sábado, 14 de noviembre de 2020

El árbol metodológico

 


El árbol metodológico. 

Una semilla que se siembra es un proyecto de investigación que nace. Un árbol que crece define su especie; y la forma, número y grosor de sus ramas son las aristas del tema que se investiga. Las ramificaciones del tronco representan una manera de incursionar más allá de sus límites, siempre con la mesura propia del tema. Un árbol maduro es la investigación en marcha, cuyo follaje y altura representa su nivel de nutrición especulativa, su hipótesis. Los frutos son las metas cumplidas, la consolidación de sus objetivos. El árbol dispone de un terreno fértil o estéril del que se nutre, que son la potencialidad del investigador, que determina si lo riega o lo poda, si lo fertilizar o lo olvida, si lo revisa o lo abandona, si recoge sus frutos o los descuida. El investigador conforme con un solo árbol, reafirma la expertise en su línea. El investigador que se ensimisma en una rama o en la textura de la corteza, ve un árbol completo donde hay minucias.

 El investigador que incursiona fuera de su línea no tiene un árbol, tiene un huerto con varios ejemplares y de distintas especies; y conoce del terreno, del abono y del clima que necesitan. 

     

Si bien la amplitud de la investigacion está enmarcada por la formación y la expertise del que investiga, también está limitada por las mismas particularidades de su línea. Los límites de cada disciplina son necesarios para hacer de esta una especialidad, pero también la convierten en un cúmulo de vacilaciones. ¡Ninguna investigación es totalmente ajena e independiente del entorno que la delimita! 

     La multidisciplina, entendida en la investigación como la integración de varias áreas con objetivos afines, implica para la metodología un ratio universae scientia dei, una modalidad polifacética, multitemática y polipraxis. Un ejercicio del conocimiento que trasciende la regla del método científico y la concepción de la ciencia como parámetro absoluto e inalterable. La comodidad del método y de las prácticas científicas son herederas y gestoras primero de la gnosiología y luego de la epistemología. La razón como fundamento del método posee vertientes inalterables a la luz de la lógica de reflexión y de aplicación, pero los acercamientos al método, que son reflejo de consensos sociales, son responsabilidad (y capacidad) de quienes lo promulgan. ¿Cómo interceder a las decisiones individuales y colectivas, que en afán de metas inmediatas, se conforman con solvencias gratuitas? 


El ejemplo más emblemático de la multidisciplina es el hombre renacentista, multifacetico, tratadista, científico y artista a la vez. Genio. Otro es el ejemplo griego, el de Sócrates, Platón y Aristóteles, el de la instauración de la dialéctica y de la deconstrucción, el de la reflexión por la reflexion.El hombre de la ilustración fue el último rescoldo de la gran disciplina como disciplinas, de la gran incógnita epistemológica. La ilustración propició la enciclopedia, la suma de todos los conocimientos y con ello, la absolución del mito, previamente entremezclados en las formas productivas e idealistas del Renacimiento y del Barroco. El hombre tecnológico de los siglos XIX y XX, que caminaba sobre vigas de hierro y paneles de hormigón, no representa en sí mismo a la multidisplinina, pero la promulgó. Los estandartes del capitalismo, que vivieron su origen en la máquina, la estandarizacion y el consumo, no promulgaron el gran conocimiento, pero asentaron las bases de la epistemologia moderna ¿qué podemos rescatar del método en nuestra época? ¿Qué debemos renovar y cómo lo podemos respaldar? 

     Pero la multidisciplina requiere además de referentes, de una conceptualización sobre la práctica del conocimiento menos estandarizada, acorde a una visión universal, a la contraposición de criterios dados, a la reflexión como paradigma de la erudición. Saber entender es saber ver. Saber ver lo que es entender es conocer. Y saber entender lo que se conoce es interiorizar. Las investigaciones muestran claras escalas de entendimiento y de introspección. Medirlas y sobre todo calificarlas, es un hito. 

     La inteligencia general por sobre las inteligencias es el estandarte de la toda concepción disciplinaria. El ser inteligente en secciones hace del ser inteligente global, nada (Referencia a Howard Gardner sobre los estratos de compromiso en la formación individual).

     La importancia del tema que se investiga surge de la comparación. La comparación surge del juicio, y el juicio debe provenir de la razón augumentativa, del sentido. ¿Todos los temas son válidos? No. Porque hay comparaciones banales y juicios sin sentido. Porque lo importante debe ser importante universal, repercusivo, no inclusivo. Porque lo particular debe estar imbuido de la razón universal. Porque la regla metodológica es trascendible y porque las cualidades, más que las cantidades, determinan criterios de validación y deben ser también, de auto validación. Círculos completos. 

     No hay aforos a la medida, ni normativa capaz de discernir lo que merece o no merece ser investigado. La decisión de elección es libre, pero sujeta a la capacidad de quien la realiza y sobre todo, a un espécimen amorfo y definido a la vez: el gusto. Si el gusto es esencial en la elección del tema, es entonces una decisión personal. ¿Pero y los encargos y el trabajo en equipo? Lo colectivo es individual con la aceptación y el compromiso. Lo impuesto es individual con la idea del trabajo que se respalda en sí mismo: la responsabilidad. Los gustos son superlativos cuando no parten de recursos argumentativos. La normativa del gusto descansa, como un fantasma de carne y hueso, en la conciencia ética, en la especulación visionaria, en la convergencia cognitiva y perceptiva y sobre todo, en la sinceridad humana. Con el gusto se satisfacen intenciones, pero también se justifican dolencias. No hay relatividad que justifique nada, el gusto es un aliciente que se aprende, se desarrolla y se moldea. Los árboles frondosos de la investigación dan frutos amargos, pero son plenos, son bellos y son antiguos, permanecen de pie. La amargura del fruto es amarga sólo a los paladares enfermos y primerizos. A los necios también. 

     Con el gusto viene el criterio de selección y con éste el calificativo, evaluativo y critico: el juicio. Lo que es, lo que puede ser y lo que debe ser. Los indicadores no son institucionales ni comerciales, no son los números de ediciones ni el renombre de las autoridades, no son tampoco las legislaciones ni las asignaciones. Son los contenidos. Este equilibrio entre el saber, la razón y el deseo es el juicio. En el saber está la confirmación del mundo, en la razón está la elocuencia de su significado, y en el deseo está la visión comparativa de sus elementos. Tener, querer o deber saber representa por sí mismo un esquema inicial de selección. Pensar, imaginar y discurrir es la herramienta del sentido, lo que valida la posición del tema frente a lo demás. Anhelar y soñar son para la investigación la clave del arco que sostiene su posición. 

 El espectro en que se distiende la razón entre lo correcto y lo incorrecto, entre lo bello y lo feo, entre lo bueno y lo malo, entre lo que me gusta y no me gusta requiere de una misma directriz racional: el argumento. Y el argumento, libre de prebendas jerárquicas entre disciplinas, es la elocuente manera de disentir sobre lo que ya se sabe, sobre lo que debemos o podemos saber y sobre lo que podríamos saber. Es también la racional manera de interceder en la duda. Es la suma de determinaciones que intercede entre la falacia y la veridicidad. La corroboración sublimada de experiencia sensorial, memoria y conciencia. 

     Así, el juicio es una dote en la que todos participan, pero que nadie acepta.

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