domingo, 21 de abril de 2013


 LOS POSADA DE POSADA

     Los siguientes párrafos, dedicados a Posada, corresponden a una conferencia que impartí en el Centro Cultural Mexiquense Bicentenario con motivo del aniversario luctuoso del grabador. Posada merece estar presente en esta investigación no sólo por su importancia histórica en los antecedentes del grabado mexicano, sino porque también empleó la talla al buril.


INTRODUCCIÓN.

A cien años del fallecimiento del grabador José Guadalupe Posada (Aguascalientes, 2 de febrero de 1852 - Ciudad de México, 20 de enero de 1913) y como un reconocimiento a su loable obra y a su inmensa aportación al Arte Mexicano, es de destacar, pese a la numerosa línea de publicaciones dedicadas a múltiples vertientes sobre su persona y su labor en la estampa, su aportación como “técnico grabador”. De las más significativas descripciones sobre su obra se han mencionado aspectos biográficos, su labor creativa como testigo y crítico de una época de transición para nuestro país, su importante aportación al arte mexicano reflejada en el periodo posterior e inmediato a la Revolución Mexicana denominado como “Escuela Mexicana de Pintura” y su intermitente consideración, dada su importancia, en el arte mexicano actual; sin embargo, poco se ha comentado abiertamente sobre su trabajo dentro del taller, los materiales y procesos con los que construía sus estampas, su inicial incursión en la litografía, la dependencia que de alguna manera mantuvo con la fotografía, la adopción de los nuevos procesos fotomecánicos de impresión (que pese a ello mantenía vigentes los procesos tradicionales como la talla al buril) y por supuesto su relación (circunstancial o implícita) con las Escuelas de Artes y Oficios y la producción editorial de su época. Los Posada de Posada son sus planchas, sus buriles, sus impresiones y todas aquellas minucias con las que configuró su obra.

 

HACIA UNA INVESTIGACIÓN HISTORIOGRÁFICA.

Investigando en fuentes bibliográficas múltiples, en mi relación con otras personas con intereses comunes y en el conocimiento directo de las técnicas de grabado que yo mismo he experimentado, he considerado viable determinar conclusiones elocuentes sobre la técnica de estampación de Posada, conclusiones a las que siempre es de agregárseles algo en razón no solamente de lo que merece una figura de su talla, sino del interés personal y gremial sobre los pormenores que el desarrollo de la historia en el campo de las Artes Gráficas siempre tiene algo que aportar.

     Para esta aportación sobre la producción de Posada, he considerado tres aspectos relevantes propios del quehacer del grabador que me parecen relevantes:

-         Los antecedentes y circunstancia del grabado en el siglo XIX

-         El dibujo

-         La elaboración de matrices y producción en serie, siendo esta última divida en dos partes: en cuanto a la producción de matrices y su actividad como impresor.

Merece reconocimiento para el gremio de grabadores la importancia del oficio de grabar no sólo en la transcripción de imágenes en las matrices, sino en la reproducción que de estas se obtienen (seguimiento y conclusión de la labor del grabador). A Posada no solamente debe apreciársele su labor como grabador, sino como dibujante e impresor, tareas que a la fecha nos describen inexorablemente la producción del grabado como disciplina multifacética y colaborativa; incluso en las formas de estampación comercial y publicitaria. La gráfica como disciplina artística contemporánea no puede entenderse sin considerar sus antecedentes históricos, su fuerte vínculo con vías en las que el impreso ha creado sus propias rutas, principalmente el libro; su capacidad multireproducible y sobre todo la presencia e interacción de materiales con los que se configura. Todo ello y en conjunto crean un carácter o una identidad que, a diferencia de otras disciplinas artísticas, conllevan un lenguaje propio y una confluencia de criterios de quienes lo practican y de quienes de una u otra forma se encuentran relacionados con ella.

     La academia, el desenvolvimiento de ciertas esferas dentro del arte y el diseño gráfico son básicamente los estadios en donde la gráfica se aprende, se determina, se aplica, se transforma o subsiste.

     Los modelos a seguir en las academias no solamente se ciñen a la enseñanza de materiales y procesos de ejecución de estampas, sino al vínculo existente con el ámbito profesional, siendo este publicitario-comercial en el caso de su aplicación al diseño gráfico, y expresivo en su desarrollo artístico. El artista gráfico, a diferencia del pintor, del escultor o del arquitecto, busca demostrar una identidad propia mediante la autenticidad de su discurso: el uso de la técnica, el fin o apoyo dibujístico, la interacción de sus elementos formales: la línea, el ashurado, el contraste, la textura y la mancha; añadiendo a esto el carácter propio del tipo de procedimiento empleado: en el tratamiento de las matrices, en el golpe de impresión y en la valoración de resultados. Una obra gráfica o una estampa deben verse o apreciarse no sólo por el discurso que la imagen demuestra, sino por lo que el mismo medio significa. La estampa es en sí misma un compendio de caracteres culturales que, insertados en ámbitos tan diversos, interrelaciona criterios y formas de apreciación correspondientes entre sí. Por eso, requiere del espectador un mínimo de conocimiento de lo que es una obra impresa a diferencia de un dibujo o una pintura.

     La disciplina del grabado lleva en su aprendizaje y desarrollo una adaptación y entendimiento dados los materiales y los procesos con los que se construye. El grabado implica una serie de tareas en su ejecución que requieren no sólo de diferentes pasos a seguir: dibujo o diseño de la imagen, transferencia invertida de ésta a la placa, entintado e impresión, sino  también una serie de factores sensitivos, propios de la técnica específica que se emplea, que requieren esfuerzos y atenciones particulares. Por ello, el grabador sabe de antemano que la creación de una estampa a través del grabado requiere de un conocimiento y de una sensibilidad otorgada mediante la práctica y la interacción con herramientas y materiales que constituyen en sí el motivo de su creación, y que sólo es posible ejecutar mediante el trabajo de taller.

     Un pleno entendimiento de la producción de Posada radica en primera instancia en un conocimiento fidedigno de los antecedentes del grabado de todos los tiempos y lo que de este se deriva en sus circunstancias históricas, sociales y culturales específicas. Esta vinculación historiográfica del grabado con la historia de la imprenta, la escritura, el dibujo, la ilustración y el diseño gráfico, justificada por los referentes documentales y por la reafirmación de criterios, términos y valores propios de estudiosos de disciplinas afines, define la situación cultural que se ha venido gestando desde su existencia. Entender la obra de Posada desde una perspectiva productiva implica un entendimiento primero desde el hacer grabado.

ANTECEDENTES Y CIRCUNSTANCIAS DEL GRABADO EN EL SIGLO XIX.

El siglo XIX para el arte mexicano tiene múltiples vertientes:

- Es un periodo de transición y consolidación para nuestro país, situación histórica que intenta mediante múltiples hechos reafirmar una identidad propia.

- Implica el apogeo en el uso de la litografía como recurso en la producción de imágenes impresas, luego de su inclusión en 1826 por el italiano Claudio Linnati de Prevost.

- Se identifica a la fotografía, cuyo surgimiento se le ha adjudicado alrededor de 1839, como un apoyo del dibujo en la gestación de imágenes, situación que el mismo Posada dispuso para la creación de sus grabados.

 
     En 1837 comienza el auge de la publicación de revistas impresas, que realmente llega a consolidarse hasta la segunda mitad del siglo XIX. Posada, quien ingresa como ayudante de Trinidad Pedroza a los diecinueve años, aprende los pormenores de la litografía y aprovecha sus dotes dibujísticas en sus primeras imágenes comerciales y caricaturas políticas. La técnica, que en esencia dispone del axioma: las sustancias grasas y acuosas no se mezclan, recibe su primer acercamiento al grabado con el conocimiento que implica el dibujo del lápiz graso en la piedra calcárea, el entintado mesurado y la delicada impresión en el rasero. Es una etapa formativa determinante en el artista, pues el contacto directo con los materiales y procesos en la producción de impresos implican un entendimiento del que se deriva una consolidación del oficio de grabar.

     En las décadas de 1840 y 1850 se define la usabilidad de la litografía como sistema de impresión por excelencia. Su refinado acabado, similar o idéntico al del dibujo a lápiz prioritariamente, que presenta gradaciones de grises que van desde el negro al blanco, y las cromolitografías, que son impresiones en blanco y negro coloreadas a mano, describen a la técnica como eficaz, tanto por la solución gráfica que presentan como por su adaptación a las necesidades comunicativas de la época. Una elocuente coincidencia con los aconteceres de índole popular fueron proyectados sobre todo en litografías. El grabado en madera, tan practicado en el periodo virreinal como instrumento difusor y evangelizador, no fue retomado a conciencia hasta finales del siglo XIX y principios del XX. El grabado en planchas de metal, que tuvo su apogeo a finales del siglo XV y principios del XVI en la Europa Central se practicaba con fines numismáticos y de refinamiento afrancesado en la Academia de San Carlos. La formación de los estudiantes en la Academia fue determinante para la proliferación de pintores consagrados como José María Velasco, Pelegrín Clavé, Agustín Arrieta y Hermenegildo Bustos. Grabadores: Luis Campa, Antonio Orellana, Buenaventura Enciso y Tomás de la Peña. Para finales del siglo, las intenciones modernizantes en el arte reflejarían a su vez intentos de modificación en la enseñanza que generaron pintores y grabadores con nuevas posturas: Germán Gedovius, Antonio Fabrés y Julio Ruelas. Las inquietudes de los nuevos estudiantes implicaban básicamente una oposición al academicismo.

     Al margen de la Academia, las escuelas de artes y oficios, los talleres libres y la enseñanza lírica en las imprentas mostraron siempre una inquietud productiva que si bien no cumplía con las expectativas institucionales de la Academia, lograba satisfacer el afán estético y comunicativo mediante etiquetas, cuentos, hojas volantes, carteles y periódicos. El mismo Posada fue profesor de litografía de 1883 a 1884 en una escuela secundaria de León Guanajuato y cobraba 15 pesos mensuales.



EL DIBUJO.

     ¿Puede considerarse a Posada un dibujante por excelencia? Por supuesto que sí. Esto se puede justificar de la siguiente manera, considerando tres aspectos fundamentales:

-         Concepción del dibujo en grabado.

-         Elocuencia formal y representativa.

-         Caracteres expresivos.

     Concepción del dibujo en grabado. El dibujo es y ha sido a lo largo de la historia un elemento al servicio de otras disciplinas, a la par que mantiene su autonomía como fín explícito. Como un elemento complementario del grabado implica apreciar al dibujo como una estructura del mismo, para lo cual se recurre a la idea del boceto o del proyecto; para lo segundo requiere pensar en el dibujo en el grabado como una acción implícita en su ejercicio. Uno no es mejor que otro porque de ello depende la intención del grabador y los mecanismos a los que recurre para satisfacer los encuentros a sus soluciones. En Posada, el dibujo es el grabado, considerando lo antes dicho por supuesto, en donde el trazo del buril y la herida en el metal por la acción del ácido representan por sí mismos los recursos para la construcción de las imágenes. Así, debe verse al grabador no sólo por lo que corresponde al empleo de las técnicas de grabado a las que recurre, sino por el lenguaje visual que como dibujante concibe. Dadas esas cualidades, Posada logró ser un excelente dibujante como grabador, caricaturista e ilustrador. En una cita del libro de Rafael Carrillo, se menciona la destreza de Posada en el dibujo como una anécdota que reafirma la importancia del oficio: “…era un hombre rechoncho, tipo de indio puro, de tal agilidad manual en su oficio, que mientras platicaba con  el dibujante Nicolás Urquieta, que me había llevado a conocer al grabador, éste me miraba de cuando en cuando rápidamente, mientras hendía un taruguito de madera con una afilada navaja, y de pronto levantóse, fue a una pequeña prensa de mano, entintó un rodillo y sacó una prueba de una caricatura de mi encanijada persona imberbe, tan admirablemente parecida, que nos hizo carcajear a los tres” (Carrillo, Rafael, pág. 30).

     En la multiplicidad de motivos se reconoce también la habilidad dibujística de Posada: retratos, paisajes, figuras humanas, animales, seres fantásticos, etc. No en balde su formación transitó también como calígrafo, ejercicio de escritura manual vinculado estrechamente con el dibujo. Es de mencionar también su capacidad conceptual en la elaboración de carteles, ilustraciones, viñetas, portadas, capitulares, exlibris, anuncios, etiquetas y toda clase de minucias representativas de las que diseñador actual profesional se consideraría inexperto, un tanto por la variedad y otro tanto por la claridad y exigencia comunicativa.

Elocuencia formal y representativa. En las imágenes de Posada se aprecia una solvencia y una elocuencia impresionante: maneja la proporción, el claroscuro, el ashurado, las calidades de línea, etc. Es decir, se percibe una conciencia inequívoca del espacio. De manera intencional, manipula jerarquías de tamaños, movimiento, contraste, etc. Y si bien no poseía los conocimientos que la formación de los estudiantes de la Academia de San Carlos tenían, intuía muy bien mediante el ejercicio del dibujo soluciones compositivas favorables. Un aspecto importante que ya mencioné al principio es el uso de la fotografía como apoyo dibujístico. Los apoyos de Posada en la fotografía son múltiples, lo que a ojos de muchos lo hace parecer inexperto, cuando en realidad es una reafirmación del carácter tecnológico de la época y de las virtudes de Posada como ilustrador, pues es por todos sabido el número de planchas grabadas por día que ejecutaba, llegando a alcanzar hasta quince imágenes en una misma sesión.

Caracteres expresivos. El dibujo, como otras disciplinas plásticas, posee cualidades específicas. Al ser una vertiente de la Gráfica, se emparenta inexorablemente con el grabado y funcionan expresivamente como una sola cosa. Lo impresionante de Posada, que no solamente es una reafirmación de las expresiones de Diego Rivera, Jean Charlot, José Clemente Orozco y Francisco Díaz de León sino del contacto visual directo de sus grabados, es el mensaje, lo que se dice con las imágenes. Posada no solamente tradujo en imágenes los sucesos de un momento histórico en México, dedujo poéticamente lo verosímil y desgarrador del ser humano que, como Francisco de Goya, transmitió su afán expresivo refinado; los vericuetos de la vida cotidiana los transformó en contrastes y ritmos de líneas, orquestados en una narrativa cadenciosa y omnipresente. Por ello la grandeza de Posada y su influencia en el arte mexicano.

LA ELABORACIÓN DE MATRICES Y PRODUCCIÓN EN SERIE. Para este apartado, es de mencionar por supuesto la importancia de la técnica de grabado en Posada y su actividad como impresor. Sobre lo primero, enfocaré mis palabras en el grabado en metal, pues es en donde su obra se desarrolló con plenitud dada su preferencia, comparada por ejemplo con las litografías, que fueron pocas en comparación. Los sistemas de producción tradicional de estampas a finales del siglo XIX: grabado en madera, tipografía, litografía y huecograbado en metal, si bien conocidos, no se utilizaban de manera equitativa por las demandas productivas (en serie) de los medios en los que se inscribían. Los procesos denominados como modernos, como el fotograbado, la serigrafía y la misma fotografía, comenzaban a utilizarse como sustituto de los tradicionales por su eficiencia, costos y rapidez. Posada supo adaptarse, recurría a la caja tipográfica tradicional con grabados en metal impresos en relieve y no en hueco, como se acostumbraba; dispuso de la fotografía como un apoyo dibujístico. El procedimiento por excelencia en los grabados de Posada es conocido como Zincografía o grabado en zinc, que implica en primera instancia la concepción del dibujo en positivo como relieve (como un grabado en madera) y no como hueco, consistente en dibujar sobre la plancha con una sustancia grasa para su posterior exposición al ácido. Rafael Carrillo describe el proceso  de la siguiente manera: “(Posada) Usó el método llamado guillotage, término adoptado en honor a su inventor, un grabador francés apellidado Guillot; procedimiento en boga en el reinado de Luis XV y que consiste en obtener el relieve en una plancha de cinc, por medio de ácidos, las imágenes en relieve que se desean reproducir. Para tal efecto se toma una plancha de cinc bruñida y desengrasada; se barniza su reverso y sus bordes; se dibuja su superficie usando tinta grasa, ya sea con pincel o pluma. A continuación se espolvorea el dibujo con flor de resina y se deja secar. Luego se sumerge la plancha en una cubeta de madera que debe contener una solución de agua y ácido nítrico a 3º Baume. Imprimiendo a la cubeta un movimiento de balanceo continuo a efecto de que al mismo tiempo que el ácido muerde el metal, se separen las sales que se forman por la combinación del mordente con el metal. El ácido corroe las partes no protegidas por la tinta grasa. La cubeta debe moverse unos 15 minutos, sacándose la plancha, lavándola y limpiándola de las sales que le queden con una brocha suave. Si es necesario ahuecar más la parte no protegida de la plancha que resalten las líneas dibujadas, se vuelve a meter en la cubeta, reforzando previamente la solución con más ácido. Cuando se considera bueno el resultado se lava la plancha, se la seca y limpia con la brocha y se la coloca sobre otra plancha de hierro calentada previamente a una alta temperatura, a efecto de que el calor funda y elimine el barniz protector.

     Al terminar este proceso se limpia cuidadosamente la plancha con una estopa empapada con un disolvente y se procede a montarla sobre un banco de madera (zócalo) quedando lista para imprimirse” (Ibid. Págs. 33 y 34).

     En palabras de José Clemente Orozco, el oficio de Posada, evidente en el tallado de sus placas, demuestra la fascinación de la técnica de grabado en su ejecución: “ Posada trabajaba a la vista del público, detrás de la vidriera que daba a la calle, y yo me detenía por algunos minutos, camino de la escuela, a contemplar al grabador, cuatro veces al día, a la entrada y salida de las clases, y algunas veces me atrevía a hurtar un poco de las virutas de metal que resultaban al correr el buril del maestro sobre la plancha de metal de imprenta pintada con azarcón” (Clemente Orozco, José).

     En unas placas originales de Posada que me mostró el maestro Alejandro Alvarado Carreño, colega grabador, pude apreciar que la labor del ácido no fue única. Posada empleó buriles para retoques sobre las planchas, previo trazo a la acidulación; y a la talla directa a posteriori. Los golpes del buril presentan tanto líneas descriptivas de las formas, como desbastes en las hendiduras de bajo relieves; esto con la finalidad de evitar entintados indeseados en esas zonas y de adecuar de manera conveniente la altura requerida de la caja tipográfica. Una herramienta recurrente en los grabados de Posada, el llamado velo o lengua de gato (término francés y español respectivamente), que consiste en una barra de metal con el extremo en puntas de variadas terminaciones, que produce al arrastre o tallado de trazos simultáneos que resultan en una pantalla de grises. Este recurso fue posteriormente retomado por los grabadores en relieve de principios del siglo XX, como Leopoldo Méndez.

     En cuanto a su actividad como impresor, primero debe darse por entendido que la disciplina del grabador implica múltiples labores a dominar para una mejor configuración de sus intenciones expresivas, comunicativas o de difusión. La labor dentro del taller de grabado puede gestarse de múltiples formas: varias personas ejecutan los dibujos, tallan las planchas, las acidulan, las imprimen y las presentan o difunden. Una mezcla de estos caracteres depende de la intención de su autor o autores, del género que comunica, del medio en que se inscribe y de la época en que se realiza. Lo que predomina como irrefutable es que las imágenes grabadas corresponden en autoría a quienes las diseñan y/o a quienes graban las planchas. En pocos casos y bajo circunstancias específicas se considera a los impresores como autores; y pese a que el trabajo de impresión es fundamental para la consolidación de un grabado, no se le considera una labor creativa o configurativa.

     Posada indudablemente entintaba e imprimía sus grabados, pero el espacio y las exigencias de un taller de impresión como en los que trabajó, implican una organización de distribución de responsabilidades en la que no es posible mantener un mismo ritmo y una misma jerarquización de tareas. Puedo atreverme a afirmar, dada la escasez de documentos para respaldarlo, que Posada era autor de sus imágenes en todos los sentidos: dibujaba los diseños, trazaba las tipografías, grababa las planchas, las retocaba y las imprimía. Yo mismo, en mi breve experiencia como ilustrador he tenido, pese al respaldo del diseño gráfico y de las circunstancias tecnológicas distintas de nuestros tiempos, que resolver múltiples aspectos en la solución de mis imágenes. Ahora bien, un aspecto importante referente a la autoría de sus grabados, presente constantemente en su obra es su firma, que, pese a que no se concebía aún a la ilustración y la caricatura como una obra de arte, proyectaba a través de su firma la inquietud de autentificar y resaltar su identidad en su trabajo. Los grabados modernos, cuya prioridad es artística, se rubrican fuera del golpe de impresión, es decir, fuera de la imagen y se escriben a mano y con lápiz. En Posada, como en muchos grabadores de su tiempo, se estilaba firmar los grabados en las planchas mismas.

     Por último, un aspecto notable que agregar sobre Posada es su capacidad productora, equiparable en número a la de Picasso. Posada produjo miles de grabados en su vida, situación que implica una reflexión sobre su incansable labor, la importancia del oficio de grabar a finales del siglo XIX y principios del XX, así como los pormenores comunicativos, propios de la época, en donde la tecnología determina pautas comunicativas, estéticas y formales en la creación de imágenes.

CONCLUSIONES.

     Sea este entonces, un interés por reflexionar en torno a un artista en particular, quien, en ningún  momento de su vida siquiera imaginó que su obra determinaría parámetros concluyentes para el arte Mexicano de todos los tiempos. En donde la delgada línea que determina lo que es arte y lo que no en una época, es circunstancial y en donde lo que importa es la labor del poeta que enaltece el espíritu de un pueblo.

 

Héctor Morales

11 de abril de 2013. Texcoco, Estado de México.