostenerse como tales, recurren a la permisión abierta para la asignación de los títulos sin el rigor pertinente ¿Cómo es que podemos llamar a todos los titulados pares, cuando son evidentes las diferencias? Si a los grados o títulos se añaden numéricamente los comprobantes del curriculum ¿Cómo determinar una medida universal ante la pluralidad de labores que muestran los comprobantes en el curriculum? Si el volumen del curriculum (medida también) determina un nivel de experiencia, expertise y tiempo invertido ¿Cómo es que no corresponde en muchos casos el número con la calidad? ¿Acaso la calidad es un factor de medida no incluido o no considerado? Si al número añadimos la calidad de las labores mostrada en el curriculum ¿Cómo se miden los niveles, calidades o importancia de las labores del académico, sobre todo si unas labores son de relleno y otras valen realmente la pena? Si los jurados que califican a los académicos fungen como evaluadores imparciales de sus funciones, experiencias, tiempo invertido y compromiso ¿Porqué no existen plenas correspondencias entre los resultados y a quienes se califica? Si los jurados calificadores, además del requisito para serlo, no muestran las mínimas virtudes de solvencia en sus compromisos de profesores o investigadores ¿Cómo es entonces que arbritan sin arbitrarse a sí mismos? Si la normativa dicta un porcentaje de unas actividades académicas o curriculares en comparación de otras ¿Cómo se determinan las importancias entre éstas? Si la luz de la investigacion realizada a través de publicaciones, ponencias, artículos, coloquios, congresos, simposios, etc. es un remanente de las labores de estudio, experiencia e investigación ¿Porqué predominan las publicaciones, ponencias, artículos, etc. mediocres? ¿Porqué el estudio —requisito indispensable e insustituible en la investigación— no es un parámetro directo de medición? ¿Porqué en lugar del estudio se espera del investigador una participación desmedida de coordinador, promotor y divulgador? La paridad como unidad de medida académica es, además de un intento fallido por sostener un sistema de identificación y aplicación de actividades, una unidad que carece de definición. Si la medida es insustancial y no es posible de identificar o determinar bajo criterios firmes y transparentes, el método infalible deberá ser la sinceridad del académico. Y aquí no tenemos ninguna manera de medir nada porque la naturaleza humana antepondrá siempre las pasiones a las razones, la necesidad de supervivencia a la necesidad espiritual y la competencia al diálogo. 

JUEZ 1: Sócrates, las normas se construyeron mediante comicios colectivos en donde participaron sabios de todas las áreas y de varias partes del mundo. La osadía de cuestionarlos no corresponde con la imagen que tus seguidores han hecho ver de tí como importante y determinante. Las razones a las que te refieres están presentes en cada uno de los estatutos y son tan eficaces que con ellos se materializan los coloquios que se realizan, que son cada vez más en número y más vigorosos en participación. 

JUEZ 2: La paridad es una razón universal, instituida por la academia como una forma fiel y eficaz de sostener y de reafirmar una identidad. Para que los exámenes de grado y coloquios se puedan realizar, se requiere de una colaboración colectiva, en donde el nivel mostrado mediante paridades pueda dar cabida equitativa y democráticamente a los veredictos y las voluntades de trabajo en los coloquios. 

SÓCRATES: Es evidente que el concepto de métrica y de razón no tiene ninguna compaginación, porque si el número, que ya es de por sí racional, fuera un reflejo, además de cantidad, de calidad, no tendríamos mayoría, sino minoría de títulos y de coloquios. 

JUEZ 1: ¿En qué cabeza cabe que la minoría de egresados con título y la minoría de coloquios pueda ser racional cuando el propósito de la academia es incentivar que todos sus allegados se graduén y participen activamente en cuantos coloquios haya, y entre más es siempre mejor? 

SÓCRATES: La razón aquí no es institucional, es humana. Los grados requieren por lógica que quienes han trabajo lo suficiente y han sido consistentes con sus compromisos de asistencia, puntualidad, asimilación de conocimiento y responsabilidad cívica sean no sólo graduados sino galardonados con un título. Y que los coloquios tengan la suficiente verdad sublimada en sus contenidos y en su número como para que valga la pena que existan ¿Pará qué queremos varios coloquios inverosímiles si podemos tener uno realmente consistente y elocuente? La cantidad aquí no debe ser consecuencia desbordada de volumen, sino de austeridad. 

JUEZ 2: Sócrates, si la austeridad fuera como dices y enarbolas, no tendríamos coloquios, ni a quienes titular, ni academia que trabajar. 

SÓCRATES: Pues más valdría entonces que no hubiera nada. La sinceridad es un tesoro que vale más que cualquier título o coloquio que por gratuidad se quiera sumar. Tener pares académicos no es disponer de quien tiene el título, sino de alguien que, con los mismos recursos cognoscitivos, el mismo espíritu critico y la buena fe, es posible disertar. Y disponer de un coloquio honroso es resultado de pares académicos capaces de proyectar en sus exposiciones temas de discusión lo suficientemente fuertes como para validar el tiempo invertido. El rigor de aprender, de enseñar y de ser capaces de discutir a través o como consecuencia de la asignación de grados y la gestión de coloquios debe ser una labor que prioriza en el espíritu, no en la institución. La institución es un vehículo normativo, regulatorio y organizativo, pero para que su labor sea integral debe asumir una responsabilidad conjunta entre su ejercicio político, administrativo y ético. Cuando se asigna el título a un académico que no lo merece o se apertura un coloquio raquítico, se cumple con las partes  normativa, administrativa o política, pero se carece de ética. Aquí el equilibrio entre las partes no es correspondiente con la cantidad, sino con la calidad. Los números no determinan, son consecuencia. 

JUEZ 3: La evidencia de tus palabras es como una serpiente que se muerde la cola. Si estás en un juicio es precisamente porque la mayoría no aprueba tus disertaciones, que por su actitud de resistencia no incitan la inteligencia sino que la perjudican. 

SÓCRATES: La mayoría como cifra dominante es efectiva en casos de beneficencia y ganancia, en donde la cantidad excedente o sobresaliente es medida suficiente para satisfacer un bien general o particular ¿Qué familia no se sentirá bendecida si su cosecha da más gracias a la lluvia enviada por benévolos dioses? ¿Qué empresario no se dará cuenta del cortejo que le hacen varias propuestas para hacer crecer su negocio? El beneficio aquí no es de ese orden. Con más coloquios y más títulos no ayudamos a la institución ni a la gente que lo recibe u organiza, sencillamente porque contradice el beneficio de la preparación y el grado de conocimiento que la misma institución representa. Ahí tenemos ejemplos tácitos, faltos de definición y exigencia, conjunciones entre indolencia e ignominia. El académico no es así, un número. Los pares representan la fórmula ideal que hace del Claustro un conjunto eficiente, capaz de enseñar, calificar y determinar lo que es correcto y lo que no, y al mismo tiempo de instruir con su ejemplo la autoridad pertinente que satisface las necesidades espirituales de los aprendices. 

JUEZ 1: Tu terquedad no tiene límites ¿Qué haríamos con el número de graduados y de coloquios que a tu juicio no merecen ser ni lo uno ni lo otro? Todos ellos tienen un lugar ya merecido en la academia, son doctos en sus materias, con discípulos de años y con proyectos previos y en puerta. Viven de eso y para eso. 

SÓCRATES: Viven de eso, pero no para eso. Sus plazas no justifican su lugar. Sus necesidades de primer orden son consecuencia, no compromiso. Así que si debo responder tu pregunta querido juez, la respuesta es que no debieran tener nada. 

JUEZ 2: ¡Qué osadía! Tus palabras de sierpe no son argumentos, sino alimento de un ser rapaz que ostiga y criminaliza ¿Cómo vamos a dejar en la desnudez absoluta a nuestros académicos, muchos destacados y con trayectoria? ¿De qué van a vivir? Más valdría, según lo que dices, que estuvieran muertos. 

SÓCRATES: No serían todos desde luego, pero sí sería la mayoría. Y los que dices que tienen trayectoria tan sólo han sumado años, pero no experiencia. Ni basta que estén muertos, pero sí que se dedicaran a otra cosa. 

JUEZ 3: Si la mayoría descalificas, siendo tú la mínima expresión de la minoría ¿Qué haría valer tus palabras si todos ellos quedarán fuera de la academia, a que se dedicarían? 

SÓCRATES: No lo sé, una pregunta insoluta requeriría de un factor experimental para responderla. Ahora bien, contestando a la observación sobre mi unidad numérica, un millón frente a un uno puede tener la fuerza, pero no la razón. La razón de ser de las cosas no se da por mayoría, sino por argumentación. 

JUEZ 1: ¡A la tumba con tus palabras! La academia necesita de más títulos y más coloquios para ser academia. 

SÓCRATES: ¡Exacto! Pero falta al número el ingrediente esencial, que es la calidad, y eso, amigo juez, es lo que menos tenemos. Necesitamos gente del campo, herreros, talabarteros, esclavos para fregar los pisos, pastar las ovejas y alimentar los caballos. No creo que se quedaran en la desnudez, hay mucho trabajo. 

JUEZ 1: ¡Insensato! 

SÓCRATES: Insensatos ustedes, que excluyen la virtud como factor académico y anteponen la osadía de la necesidad inmediata. La academia debe ser un ejemplo ético y normativo en la formación y gestión del conocimiento. Si no es así, no tiene sentido alguno.

JUEZ 2: Lo que tiene sentido en la academia es lo que insultas con tus palabras, lo que ofendes sin razón y lo que no tiene mesura ni medida. 

SÓCRATES: Si debemos emplear la unidad humana como medida debemos entonces verla en su integridad espiritual, que es todo lo que nos hace hombres además del cuerpo, y eso, mi querido juez, no es insensatez, ni ofensa, ni falta de mesura, sino todo lo contrario. La paridad como ya dije debe medirse con plena consciencia de quienes somos, y en eso cabe todo lo que podemos llamar formación, curriculum, trayectoria, experiencia o expertise. Lo que nos hace ser a través de lo que sabemos, la manera en que vemos lo que sabemos y la humildad que hace reconocer a cualquiera por lo que sabe o representa, que no lo sabe todo, que no siempre tiene la razón y que el conocimiento es una espiga con un vértice que crece cada vez que estiramos la mano para alcanzarlo, es lo que nos hace seres conscientes de nuestra humanidad

JUEZ 1: ¿Qué sabes tú de humanidad Socrates si sigues mofándote de la normativa institucional que ha estratificado nuestros escalafones académicos? ¿Cómo es que no comprendes la verdad absoluta que recubre el respeto que debemos a nuestros doctores que también son profesores, en donde se han consumado con esfuerzo, tiempo y tenacidad sus títulos, proyectos, investigaciones y libros, y que sin los cuales no tendríamos más motivos para continuar nuestras sesiones de seminario, ni nuestras gratas comuniones coloquiales, ni nuestra gozosa facultad de publicar y mostrar a los demás lo que el conocimiento hace en quienes se comprometen con tantas tareas? 

SÓCRATES: Si debemos mantener latente la llama viva del estímulo para tantas cosas que producen las labores académicas ¿en que momento cabe el estudio y la consiguiente llegada de la razón y la argumentación? Para aprender de aritmética, geometría, astronomía o filosofía debemos primero abrir un espacio a la comprensión de sus saberes, y luego, cuando el entendimiento ha aflorado como el brote de las primeras yerbas del deshielo, se le abona con el nutrimento de la especialización. Y cuando se es entonces experto, se deconstruye el conocimiento con cuestionamientos más complejos, aplicando las múltiples relaciones que entre las disciplinas alimentan el saber: multidisciplina, Interdisciplina, intradisciplina y exodisciplina. Aprender lleva tiempo querido juez, y en ese trayecto las dificultades de añadidura, corrección, visualización y comprensión son tan complejas como las materias mismas, pues el ego y la falta de ética intervienen como demonios inprevistos y sagaces, que hacen del docto un ser que sabe sin saber, conforme, un hombre de conocimiento pero sin virtud, un académico con grado pero sin capacidad autocritica, un archivo de datos sin capacidad crítica ni argumentativa. Las complacencias vienen en forma de cerrojos mesmerizantes, que hipnotizan con el autorreflejo, que empañan la visión y entroncan el portón. La mayoría, mi querido juez, se detiene en el trayecto. Saben que pueden pasar, pero deciden no hacerlo porque ya son quienes no son. El camino se cierra, la vela se apaga, el río se seca, la montaña se aplana y el viento no sopla. 

JUEZ 2: Sócrates, nada se seca ni se apaga, los grados son la cúspide de una montaña alta que cuando se alcanza, permite ver otros horizontes y recibir una densidad de viento diferente. 

SÓCRATES: Si fuera así, entonces tendríamos pares. 

JUEZ 1: ¡Son pares Sócrates! 

SÓCRATES: No lo son, porque la montaña no es única y porque el viento solo sopla y es distinto cuando reconoce la virtud en el académico. 

JUEZ: ¡Vanas interpretaciones! 

SÓCRATES: La interpretación no responde a una resolución, sino a múltiples probabilidades ¿Cómo puede ser par un doctor, con título, que no es capaz de demostrar en sus pesquisas que el tema que investiga vale la pena ser investigado y que es más bien un motivo para publicarlo y con ello sostenerse como miembro en la academia, que no atiende a sus pupilos, que es un desastre en sus horarios, que no revisa con cuidado y buen juicio los textos de sus tesistas, que se llena de proyectos para engrosar su curriculum, que se abalanza a la intemperie para gestionar los contratos que lo harán ver como un ente diplomático, solvente e institucional, pero que no sabe construir edificios de razón, ni mucho menos respaldarlos con su producción y ejemplificación? Seres capaces de hazañas elocuentes a la inmediatez, pero incapaces de sostener una línea constante con su voluntad, su presencia y su rectitud. Todos ellos favorecidos por la institución, incuestionados en sus asignaturas y en sus exámenes de grado y oposición. 

JUEZ 1: Solo los animales sostienen sus ímpetus con instinto y sin razón Sócrates, como tu lo haces ahora minimizando nuestra institución y haciendo menos la comunión. 

SÓCRATES: Los animales nos enseñan más que los hombres querido juez. El burro no rebuzna porque sí, las más de las veces se manifiesta porque tiene hambre, está cansado o necesita alivio. Los hombres por el contrario, hablan por hablar, regatean en vez de negociar, solapan en vez de administrar y maquillan la virtud con el interés material. El sacrificio no es para los hombres un estadio de gratitud, sino de perjuicio. 

JUEZ 4: ¡Traigan la cicuta!

JUEZ 5: ¡Y enciendan las lucernas, que el manto nocturno nos acecha!

JUEZ 3: ¡Y una crátera para el vino!

JUEZ 2: Sócrates, tu defensa es inútil como inútiles tus argumentos. Tu deceso es tu decisión, tu necedad indomable y tu terquedad, tu solaz infortunio. 

SÓCRATES: Si mis palabras con sentido no contienen el antídoto de mi salvación, que así sea. La traición a mi voz sería la traición al Espíritu de la razón. No deseo más que agregar que si con el conocimiento no viene el respaldo de la prudencia, la templanza, el valor y la justicia, no existirá jamás un motivo real para estudiar, obtener los grados, los títulos, las publicaciones y los coloquios que parten de toda matriz académica. Y que si el compromiso de la institución educativa no se rige por un matiz de cordura nunca tendremos saberes macizos ni complejos, sino raquíticas soluciones en forma y en contenido, incapaces de incentivar la máxima cualidad humana, y solventes tan sólo con engrosar los curriculums y gestionar las plazas.

    Que así sea, dadme el cíato para enjugar mis entrañas y partir digno.