miércoles, 24 de noviembre de 2021

EL HOMBRE POLICÉFALO


Había una vez un hombre común y corriente que tenía muchas vidas, no porque viviera mucho o porque resucitara cada vez que se moría, sino porque tenía muchas cabezas en su alacena, mismas que se intercambiaba cada vez que quería. Había descubierto una fórmula infalible para que su tejido se regenerara y cicatrizara ipso facto cada vez que se quitaba y ponía otra cabeza. Su colección de cabezas era múltiple en personajes; tenía cabezas de hombres, mujeres, viejos, jóvenes, guapos, feos, rubios, morenos, pelirojos y por supuesto, su propia cabeza. Lo único que tenía que hacer era quitarse su cabeza con ambas manos jalándola hacia arriba y ponerse otra presionándola contra sus hombros. Su secreto le permitía mantener las cabezas en perfecto estado y que su salud física nunca se deteriorara por la incompatibilidad de tejidos. Las células de su cuerpo se fusionaba con las de las cabezas, permitiendo que los vasos sanguíneos, nervios, huesos y tejido muscular se hicieran uno con las cabezas en cada intercambio.

     Cada vez que se ponía otra cabeza, podía ser otra persona, lo cual le daba oportunidad de hacer todo tipo de tratos, relaciones y jugarretas con la gente, que no podría hacer siendo él mismo. Digamos que usaba su truco para esconder su propia identidad y así interactuar con el prójimo. Le pasaba más o menos como a los actores, que deben interpretar un personaje, con la diferencia de que no debía maquillarse, usar una máscara, peluca, ni un disfraz convincente. Su personaje era de carne y hueso y sus efectos especiales eran reales. Con cada cabeza adquiría las dotes que tiene cada persona a través de su cabeza: la voz, gestos faciales, y todo lo que se hace o expresa con la cabeza, como comer, estornudar, toser, llorar, escuchar, ver, sentir, etc. 

     La pregunta importante no es cómo le hacia con su vida personal real, sino cómo hacia para sostener un nivel anímico con tantas personalidades, para manejar el tiempo y para justificar a la gente quién era. 

La respuesta principal es que vivía sólo, eso le daba un margen de operación, y que nadie supiera su secreto, claro. 

     De su repertorio de cabezas tenía tres favoritas, una era de un viejo con cara de mapa, un rostro lineal en todo el sentido de la palabra. Le gustaba porque su voz era similar a la de un locutor, grave, de volumen firme, sensual y sin estribillo, lo que le daba al rostro un aire de seguridad y sapiencia, un rostro erudito. La otra era de una señora que lindaba los 40, de pelo quebrado, nariz recta y fina, con una somera división en la punta, de tez blanquísima, como la de una mujer renacentista pintada por Holbein, una mujer malhumorada a más no poder, pero deseosa todo el tiempo de compañía. La tercera era la cabeza de un afeminado. Un rostro mordaz y sexy enmarcado en una cabellera espesa y negra, de unos treinta años, de mirada penetrante, labios abultados y mentón saliente, con voz chillona y quejosa a la vez. Con esta cabeza se hacía pasar muy bien por un defensor del lenguaje inclusivo y los derechos humanos. 

     Tenía en su closet un abanico de ropajes. Todos de la misma talla, pero algunos con adaptaciones para verse más gordo, más magro o más musculado. No eran disfraces, eran ropas comunes que combinaba con la personalidad de cada cabeza. Su espejo hacía las veces de confidente y de juez de pasarela. 

     Gracias a sus metamorfosis, podía detener parcialmente el tiempo, pues la vejez resultante del deterioro de la carne no intervenía en su cuerpo cuando portaba otra cabeza. Además del tiempo, su conciencia de ser se había transformado. Sus dotes de actor policéfalo le dieron la oportunidad de "ser" muchas veces sin el deterioro emocional de ser él mismo, de tal manera que, al no tomarse en serio en cada personaje, podía verse a sí mismo a distancia, sin inmiscuir sus verdaderos sentimientos y emociones. Su cabeza original había pasado a ser uno más de sus disfraces. 

     Con la interacción cotidiana y con los cambios frecuentes de cabezas, terminó por confundir una con otra, así que por momentos trataba con la gente con una cabeza como si fuera otra, al punto de perder objetividad para los demás y para sí mismo. Cuando la falta de objetividad que le daba la identidad comenzó a ser más frecuente, terminó por darse cuenta que no era "ser" uno u otro en cada cabeza, sino no "ser" nadie y al mismo tiempo "ser" todo en sí mismo. Entonces dejó ser quien era, o más bien, quiénes era. 

     No se trataba de insensibilizacion porque para la presencia del ser se acepta su contraparte: lo sensible, en donde caben todo tipo de susceptibilidades. Era más bien desapego. El "ser" es primero por la presencia física y la conciencia, y luego por la afectación exterior, que incide en las acciones y en las ideas. La mente aquí participa muy poco y la planicie del ser desapegado nada tiene que ver con las identidades. El hombre policéfalo adoptó entonces una actitud desprendida. La máscara de sus identidades ya no le era útil para su satisfacción, sino para un propósito impersonal. Dejó de importarle el placer de sentirse y de hacer sentir a los demás alguien que no era, y dio paso a la acción libre de intereses, en donde sus sentimientos ya no tenían sentido. Sus acciones entonces se convirtieron en propósitos solubles pero firmes. La relación con la gente que trataba se convirtió en un reto y las importancias en desprendimiento. 

     Un amigo mío, budista por vocación, hubiera jurado que llegó al Nirvana. Otro, profesor de filosofía, hubiera sugerido que se convirtió en estoico, aunque lo racional en este caso no tuviera mucho que ver. La realidad del hombre policéfalo no fue ni lo uno ni lo otro. Se convirtió en lo que somos todos los seres humanos, un yo infinito que no se reconoce en sí mismo, sino en todos los demás. 

domingo, 21 de noviembre de 2021

EL DISEÑO NIÑO

 El diseño niño


Una jerarquía es (en las actividades que realiza el hombre), la prioridad, importancia, valor, predominancia o dominio de unas por sobre otras. El orden divino al que se refiere su etimología, el hieros, que en la antigüedad implicó como sustanciales a las corporaciones religiosas, militares y de gobierno, ha mantenido en esencia el mismo esquema. Las actividades sociales que constituyen la vida cotidiana, que hoy llamamos trabajo, han poseído en sí mismas una estratificacion acorde al comercio y a su implicación cultural.  Las comunidades hicieron del trabajo, mediante su repetición y su  evolución, la constitución de tecnologías, de formas de hacer y pensar propias e inherentes al ser humano. 

     Las disciplinas y los oficios poseen estratos, propios de acuerdos colectivos y en ciertos casos, de comicios legislativos. Las jerarquías son, por otro lado, resultado de identidades y de la sangre que las hace ser lo que son mediante el trabajo, desempeño y capacidad de cada uno de sus integrantes. Las jerarquías entre disciplinas han existido siempre, se han transformado y se han hecho a sí mismas de acuerdo a las voluntades que la función social, la economía, la religión y la estética han determinado. La naturaleza del orden y las imposiciones, producto de competencias, autoridades, presupuestos, políticas y guerras, han influenciado sus escalafones. 

     En la Edad Media, la relación de las funciones entre las labores de gobierno, guerra, impuestos, estatus, dominio y religión, determinó en los oficios manuales, una posición inferior respecto de sus contrapartes seglares. La sustancia que acentuó su estrato dependió de la idea del oficio como actividad familiar, en donde la herencia coincidía con la transmisión del trabajo y su posición social. El hijo del rey sería rey. El hijo del herrero sería herrero. 

     El diseño se parece mucho a la psicología, una disciplina joven, que se consolida como tal a principios del siglo XX, con antecedentes directos del siglo XIX y focos históricos de otras épocas.

     Como la psicología, una disciplina recelosa, que defiende su posición como disciplina pero que parte de otras y se sirve de ellas para reafirmar su función y su identidad, su mito. La psicología nace de la medicina, la filosofía, la antropología, la etología y la etnología. El diseño es hijo directo de las artes plásticas, el mercado, los medios de comunicación y la estética. Como toda disciplina inmadura, como niña caprichosa, rebelde y berrinchuda, transita entre contradicciones, ocurrencias y conjeturas. Desconoce a su madre (las artes plásticas) e idolatra a su padre (el mercado y los medios). Se autovalida como disciplina creativa, pero no reconoce sus dolencias estéticas y sobre todo, formales. Se preocupa de su papel frente a una realidad social, pero no justifica su irresponsabilidad ¿se da cuenta de sus incapacidades y las justifica con eso?. Se atiene a la pauta tecnológica, y al mismo tiempo contradice su paridad plástica. Se apropia de proyectos que ella misma define como diseño. No sabe cómo definir su nombre, más allá de la Bauhaus y su tinglado vanguardista, propio de personajes, obras y períodos "clave" del siglo XX. Por ratos, sin sentido pero con loca ambición, se emparenta con la mercadotecnia, los negocios, el lenguaje anglicista y con un tipo de pensamiento propio del hombre de oficina y del mercachifle. 

     Como la psicología, intenta nutrir sus ajuares con la ciencia, con el método y con la terminología ajena. Aunque en su sangre corren venas de pintura, grabado, dibujo, arquitectura, escultura y pensamiento estético, su visión no va más allá de su función, una función que no explica ni mucho menos argumenta su pluralidad productiva. Una función que es un intento más, de distinguirse de las Artes (cuando le conviene), de anteponer el valor económico y el estatus. Una función innecesaria en sí, pero útil para justificar todas las demás faltantes. Una función que pretende ser propósito, pero que disfraza los valores éticos con un espíritu práctico. Una función muy útil para adoctrinar a los estudiantes y convencerlos de que su valor no es histórico, ni técnico, ni artístico, sino jerárquico e identitario. 

     Como la psicología, se le añaden formas simples de sí misma que terminan por reconocerse como propias. De la psicología se han colgado charlatanes, como le pasa también al diseño, en donde el ejercicio intelectual es mínimo, pero el espectáculo es fastuoso. Del diseño se cuelgan todo tipo de formas visuales propias del mercado, en donde la moda y la publicidad, en vez de examinarse en sus vertientes reflexivas o banales, se miran como sublimes y esenciales. Su trascendencia, además de "lo social" y de su pretendida función, es a sus ojos, una aspiración pequeña, como la que todo niño tiene: soñadora, inmediata, romántica, atrabancada y falta de nutrimentos. 

     Jean Piaget propició parámetros fundamentales sobre el desarrollo cognitivo infantil, en donde establece como determinante a la lógica, pues de ésta depende la construcción racional del pensamiento. La capacidad del niño de concebir y abstraer el mundo corresponde - según Piaget-, con etapas concretas pero, ¿como y en qué momento de estas etapas se consolida el pensamiento lógico? y sobre todo, si con "el niño" nos referimos a un conjunto de personas de determinada edad y esta edad es un reflejo de su capacidad cognitiva ¿cómo se gesta la actitud comunitaria, que es también consecuencia de la cognición y de la abstracción? Si debemos asumir que las actitudes son correspondientes con grupos de edades, lo debe ser también con grupos sociales, pues lo que hace de la percepción un molde, es correspondiente o consecuencia de actitudes universales, es decir, de ambientes comunales. Así que, aludiendo a Piaget, y pese a la propuesta sobre las edades y la construcción del pensamiento, hay adultos niños, como hay grupos sociales niños, es decir, que sus actitudes, lejos de ser resultado de procesos cognitivos, son infantiles en razón de su incapacidad de procesamiento intelectual y por supuesto, en razón también de su comparación con los adultos, que son otros grupos sociales. El diseño mezcla sin discriminación la realidad real y la realidad inventada, como la que crean los niños cuando juegan. 

     El diseño niño, niño por su edad y niño por su alcance intelectual, es reflejo desde luego, como disciplina, de un estado de evolución temprana que sólo el tiempo, la responsabilidad y las circunstancias, harán prolongar su niñez o lo harán crecer para trascenderse a sí mismo, para madurar.

    El diseño es por momentos adolescente también, rebelde porque sí, naturaleza de convicciones a la deriva. Si hay algo de adultez en el diseño, es en brotes aislados, en personajes y obras emblemáticas, o en sus antecesores, que no se sentían ni se llamaban a sí mismos diseñadores. 

     La niñez y la madurez de las disciplinas es propia de su momento histórico, de la civilización a la que pertenecen, de su capacidad cognitiva, de su ambiente perceptivo, que se construye y construye a la vez, de su ambición intelectual, y sobre todo, del tipo se responsabilidad que asumen sus miembros. 

     ¿Una solución ante esta situación? Podríamos comenzar por establecer diferencias entre hacer diseño, ser diseñador, sentirse diseñador, pertenecer a una comunidad de diseño o mantenerse al margen de las identidades. Ser y no ser diseñador va más allá de sentirse diseñador. Y a ver, profesores de diseño ¿con qué argumento les contagian a los alumnos esa aversión por las artes plásticas? ¿Con la función del diseño? Les tengo una noticia: las artes plásticas o visuales también tienen funciones, unas se parecen a las del diseño y otras son las mismas que en diseño ¿ya se les olvidaron sus antecedentes? ¿O solamente los citan para justificar la juventud de la disciplina y así extender los tiempos? ¡A madurar jóvenes! ¿Se toma como personal, molesta? Otro síntoma de inmadurez: las susceptibilidades antepuestas al ejercicio intelectual. 

lunes, 6 de septiembre de 2021

SINE CIVILITATE

 


Sine civilitate. 

Una sociedad sin estado no es sociedad. El derecho sin una mayoría no puede aspirar a una uniformidad legal. La autoridad sin el procopio de una sociedad, no puede menos que vérsele como autoritarismo. El respeto es, antes que el que se debe al prójimo, el que se exige en sí mismo. 

     Lo que hace de una civilización, además de su tecnología, su arte, su territorio, su aparato social, su mercado y sus instituciones, es la construcción artificial del orden, es decir, de la oposición a la ley del más fuerte. Este esquema nos permite entender que los mecanismos de orden dentro de una comunidad no dependen directamente de la moral ni de la religión, sino del espíritu cívico. Las primeras culturas de occidente, que habitaron el área circundante al mar Mediterráneo y la parte central de Medio Oriente, fundadoras de las primeras civilizaciones (fenicios, asirios, babilonicos, acadios, etc.), comprendieron que la relación de fuerzas entre los individuos de una comunidad radica en la construcción del orden. Sin este edificio, la naturaleza humana persiste en la supervivencia y en la barbarie. 

     La civitas que concibieron los romanos, es el último eslabón de la tradición occidental por el derecho, por la legalidad y por la regla. Sobre este tablado se constituyó también la moral. 

     Pero, ¿cómo es que en una sociedad la regla se convierte en faro de sumisión, y cómo es que las palabras democracia y autoridad adquieren significados consecuentes y convenientes a caprichos que nada tienen que ver con la legalidad y la moral? 

     Se trata de un pueblo que no quería crecer (Ikram Antaki). ¿Es hereditario, es cultural, es la educación o la genética? Para los romanos, la virtus y la libertas conformaban una dualidad indeleble al ciudadano. La libertad consistía en el apego al margen legal, y en ello radicaba la virtud moral. ¿Por qué aquí y ahora no sucede eso? ¿Estamos en retroceso? ¿Los romanos fueron acaso superiores en ese sentido a nuestras ciudadanías? Las atrocidades humanas siempre han existido. Los romanos, como los hunos, carolingios, mongoles, otomanos, franceses, ingleses, españoles y mexicas, conquistaron otros pueblos, y castigaron con tortura y con muerte los desacatos. Las civilizaciones cultas fueron en general, guerreras y conquistadoras. Pero lo discutible aquí es la relación de fuerzas entre los miembros de una misma sociedad. El desacato a las leyes y la falta de moral van de la mano con la falta de autoridad y carencia de modelos. El comportamiento se hereda y la costumbre vicia las acciones. ¿Qué modelos tenemos? ¿Qué idea de lo que es y representa la autoridad tenemos? 

     En una sociedad inculta los modelos son artificiales y a la autoridad se le mira con recelo, como si esta no fuera regulatoria sino inquisitorial. Autoridad y gobierno no son lo mismo, moral y democracia tampoco. Aquí no hay exigencia, hay estupidez y ocurrencia. La represión es el trabajo que debe hacer cualquier autoridad para regular el comportamiento de la ciudadanía. Lo reprimible es lo que fractura la regla y la moral, lo que desvirtúa la civitas; y aquí sí, lo que reprime la libertas. Lo permisible no escapa a la regla, se reafirma en ella. El derecho de hacer lo que tiene derecho, da derecho a "ser" bajo derecho. 

     Sin civismo, sin capacidad de interiorización y sin una autoridad que regule, la naturaleza se autodestruye. El listado es enorme y abarca todos los espacios: la casa, la calle, la escuela, las instituciones, el transporte, el mercado, la política, las negociaciones, etc. A lo que se especifican y califican los actos: robo, asesinato, corrupción, engaño, malas palabras, violencia, violación, secuestro, conveniencia, falta de educación, etc. 

     Ser civilizado representa entonces una máxima individual y colectiva, en donde el comportamiento, regulado por una autoridad y vigilado por cada miembro que pertenece a una sociedad, acata con libertad su membresía y propicia así, su virtud moral. 

     Somos una sociedad de realismo mágico, de grandes artistas, de mucha historia y de gran culinaria, pero carente de espíritu cívico. Un espíritu que nos convierte en ciegos, en sordos y en mudos ante la gran posibilidad, que es la capacidad de ser conscientes y responsables de nosotros mismos, de dejar de mirarnos, y mirar lo demás. 

     Somos una sociedad sin civilidad, "sine civilitate", dirían los romanos para calificar a los bárbaros. 



     

     

     


domingo, 18 de julio de 2021

Jack Nicholson y el disfraz de Melvin Udall

 Jack Nicholson y el disfraz de Melvin Udall


Mi esposa dice que me parezco a Melvin Udall, un personaje de Jack Nicholson en la película "Mejor imposible", con Helen Hunt (Carol Conelly) y Greg Kinnear (Simon Bishop). No lo dice por mis amarguras, mi comportamiento errático y mis obsesiones -de las que por cierto tengo muchas-, sino por el tipo de aislamiento que muestra el personaje. Hay una escena en donde, después de un viaje que hacen los tres personajes principales en coche, Melvin comete una torpeza con Carol al mezclar su interés por ella con sus absurdas y directas conclusiones, cosa que termina en una ofensa y resulta en que Carol rechaza a Melvin. Lo que reconozco de mí en el personaje es lo directo y el intencionado y consciente aislamiento. La gente suele disparar a borbotones con armas de plástico y silenciador. A mi me encanta usar un rifle de francotirador y no me importa el tiempo ni el ruido del disparo, sino dar en el blanco. El precio de ser así es estar solo o aislado ¿Qué francotirador puede hacer su trabajo en medio del ruido, con un arma de juguete, con prisas y sin un análisis previo y exhaustivo? Pero no es el precio de mi personalidad, sino de la conciencia de saberse solo entre una multitud que le pone vueltas, adornos y disculpas previas a todo. No es queja ¿eh?, entiéndase que el aislamiento no es en mi caso destructivo, al contrario. Por otro lado está la objetividad, lo directo, que en México, si uno ofende al otro se le llama claridoso, y sólo en casos de complacencia se le dice sincero. Como yo no creo que las voluntades de tomar lo que se dice y se piensa del otro tengan mayor inteligencia que la política y la tolerancia, lo mejor es ser directo, y si eso me genera problemas, lo mejor es el aislamiento. Pero para la convivencia social tengo que ponerme un disfraz, de otra manera el tiro me saldría por la culata cada vez que voy a disparar. Así que, como Jack Nicholson usa un disfraz para convertirse en el intolerante y odioso Melvin Udall, yo me pongo el mío para transformar mi aislamiento en desapego y entonces convivir con los demás como si me importara lo que no me importa ¿Lo notan los demás? Lo dejo entrever tan bien, que de otra manera mi esposa no diría que me parezco a Melvin Udall.

martes, 16 de marzo de 2021

Palabras de un profesor a su alumno para que lea

 

Cartel del concurso "Invitemos a leer" 

Palabras de un profesor a su alumno para que lea.

Hablar sobre la lectura siempre nos posiciona contra la pared como sociedad y como personas. Como sociedad por la parte cultural que conlleva la responsabilidad de crecer como entes pensantes. Y como personas por la construcción individual que nos hacer ser, en lo que elegimos hacer. Claro que la lectura no es lo único que define a una sociedad y a un individuo, también están su lenguaje, sus costumbres, su arte, sus tradiciones y su vida cotidiana, pero leer es una labor humana que se ha construido desde hace milenios porque tiene que ver con la contención del lenguaje y el conocimiento. Es un vehículo de transmisión capaz de solventar y sustentar todos los temas y es también, un reflejo de retribución a nuestra historia como seres humanos. Los libros son una herencia que nos permite escuchar las voces de los muertos, de quienes hicieron el mundo que ahora tenemos. Cuando leemos revivimos y dejamos entrar las voces de Sócrates, Aristóteles, Shakespeare, Cervantes, Víctor Hugo, Sor Juana, Rulfo, Paz, Neruda, Lizardi... Y con las voces vienen los contenidos o las historias: tragedias, comedias, amores, guerras, recetas, etimologías, fórmulas matemáticas, teoremas geométricos, comportamiento de animales, cómo es el universo, la receta para preparar la comida, instrucciones para construir tu casa o cómo fabricar marionetas. Sobre lo que estudias, vas a encontrar mucha más información que la aprendes en la escuela y vas a descubrir que tu carrera es apenas el inicio que te prepara para saber más.

     La molestia o la incomodidad de leer no es algo ajeno a nosotros, como algo que existe en el aire y se te pega como el virus, no. No hay vacunas para que la gente se ponga a leer. Si no leer fuera un virus mortal, no tendríamos problemas de sobre población y sí tendríamos a la gente leyendo, en vez de ver televisión, hacer memes, ver el fútbol, ver Netflix, enviar mensajes por watsapp, dar likes, hacer marchas, quejarse del gobierno, salir corriendo a la playa en vacaciones, y tantas cosas más en las que gastamos tanto tiempo. Tampoco es algo que le competa exclusivamente al trabajo escolar. Aunque casi todos aprendemos a leer en la escuela, la verdad es que aprendemos a leer fuera de la escuela, cuando ya somos capaces de elegir leer sin la obligación académica. Es una idea que uno mismo se construye desde adentro. Si no quieres leer es porque no quieres. Si no te gusta leer es porque no has desarrollado un gusto por leer. Si te obligan a leer, lo más probable es que asocies leer con una imposición y no con un placer. Si te importan más otras cosas que no sean leer es porque le has cerrado la puerta a la lectura y se la has abierto a otras cosas. Si no has aprendido a relacionar la lectura con otras labores de formación y divertimento, es porque te lo han enseñado así, o tú lo has querido ver así. Si leer te parece aburrido, no es problema de la lectura, a lo mejor el aburrido eres tú. Lo cierto es que la lectura no se va a acercar a ti, tú debes hacer el puente. Hay gente que nació entre libros, como el hijo de un maestro, de un bibliotecario, de un escritor, de un historiador o de un vendedor de libros, pero la mayoría nacimos sin libros, nuestros padres se dedican a cosas que no requieren de la lectura; pero si ya estás en la escuela ya tienes un vínculo, lo que debes hacer es reconocerlo y aprovecharlo.

     No debo convencerte de que leas, el que debe convencerse a sí mismo eres tú. Además, la lectura es, por razones que sobra explicar, un ejercicio obligatorio de cualquier rama de estudio, ¡y tú eres un estudiante! Al final tu decisión de no leer no te quita tu nombre, ni detiene el tráfico, ni te va a dar cáncer, ni hará que llueva, ni te dará diarrea. Pero si decides eso, renunciarás a una parte de ti que te hará mejor persona en todo sentido. No digo que por hacerte lector asiduo resuelvas tu problema con tu vecino o con tu novia, pero lo seguro es que sabrás tomar una mejor decisión para resolverlo, y te darás cuenta también, que en tu profesión puedes aprender y hacer mucho más de lo que la escuela te enseñó. Ponte a pensar en los libros que has tenido que leer para hacer tus tareas ¿Cuántos de ellos has leído completitos? ¿Cuántos conseguiste para tenerlos y no sólo para hacer la tarea? ¿En dónde quedaron las fotocopias que sacaste? ¿Cuáles te dolió prestar porque no te los regresaron? ¿Cuáles estarías dispuesto a comprar porque son muy importantes en tu disciplina?

     Puedes comenzar con algo muy simple y que no demandará mucho esfuerzo: Escribe. Aunque la lectura es un ejercicio distinto de la escritura, están empatadas. Abre tu compu, tu cel, tu tableta o agarra un lápiz y un papel y escribe algo. Cuando escribes, obligas a tu mente a poner en orden lo que quieres decir. Tú decides sobre qué escribes, cuánto escribes y cómo lo escribes. Cuando termines, lee lo que escribiste en voz alta y piensa en la mejor manera de decir lo que escribiste. Entonces corriges. Escribir es un buen indicador del nivel de lectura que tienes, porque ahí se incluye la extensión de tu vocabulario, el uso de la ortografía, de los signos de puntuación y de todas las herramientas que enfatizan los rasgos expresivos.

     ¿Te cuesta trabajo, te da flojera, te aburre, te parece tonto? Revisa otras cosas que haces con frecuencia y hazte estas preguntas. Te vas a dar cuenta que hay cosas más tontas, más aburridas, de más flojera y que cuestan más trabajo que leer. ¿Qué sucede entonces? Regresamos al principio. Es personal lo que cada quien decide hacer, y en estas decisiones, hay o no hay control interior. Piensa, reflexiona, cavila, contrasta, y luego decide. No todo es, ni tiene que ser pura diversión. Para aprender algo debemos invertir en esfuerzo y en dolor, en sacrificio. Los lectores no se hacen de la noche a la mañana, pero piensa en tu edad, estás estudiando una carrera, ya no eres un niño al que se le deba decir lo que debe hacer, ya eres capaz de tomar decisiones.

     Ahora bien, si ya decidiste ser lector, no vas a tener un diploma por eso. Deberás mantener una constante de lectura para que seas lector siempre. No hay lectores en pedacitos. Este año leo y este otro no. Ya no leo porque ya no voy a la escuela, están muy caros los libros, los periódicos son muy aburridos, etc. Lo más interesante de ser lector es que nunca llegas a una meta, se abren metas que abren otras metas, y así. Es normal y es muy divertido. El reto más grande de un lector promedio es aprender a seleccionar sus lecturas, a escoger de un espectro enorme, no sólo lo que le interese leer, sino lo que le conviene leer. Aquí tenemos una paradoja común que es difícil de resolver ¿cómo hacer coincidir mis intereses con mis conveniencias en la lectura? Con la lectura el lector se construye a sí mismo, se va transformando y se va haciendo uno con lo que lee. Yo recomiendo que exista una mezcla entre lo formal y lo informal para que la lectura fluya. Una mezcla entre lo que, en un sentido académico, de investigación, de cumplimiento o de estatus vale la pena leer, y lo que por simple diversión quieres o puedes leer. Con el tiempo, los linderos entre estos polos se fracturan y el compromiso se vuelve gusto, como disfrutar el ejercicio físico, que, aunque cansa y duele, se vuelve con el tiempo costumbre y placer. Todos sabemos, seamos lectores o no, que lo que escribió Platón o Aristóteles es importante; ahí tenemos una lectura que nos conviene leer y que no leemos. Y todos sabemos quién es Harry Potter y hasta de qué trata; ahí tenemos una lectura de entretenimiento que tampoco leemos y que ¿nos conviene leer? La lectura como ejercicio intelectual y como entretenimiento son distintas dependiendo de los ojos que la leen. Así, para que inicies, es sana la mezcla, como comer comida nutritiva y, de vez en cuando, comer chatarra. Pasa con todo lo que percibimos o consumimos, sea comida, música, cine, arte, etc. Lo que nos hace libres de decidir, también nos exige ¿entiendes?

     Hay niveles de lectura, acordes con los contenidos principalmente, como hay niveles de lectores. Elige al azar lo que vas a leer, abre un espacio a otros temas, no te aferres a lo que ya sabes o a lo que te gusta. Con la práctica vas a aprender a distinguir lo que eres capaz de asimilar. Y vas a desarrollar una habilidad que te permita identificarte con lo que lees y con lo que te falta leer. ¿Cuánto tiempo? No es posible responder eso con precisión. Depende del tiempo que le dediques a la lectura, si además de leer escribes, si lo complementas con la nutrición del vocabulario y la terminología, del tipo de libros que lees, de cómo te involucras con otros aspectos relacionados con la lectura, como las ferias del libro, un taller de lectura, un curso de redacción, ir a las librerías etc. Depende también de la importancia que le das, en fin, de tu entorno. Hay gente que asimila esto en unos cuantos años, hay quien lo logra en veinte años y hay quienes no lo hacen jamás. Saber leer va más allá de conocer el alfabeto, hacer una tarea de investigación o llenar un formato para un trámite.

     Ten a la mano un diccionario de significados y uno de etimologías, así vas a poder entender las palabras raras y al mismo tiempo, ampliar tu vocabulario. Te va a ayudar también Internet para que conectes los datos que lees con los metadatos, es decir, con la precisión de la información.

     Lee los textos varias veces. El texto es el mismo, pero nosotros somos otros cada vez que leemos, por eso tenemos visiones distintas de algo que ya habíamos leído.

     Titúlate por tesis. Bajo esta modalidad estarás obligado a leer, a escribir, a investigar y, sobre todo, a pensar.

 

     ¿Sigo sin convencerte? No puedo hacer nada más.

     Para la próxima clase quiero un resumen de la clase en tres cuartillas, sin faltas de ortografía o redacción, con soporte bibliográfico de tres fuentes, un mínimo de cinco citas al pie de página, ninguna página con viudas ni huérfanas y un apartado para comentarios.

    

 


lunes, 1 de marzo de 2021

Platón y Teeteto conversan sobre estar y no estar en una clase virtual.

 Platón y Teeteto conversan sobre estar y no estar en una clase virtual. 



- Platón: ¿No son el derecho y la virtud razones suficientes para promulgar el respeto con la  presencia y la atención?

- Teeteto: Sí maestro. 

- Platón: Entonces, si el respeto implica la presencia y la atención ¿por qué otorgarle un valor a la ausencia, que no es otra cosa que una falta de atención cuando se imparte una clase?

- Teeteto: El argumento es que el alumno tiene derecho a su privacidad y puede, si lo decide, ausentarse.

- Platón: Si para impartir una clase se requiere la atención de los asistentes, tanto de alumnos como de profesores, debemos suponer que la presencia de ambos no es un derecho sino una obligación para que lo tratado y cómo se trata, tenga sentido. Y si la atención implica una forma de presencia por cuanto lo que se trata y se comprende lo requiere, no poner atención es una forma también de no estar presente. Y si estar presente y con atención, además del requisito para el desarrollo de la clase y disertación del tema que se trate, es entonces ser responsable, se debe estar y se debe poner atención. 

- Teeteto: Sí maestro, pero los coordinadores y directores argumentan intercediendo por los alumnos, abogando por su derecho a la ausencia y por ende, a la falta de atención.

- Platón: ¿Los coordinadores y directores dijiste?

- Teeteto: Sí maestro. Y también algunos profesores, que se ausentan con regularidad.

- Platón: ¡Vaya situación! Puedo entender la inquietud de los alumnos por la ausencia. Los jóvenes no tienen, primero, la audacia cognitiva que por la edad otorga la experiencia. Y segundo, la virtud del conocimiento que por asignación tiene el profesor. Pero lo que me preocupa más que los alumnos, que a fin de cuentas pueden moldearse como las vasijas de barro crudo del sabio artesano, son los coordinadores, directores y los profesores. No hay argumentos, sino ignorancia. La presencia del profesor es la presencia del tema y del conocimiento que se imparte. Su ausencia es la ausencia de todo tema y toda clase. La presencia del alumno es el propósito de la herencia. La ausencia del alumno es la incapacidad de la sociedad de ser responsable de la formación de su comunidad. ¿Cómo puede funcionar una clase si alguna de las partes falta en presencia y atención? 

- Teeteto: Maestro, entonces, si la atención es hija de la presencia ¿en donde queda la conciencia? 

- Platón: La conciencia entendida como la capacidad de reflexión y de interacción consigo mismo y con los demás, debiera ser suficiente para sufragar las dolencias de la irresponsabilidad. En los alumnos es un canal de doble vía, porque los jóvenes no han consolidado su camino y deben, bajo condiciones de legalidad y derecho, ser responsables; pero en los coordinadores y profesores es una pifia. Ahora bien, la ausencia puede ser un derecho cuando las condiciones y circunstancias de vida obligan a la persona, sea alumno, profesor o coordinador, a asumir su responsabilidad de ausentarse o de dejar de lado su atención en la clase, para eso el eje rector califica, sea este legal o moral. Pero otorgar el derecho a la ausencia y a la falta de atención no es más que un rescoldo político, un interés económico o una conveniencia de segunda mano. 

- Teeteto: ¿Qué quiere decir con conveniencia de segunda mano maestro? ¿Hay calidades de conveniencia o jerarquías en las conveniencias? 

- Platón: Lo que nos conviene de una clase no es necesariamente el conocimiento o el aprendizaje, como pudiéramos suponer de inicio. 

- Teeteto: Pero maestro, todos pensamos en la conveniencia de tomar una clase para aprender y acrecentar nuestro conocimiento... 

- Platón: Estas hablando por los demás. Las generalidades no funcionan en este caso. Son útiles para forjarnos una idea antepuesta de cómo funciona una clase o para que sirve, pero la virtud de aprender y de enseñar, y de valorar el conocimiento a través de la educación va más allá de las ideas. Te puedo asegurar que muy pocos alumnos, profesores y coordinadores saben bien cuál es la función de las clases. Además de tu comentario sobre la presencia y la falta de atención (con lo que comenzamos esta charla), están las valoraciones. La distinción entre las conveniencias tiene que ver con quién es la persona y lo que le interesa. Si al alumno le interesa la calificación más que el aprendizaje, más el espectáculo que la exigencia, más el grado que el conocimiento o más el estatus que el compromiso; o si al profesor le interesa más el dinero que su formalidad, más el descanso que el sacrificio, o más el escalafón que su ejemplo; o si al director le interesa más la autoridad que coordinar los proyectos, más la promoción que la cordura, o más la política que la academia, tenemos, además de un espectro amplio de conveniencias, faltas administrativas y éticas. Ponte a pensar que al alumno en la clase no sólo se le enseña de aritmética, geometría, teología, dibujo, física o astronomía, también se le enseñan actitudes. Y como actitud me refiero a todo lo que hace del ser, ser alumno, ser profesor, ser director y ser persona. 

- Teeteto: ¿Cuál es entonces la conveniencia ideal? 

- Platón: La que alimenta el espíritu. Es obvio que todos debemos comer, descansar, vestirnos, tener en donde vivir y trabajar. Todos hacemos eso, pero si solo es eso, no sabremos ser seres humanos en su totalidad. La clase nos enseña a honrar a nuestros antepasados, a conocer y asombrarnos del mundo, y sobre todo a aprender a ser responsables, y a sacrificar lo que sea necesario para lograrlo. No hemos dicho jamás que hacer presencia y poner atención en la clase sea sencillo. Debemos invertir tiempo, dinero, materia y pensamiento. Las clases no son gratuitas, debemos poner algo para que tengan sentido. La ausencia per sé no es elocuente, tenga ésta cara de no asistencia o de falta de atención en la clase. El profesor funge como tutor, y debe indicar el camino correcto y no solamente mostrar los referentes del tema que trata. Debe también, sin prevendas ni concensos políticos, exigir un compromiso total en sus alumnos. Y para que la asistencia del alumno valga y tenga sentido, debe solicitar toda la atención posible, en donde el alumno debe mostrar y demostrar que está presente en persona o visualmente y que toda su atención, por respeto y por interés verídico, es real. 

- Teeteto: ¿No debo entonces apagar mi cámara en zoom en clase por derecho maestro? 

- Platón: Como el perro, nos mordemos la cola. Si tú tienes derecho de ausentarte visualmente, tu profesor no sabrá jamás si estás o no estás poniendo atención. Todos ponen en la clase, alumnos y profesores, y todos deben por derecho y obligación, estar presentes y con atención. Si los directores y coordinadores apoyan la moción de ausentarse apagando la cámara, que la apaguen entonces todos, que apaguen el sonido y que las clases se den solas con la ausencia de todos. O todo, o nada. 

     Un poliedro es bello y es perfecto porque tiene todas sus caras ¿correcto? 

- Teeteto: Sí, así es. 

- Platón: Entonces, si un dodecaedro, un icosaedro o un cuboctaedro carece de una de sus caras, deja de ser lo que es, y por ello, ya no es bello ni perfecto. 

- Teeteto: De acuerdo maestro, de acuerdo. 

- Platón: ¿Qué derecho habría en calificar de poliedro al dodecaedro, al icosaedro y al cuboctaedro si le falta una de sus caras?. 

- Teeteto: Ninguno maestro. Sin al menos una de sus caras, ya no serían poliedros, serían formas incompletas. 

- Platón: Exacto. El derecho no da derecho a lo que no lo merece. La geometría nos indica eso muy bien, nos lo exige y no tenemos por qué dudar de eso. No hay jerarquías entre las caras de un poliedro, todas participan equilibradamente de hacer con su presencia, una unidad absoluta. 

- Teeteto: Pero la jerarquía de un profesor no es la misma que la del alumno.

- Platón: Desde luego que no. Pero eso no tiene nada que ver con la presencia y atencion de los asistentes a una clase, y al mismo tiempo tiene que ver. La autoridad legal y moral del profesor es una construcción natural que parte de la autoridad que da la edad y el conocimiento. Sin esta autoridad, el esquema educativo se convierte en una falacia. El ritmo, sentido, modo de ver y entender, dosificar el tiempo, el tipo de lenguaje y ejemplo provienen del profesor. Y para que esto se cumpla se requiere cierta autoridad. En la presencia del profesor ya deben estar incluidas estas cosas. La otra parte que construye la clase la pone el alumno, y es quizá la más importante.

- Teeteto: ¿El "todos ponen" que dijo, no iguala las responsabilidades de profesores y alumnos?

- Platón: La responsabilidad de todos en la clase es además de un asunto formal, un asunto ético. El ejemplo de los poliedros que tratamos se complementa con el observador que los mira. Un poliedro es un volumen y como tal, tiene tres dimensiones. Para que puedas ver todas sus caras debes girarlo o rodearlo. Jamás podrás ver todas sus caras simultáneamente. Si pensamos que cada cara del poliedro es un alumno de una clase y el profesor es el observador que lo gira o lo rodea, podremos entender el papel del alumno. Para que la precisión, uniformidad y correspondencia de cada cara sea perfecta, la presencia y atención del alumno deben ser obligatorias. El movimiento del poliedro le permite al profesor revisar cada una de sus partes e identificar los detalles que le permitan hacer correcciones, pero si falta una cara, el profesor no puede hacer nada, es responsabilidad del alumno. Aquí la autoridad del profesor no tiene nada que ver. Es la capacidad de interiorizar del alumno. 

- Teeteto: ¿Y cómo logra eso el alumno? 

- Platón: Consigo mismo. No hay manera de medir eso con precisión. Lo que hace a las personas, además de lo que aprenden en la escuela, es lo que ven y perciben del mundo y lo que eso forma en sí mismos. Lo de afuera influye en lo de adentro. Cada alumno es también un poliedro, y no hay manera de saber con exactitud lo que hay dentro. Podemos ver sus caras y el tipo de poliedro que es, incluso el material con el que está hecho por fuera y su textura, pero no sabemos bien de su densidad, no sabemos si es hueco o sólido. Generalmente son poliedros sencillos al principio, de pocas caras, de breve tamaño y escaza densidad. Lo indeterminable es la razón o cerrazón que los hace ser como son. La perfección geométrica en este caso, depende de cómo se forma el alumno desde adentro, con la participación de lo de afuera. Es un tipo de presión equitativa o modulada, en la que participan fuerzas internas y externas. 

- Teeteto: ¿Y los poliedros de cristal maestro? 

- Platón: Esos no existen en los alumnos, a menos que estén señalados por los dioses, por el genio. Los cuerpos geométricos de cristal están pulidos a tal extremo que son capaces de reflejar el exterior y permitir ver su interior. Además son muy livianos, su densidad es casi nula. Vemos estos casos en los sabios. Ahí tienes a Sócrates y Euclides, maestros ejemplares, comparables con poliedros de más de veinte caras, con incrustaciones y secciones complejas. 

- Teeteto: Maestro, debo ir a mi clase, lamento mucho interrumpir nuestra charla. 

- Platón: Recuerda que primero, lo importante en una clase es que estés en cuerpo y alma. El cuerpo es tu presencia física o visual; el alma es la atención que pones. Y no importa que el profesor o el coordinador no lo considere, lo importante es que tú te des cuenta.




domingo, 17 de enero de 2021

¿UN LIBRO PARA APRENDER A DIBUJAR PROFESOR?




¿Un libro para aprender a dibujar profesor? 

Cada tanto, un alumno de mi clase de dibujo, después de haberle enseñado por semanas o meses con ejercicios y conceptos lo que debe hacer para mejorar su dibujo, me dice que si le recomiendo un "libro mágico" que le sea útil para aprender a dibujar. Lo único que se descubre en esta pregunta es su falta de atención y su capacidad cognitiva para conectar lo que le enseño, con sus carencias de dibujo. Pero la situación va más allá, y tiene que ver con la idea que tiene de sus intereses en el dibujo y su capacidad de visión sobre el área a la que pertenece, sea esta diseño, arte, caricatura o una idea vaga pero determinante del mundo visual del momento, es decir, lo que la regla perceptiva de la época influye en él. Y más allá, sobre la lógica entre sus intereses y aspiraciones, y lo que debe poner para que cuajen sus esfuerzos y sacrificios. Esta es la clave de todo. La figura del maestro les parece insuficiente porque su idea, aderezada e indefinida entre la ilusión pre hecha de lo que esperan no es a la medida, es el mundo real, en donde han logrado omitirse a sí mismos, es decir, - yo no soy el problema, es la Escuela y son los profesores que no me enseñan bien o no cumplen con mis espectativas-
     Pero la pregunta sobre el libro encierra un problema más complejo que es la simpleza misma. Los ingredientes de esta novela son las escuelas, los profesores, los alumnos y el mundo visual que nutre las ideas. Los escenarios son las variables propias de intereses, ilusiones, obligaciones, inercias y capacidades. Lo complejo está en la variedad de todo esto. Los alumnos sin aptitudes dominan las categorías, pero también los hay talentosos, participativos, callados, flojos, faltistas, indiferentes, protagónicos, interesados en la calificación, desinteresados en lo que les pide su profesor, grillos, etc. Y una mezcla entre éstas, con formas caprichosas y estilos particulares: talentosos pero inconsistentes, participativos pero flojos, faltistas pero exigentes, callados pero propositivos, etc. En los maestros también hay una tipología, en donde dominan el espectro los que enseñan dibujo pero no saben dibujar. Los hay también, como sus alumnos: flojos, puntuales, callados, propositivos, etc. Pero su posición de maestros añade otras cosas: arbitrarios, ocurrentes, faltistas, hablantines, sábelo todo, etc. Influyen los mecanismos de enseñanza, los contenidos de las materias y hasta los espacios de las aulas, que enmarcan los motivos perceptivos y sensitivos que se tienen de la disciplina o del área. Un sistema educativo es como una obra de teatro, con su guión, su espacio y su presupuesto, en donde los actores y el público lo hacen ser lo que es. 
     La simpleza está en la actitud de los personajes, que es y puede ser cambiante. La decisión de aprender a dibujar se puede moldear y eso es tan simple como hacer corresponder la selección con el compromiso. Para aprender a dibujar lo que se necesita es lo más fácil y lo más difícil a la vez: responsabilidad. 
     Contesto la pregunta: -¿Un libro para aprender a dibujar, la receta secreta? Haz lo que te he puesto a hacer y repítelo hasta que quede perfecto. Cuando lo logres, te darás cuenta que no has hecho nada más que dar un simple paso-