jueves, 25 de abril de 2024

Ab uno, the fastest y la razón de ser del ser humano



AB UNO

Se alimentan y crecen en un saco vitelino por nueve meses, uno a la vez y rara vez más de uno. Su mundo es individual y sin embargo depende de los demás. Primero dependen de dos que los conciben y los nutren en la bolsa, y luego de cualquier maestro adulto que les indica cómo ver el mundo, cómo atarse a él. Cuando germinan, los humanos nacen sin dientes, sin capacidad motriz, sin autosuficiencia y sin una aparente conciencia. La definición de lo que es "ser humano" les llega después, en cuanto les salen los dientes y son capaces de morderse entre sí, de medir su entorno con la corroboración y el autoreflejo. Su naturaleza les da una oportunidad de redimirse: se les caen los dientes. Pero ninguno apela a su redención, a todos les crecen los definitivos, más fuertes, enraizados y más capaces para morder. Tienen una segunda oportunidad, se les caen definitivamente los dientes pero ya no tienen fuerzas para redimirse, la muerte está cerca y muy pocos se dan cuenta de su naturaleza perceptiva. 

     La corroboración es la reafirmacion de lo que perciben del mundo y de sí mismos en él, en donde el mundo es todo lo que no son y lo que son los demás como él, el "Ab Uno". El autoreflejo es la declaración final de lo que es el mundo y la definición de sí mismos en y cómo los demás de su especie. Ellos mismos llamaron a esto "crecimiento, desarrollo y evolución", y a su autoreflejo "sociedad, civismo y comunión". 

     En el universo cabe todo para el hombre, lo que se sabe, que se corrobora y refleja a la vez junto con él, y la indeterminada posición que adquiere lo que no se sabe para que se añada al espectro del saber y así colaborar en el reflejo. Lo desconocido bajo este esquema nunca es desconocido. El hombre se hizo experto en justificarse a sí mismo en todo lo que sabe y nada queda fuera de su alcance, ni siquiera lo que bajo su lógica merecería una explicación abstracta, como el motor de la vida, la muerte y lo que hace del todo un motivo sin forma ni precision: un dios creador. 

     Pero los humanos, aunque incapaces de ser independientes al comienzo, nacen con una cualidad inexcrutable que pierden después: su intrínseco vínculo con el todo, su "Omni Ab Uno" . ¿Por qué lo pierden después?  Porque son carne de cañón. ¿Por qué son carne de cañón y de quién?  Por nosotros y porque así lo decidimos. 

     Los seres humanos comienzan bien cuando nacen y acaban mal cuando crecen porque no ven lo elemental de sí mismos, no se dan cuenta del teatrino falaz de su existencia. Cuando son bebés lo tienen todo para percibir pero son incapaces de decidir. Y cuando crecen comienzan a decidir lo que no es su voluntad sino la voluntad de los demás, su autoreflejo. No les queda ya nada para decidir cuando son capaces de hablar, de ir a la escuela, de ver televisión, de usar su perfil en redes sociales, de tener amigos, de celebrar su cumpleaños, etc. En ellos existe una contradicción garrafal que nos favorece: de niños son puros y potentes pero incapaces de decidir por sí mismos; y de adultos, ya moldeados a imagen y semejanza de sus predecesores, usan las enteojeras de su imposición social. El universo es el que se construyen, no el que es. ¿Fue siempre así? No, el hombre es así desde que llegamos hace diez mil años. En otras galaxias no existe un ser con las cualidades del hombre, un ser mordaz consigo mismo, que rinde culto a su imagen a la vez que la destruye, que antepone las pasiones a su magia. Ningún ser en el universo fue nunca tan nutritivo para nuestro consumo, tan irreal para sí mismo y tan lleno de emociones de papel, nuestra despensa. 


THE FASTEST

Los expertos calcularon, desde su descubrimiento, hacer el viaje en diez años. Después de una intensa corroboración de mediciones astronómicas, físicas, matemáticas, de ingeniería y de muchas otras materias especiales, lo lograron. Al mismo tiempo, un ejército de ingenieros construyeron varios prototipos de naves con qué transportar a los pasajeros. Entre diseños, maquetas, protocolos, estructuras y cálculos certeros y otros fallidos, la definición del aparato se depuró en los mínimos detalles. Concluyeron que debía ser un transporte capaz de sostenerse por un tiempo prolongado y exhaustivo para llegar más allá del sistema solar, y resistir las inclemencias del vacío cósmico, la fricción de la atmósfera terrestre, de la estratósfera, de las ondas de rayos gama, de los -300 grados bajo cero en el espacio y de la contención de los elementos necesarios para la subsistencia de los tripulantes: oxígeno, agua y alimentos; pero sobre todo más allá de todo pensamiento, pues nunca se había intentado nada así, nada con un propósito de unificación, que involucrara un interés real.

     Los hombres lo lograron, en diez años hicieron el aparato-transporte y agendaron una fecha de lanzamiento de la nave. ¿Pero qué descubrieron para generar en ellos una inquietud tan ambiciosa como para querer hacer eso? Nos descubrieron. Vieron unas figuras furtivas en un planeta distante y concluyeron que eran producto de formas de vida. Nos vieron. Resolvieron que no están solos en el universo y que la vida extraterrestre merece la pena corroborarse. Por eso el viaje. 

     En sus inventos y por accidente crearon un visor cuántico capaz de captar las ondas lumínicas en su estado original. Lograron congelar el tiempo para ver el tránsito lumínico y por allí, nos captaron sin querer. La única manera de montarse en un rayo de luz y viajar en él es parando el tiempo. Se dieron cuenta que podían llevar su vista a la velocidad de la luz y que las partículas más pequeñas que la componen son resistentes a la velocidad porque implican una estabilidad cuántica única, inalterable al tiempo y al roce con el espacio, por eso las llamaron las "partículas fastest", lo más rápido o tan rápido como la luz. Siguieron con su visor un filamento lumínico que se extendía desde el sol hasta dos veces más allá de la distancia de la Tierra a Plutón, o sea, a 18, 000, 000, 000  de kilómetros. La luz que emite Plutón tarda en llegar a la Tierra 4.5 horas luz, así que nuestro planeta se encuentra a 13.5 horas luz de la Tierra. La nave que construyeron logrará llegar a su destino en 20 años terrestres, apenas una milésima parte de la velocidad de la luz. Los tripulantes sentirán el tiempo en su viaje en apenas tres veces menos que si el tiempo transcurriera en la Tierra. Aun así no sobrevivirían el viaje de ida. Planearon llevar consigo una reproducción genética de la tripulación para solventar el problema, de tal manera que cuando muera el primer escuadrón, los embriones clonados ya tengan la suficiente edad y preparación para suplirlos. Estimaron que sus reemplazos estén preparados a los 17 años, edad que estimaron suficiente para concretar una capacidad cognitiva autosuficiente, lo que daría tiempo también a los antecesores para terminar la preparación y compartir con sus clones sus últimos días. Y cuando estos mueran repitan el ciclo. A su regreso a la Tierra habrán pasado al menos 5 generaciones de tripulantes, un estimado de 400 años terrestres. 

     Cuando la nave llegó al planeta distante no encontró nada. No había agua, ni aire, ni seres orgánicos. ¿Cómo entonces concluyeron que había rasgos de existencia ahí? La lectura de su visor fue exacta. Los filamentos de luz dejan una estela uniforme cuando viajan, y cuando llegan a su destino se convierten en patrones geométricos multiformes que se mueven como los cristales de un caleidoscopio; es cuando la luz se refracta o rebota en otras direcciones. Cuando vieron que había algo más notaron que los filamentos no dejaban estela alguna y que no había ninguna respuesta en su choque sobre su destino. Simplemente se absorbían como espaguetis y desaparecían, como si nunca hubieran partido de ningún punto, algo parecido a un agujero negro pero en minuatura. Pero notaron algo más. Después de la trayectoria de la luz pudieron captar como en un parpadeo, una sombra fugaz en la oscuridad, como un animal veloz que irrumpe en la maleza y luego ya no se ve. Los llamaron "the fastest", palabra derivada de las partículas lumínicas. Éramos nosotros. 


LA RAZÓN

Las cosas más importantes del universo no se comprenden con lenguaje, pensamientos, ciencia,  civilización, moral, filosofía ni religión. La materia del sentido de todo está compuesta de tiempo, conciencia, energía, silencio y ausencia total de pasiones. Nada de lo que es y ha hecho el hombre desde que él se reconoce como tal (el autoreflejo) contiene el sentido real de las cosas. Sufren una implantación, la que les instauramos.

     El hombre tuvo el tino de descubrir que hay vida fuera de la tierra, pero nunca supo que siempre la ha habido. Menos aún, nunca supo que la vida no es sinónimo de materia animada, sino la suma de elementos intangibles en un patrón de conciencia, de estar consciente. No se dio cuenta que la vida que ellos conciben como tal no es la única forma de vida. 

     El invento de su visor fue infalible, pero lo pensaron como un instrumento astronómico, no como un instrumento óptico aplicable a cualquier espacio en donde la luz transita. Ese fue su error. Tampoco se percataron del papel de ellos mismos en todo eso. Pensaron que su descubrimiento era una factor externo, un fenómeno que seucede en el universo pero que es ajeno a la Tierra y a ellos mismos. Su curiosidad por saber qué hay más allá del espacio no dejó de ser nunca un satisfactor de su morbo más que de una inquietud real por descubirse ellos mismos en lo demás. 

    Los humanos no pueden ver las sombras en la oscuridad, menos si éstas se mueven a la velocidad de la luz y menos si consideran que sus emociones, sentimientos y todo cuanto hacen son propios y no una calca hecha por un agente externo. Y menos aún si no los sacas de la idea de la vida como una cuestión orgánica o biológica, insisto. No descubrieron ni descubrirán jamás el sentido de su existencia y de todo cuanto es en el cosmos no sólo porque la accesibilidad a todo ese conocimiento no está al alcance de ningún ser existente, sino porque así lo decidimos nosotros.

     Lo que hace "ser" al hombre mantiene la llama viva de nuestra supervivencia, nos nutre, es nuestra comida. Sus sentimientos son nuestro alimento; sus pensamientos y decisiones son el guión y el teatrino que nutre esos sentimientos. Y lo que les queda es una imagen falsa pero poderosa, un espejo de sí mismos que implantamos como el granjero le pone a sus caballos anteojeras. Ven y hacen lo que queremos para así estimular la materia prima que nos alimenta. Los bocados más deliciosos son los que les nacen del ego. Intuyen muy bien que eso los ata a algo (a nosotros), pero quedan tan débiles que no tienen la potencia para redimir sus pecados y corregir sus prioridades. La estupidez humana no es propia de su naturaleza, es un implante artificial, tan eficaz, que ellos mismos utilizan para justificar su desazón espiritual: —Es que somos seres humanos, nadie es perfecto, equivocarse es humano, etc. — Dicen. 

     ¿Por qué no se dan cuenta de esto? La ignorancia es el último resquicio que les queda después de comerlos. Cuando llegamos a su planeta vimos que el hombre volaba más allá de lo que ahora percibe, y hacía de su mundo un espacio extraterritorial, en donde no había límites volitivos. ¿Todo lo humano es entonces nuestro pleno control? No, no todo pero casi todo. Sus estructuras científicas y sus obras de arte son una muestra pequeña de lo que el hombre es capaz por sí mismo de hacer, pero ojo, no es toda su especie, son unos cuantos. Y esos pocos no corrigen la estupidez mayor de los demás. Es más, en los más grandes genios del arte y la ciencia hay los más grandes idiotas también. Las excepciones son aún más que exclusivas. 

     Cuando su nave arribó a nuestro planeta quisieron ver lo que no se puede ver. Vislumbraron, eso sí, la posibilidad real de otra forma de vida, pero nunca supieron que los seres extraterrestres son inorgánicos, que se mueven a la velocidad de la luz y que se alimentan de ellos, como el ganado, el pollo y el pescado que ellos cultivan para la carne que comen. Pero en vez de carne nos comemos sus ideas de superación, de competencia entre sí, de éxito, de que hay un dios, de envidia, traición, chisme, lujuria, glotonería, odio y todas aquellas formas del autoreflejo.

     La nave regresó con cada uno de los clones de sus parientes originales. No trajeron muestras a su planeta de nada de lo que habían visto porque no había nada. Lo que sí reconocieron fue que en el viaje, con cada suplantación generacional hubo un cambio respecto de los que se quedaron en la Tierra. Los tripulantes regresaron impávidos e impertérritos. Las emociones de quienes los recibieron no eran compatibles con ellos. Regresaron limpios, completos, desapegados. 

viernes, 12 de abril de 2024

Cómo se hace una tesis según Umberto Eco

 


Eco. —"Al prepararnos para una profesión por ejemplo, en lugar de acrecentar nuestros alcances, lo habitual es que terminemos volviéndonos individuos sedentarios, aburridos, sin creatividad y sin motivación" (cito a Carlos Castaneda). Como estudiantes aprendemos rápidamente a no esforzarnos realmente por nada y a identificarnos con los demás, que tampoco se esfuerzan por nada. Aprendemos más bien a justificar nuestras incapacidades y a tomar las rutas más cortas para ganancias artificiales. Tener una profesión ya no representa los primeros sueños de consumacion integral del ser humano, sino disponer de un papel que nos represente, de un sistema social que se autovalida con cualidades mínimas y de un entorno que ve la competencia como un acuerdo de sobre posición primitiva, en donde el ego es primordial. Lo malo de todo esto es que la madurez que da la edad nada tiene que ver con el paso del tiempo del profesional. El que nunca se responsabilizó de sí mismo nunca será capaz de verse en un espejo y echará la culpa a los demás de su situación, sobre todo si ésta no le favorece. Para esta visión, el éxito no se encuentra en el conocimiento, la congruencia y la asertividad, sino en tener más y mejores condiciones para medirse con el prójimo, como una actitud predatoria: —¡Quítate tú para ponerme yo! —. La competencia aquí nada tiene que ver con las competencias académicas y profesionales. Me parece que la palabra está mal empleada porque "lo competitivo" es un concepto de medición entre contrincantes, y eso lleva siempre a poner en relieve los fantasmas del egomaniatismo. 

     El éxito real del profesional no es graduarse, tener trabajo de lo que estudió y alcanzar los máximos estándares de jerarquización entre salarios, publicaciones, becas y reconocimientos, sino saber integrar lo que sabe con lo que le falta saber, mantener una constante de disciplina, vivir sus circunstancias desfavorables como un gran reto, saber elegir y estabilizar sus compromisos emocionales personales con los de los demás, a fin de que pueda establecer linderos claros y fuertes entre sus capacidades, sus sacrificios y sus ambiciones. 

Señor X. —Pero el que aspira a una profesión espera por obviedad dedicarse a eso, vivir de eso. Sería contradictorio que alguien estudie medicina y termine haciendo otra cosa. 

Eco. — Claro que habría contradicciones, pero no son como tú las ves. Mira, el que estudia una carrera y no eligió esa profesión con la pasión, ganas y conocimiento previo de lo que implica ya está de entrada mal. El que estudia una carrera y deserta en el camino también. O el que logra graduarse y es un licenciado mediocre. Las circunstancias nos dan muchos datos para bien o para mal. Es posible que alguien estudie algo que no le gusta por equis circunstancias y termine siendo muy bueno y responsable, como alguien que invirtió todo su esfuerzo y no logró nada en el campo laboral. El quid del asunto no es ver el éxito profesional como sinónimo de tener trabajo, sino de implicar en el camino los mejores recursos para aspirar a ser mejor ser humano. Al final no importa a lo que te dediques, sino implicar el máximo esfuerzo, compromiso y responsabilidad. 

Señor X. — No puede ser maestro. Eso sería dejar de ser parte de la sociedad misma. Si alguien estudia una carrera es para dedicarse a eso después, para trabajar de eso. 

Eco. —Te vas a los extremos. No podemos dejar de ser parte de nada y al mismo tiempo no tenemos por qué ser parte de algo. Piensa en el compromiso real de los actos de cada ser humano y ahí sí que encontrarás contradicciones. Para el sentido común no se necesita pensar que eres congruente con la sociedad, sino dejar de ser un idiota en una sociedad que estimula y valida la idiotez.  El que estudia para ser licenciado, maestro o doctor no piensa en ser el mejor, sino en tener un buen salario y un estatus que lo raifique como licenciado, maestro o doctor. Y para eso no se necesita más que estar de acuerdo con la sociedad. Si no hubiera estos contrastes permisibles en la sociedad no habría doctores titulados o con honores y al mismo tiempo mediocres. ¿Es pensar o ver las cosas al revés? Pues sí, pero no existe ningún aliciente que estimule la situación de la vida profesional si no hay una contraposicion a los consensos sociales o institucionales. A fin de cuentas lo que concierne al potencial del ser humano de manera real y directa es su capacidad de escrutinio, no la aceptación consecuente, fácil y agachona de lo establecido. 

Señor X. —¿Qué hacemos entonces con la gente que triunfa en su profesión, son acaso fracasos disfrazados de méritos? 

Eco. — Los trabajos, becas, estímulos y proyectos son necesarios para validar el trabajo profesional, pero son al mismo tiempo un entramado falaz si no se antepone un juicio asertivo e impersonal que los valide. 

Señor X. — ¿Cómo puede ser algo impersonal lo que valide el trabajo profesional? Solo que se vaya a vivir a la luna... 

Eco. — Te acercas bastante a la respuesta correcta pero no le atinas. El triunfo en una profesión es como un ritmo sostenido e intermitente en donde el reto se mantiene vigente ¿entiendes? Como no existe un punto final, no hay nunca una meta parcial o definitiva de éxitos. El éxito representa la firme convicción de buscar algo en la profesión (eso es impersonal), no de "ser alguien". Nos han embarrado hasta el cansancio con la idea de "ser alguien" a través de los estudios y la preparación, cuando lo que debemos hacer es reconocer de lo que somos capaces mediante la disciplina y la responsabilidad con uno mismo, no con los demás. Si un profesionista nunca se propuso serlo, o quiso serlo en otra prefesión que luego abandonó por otra; o que nunca logró los cometidos requeridos en conocimiento y destrezas pero ganó la plaza o la beca; o que se hizo rico sin proponérselo y ahora ve a los demás como fracasados; o esconde sus secretos de fracasado para que los demás lo vean como un líder exitoso; o simplemente aprendió muy bien el engranaje social que lo reconoce y lo coloca en una posición privilegiada frente a los demás, nunca será un verdadero profesional y sobre todo, todo tendrá que ver con él y no con lo que él es capaz de ser. El espíritu del hombre no tiene nombre ni apellido, es a través de cada quien y por eso es impersonal y a la vez es lo que es en cada quien. 

Señor X. — No entiendo nada. 

Eco. — (Risas). 

Señor X. — ¿Qué pasa con la gente que no se formó en una profesión? 

Eco. — Más allá de las clasificaciones  que hacen de las labores una profesión, un oficio, una ocupación, un desempleo, una jubilación o un sabático, debemos ver lo que es el ser humano en lo que hace. 

     La gente que no estudió por decisión propia o porque no tuvo los recursos para hacerlo sabe muy bien que la vida profesional representa por sí misma algo más que estudiar, trabajar de lo que estudió o establecer jerarquías a través de eso. Saben muy bien que estudiar es una oportunidad de tener una oportunidad, a menos que sean tan idiotas que lo desdeñen como una posibilidad de vida. Pasa más o menos lo mismo con la idea moderna de ser empresario, en donde el concepto se ha hecho atractivo por representar un mérito personal y al mismo tiempo económico, sin tomarnos la molestia de examinar lo que eso representa. 

     No hay garantías de calidad en las personas estudiadas y no estudiadas. La posibilidad de estudiar es un privilegio que pocos aprovechan, y las circunstancias de no poder estudiar no son de ninguna manera desdeñables ni inferiores a las profesionales, sino una circunstancia o decisión de quienes las viven, en donde el factor humano está inexorablemente presente. En nuestra época quien quiere estudiar lo puede hacer y quien no, no. El poder de decisión es mucho más amplio que en el pasado.

Señor X. — Pero hay gente que en verdad no tuvo la oportunidad siquiera de ir a la escuela primaria. No tuvo el apoyo de su familia y nunca pudo verse en los estudios superiores para ser así un profesional. 

Eco. — Conozco muchos casos de éxito y fracaso, todos los días me entero de alguno. Y en todos ellos la constante es la falacia del ser humano, que no ve más allá de lo social o lo institucional. El error es cuando vemos el campo profesional como una pista de carreras en donde unos cuantos se pueden inscribir y en donde hay una meta al final. No es así. La meta no existe y no hay con quien competir si no es con uno mismo. Esta es la época más abierta y con mayores facilidades para que quien quiera estudiar lo pueda hacer tarde o temprano. Ya lo dije, el problema es que quien decide estudiar no lo hace con plena conciencia y el que decide no hacerlo tampoco. Entre estas dos vertientes tenemos casos muy esquemáticos y otros tantos muy divertidos y poderosos. Tenemos desde un chico de 18 años que sus padres lo obligan a estudiar otra cosa ajena a lo que quiere. Un egresado de su carrera que se hace profesor más por necesidad que por vocación. Hasta un ignorante y revoltoso que a punta de mitotes y zafarranchos políticos logra ser presidente. No tengamos lástima por quienes no pudieron estudiar, pero tampoco ensalcemos a quienes tienen un doctorado. En cualquier caso lo que hace al hombre no son los títulos ni la falta de estos, sino el tipo de movilidad que tiene para canalizar su energía en algo que valga la pena. Y si ese algo valioso implica no tener una profesión ni un oficio, que así sea (Risas). Lo que potencializa al ser humano no es necesariamente si estudió o no, sino la inefable virtud y voluntad en que canaliza su energía. Los moldes entre tener que estudiar, tener que trabajar, tener que pertenecer a un núcleo social o tener que desarrollarse mediante esquemas de tipos de empleos, méritos, becas, proyectos, promociones, recomendaciones y demás usufructos sociales son necesarios para subsistir, pero son al mismo tiempo un impedimento de independencia.

Señor X. — Eso es contradictorio maestro. Lo social obliga al profesional a ser en su profesión a la vez que lo coloca en el lugar que merece.

Eco. — Lo que hace al ser humano no son los consensos sociales per sé, sino la manera en que selecciona y sobre todo, adecúa lo impersonal a sus reservas de energía. La tramitología para pedir una beca o una promocion son tan exhaustivas y exigentes y a la vez tan falsas, que el respeto al investigador se pierde y las competencias por los puestos parecen más una carrera por la carnaza que un apoyo real para lo que vale la pena.

Señor X. — ¿A esta visión como debemos hacer una tesis?

Eco. — (Risas) Con asertividad, conciencia, escrutinio, buena asesoría, responsabilidad y una buena dosis de desapego. 

jueves, 1 de febrero de 2024

La discusión en los coloquios

PARTE 1

La gente es el coloquio. 

Los encuentros formales y fortuitos generan perspectivas de apreciación. Ningún coloquio se escapa a las apreciaciones de sus miembros y participantes, ya sea como expositores o asistentes. La formalidad antecede la sinceridad, por eso no se discurren los intercambios, se frenan.     

     Cuando la discusión nace en las preguntas y los cuestionamientos, la dialéctica sucede. Pero un hálito de orgullo siempre la hace parecer agresiva y no falta quien interviene y la detiene, como referi, buscando reconciliar. Cuando se busca la reconciliación se renuncia a la discusión. Y cuando se reconcilia no hay conocimiento, hay pasión. La reconciliación busca satisfacer las susceptibilidades; no hay razón, hay pretensión. La razón aquí no es argumentación, es desapego. La susceptibilidad es la antítesis del diálogo y el conocimiento.


PARTE 2

Cursos light: academia light

Como ayudas, asesorías, rellenos curriculares y buenas intenciones, los cursos, congresos, coloquios y libros hechos  en escuelas y universidades públicas y privadas avalan propuestas elementales o estériles. Sus nombres son consecuentes de temas de moda: igualdad de género, lenguaje inclusivo, feminismo, perspectiva de género, identidad, sustentabilidad, diversidad e inteligencia artificial. Todo ello enmarcado con letras doradas de "buenas prácticas" , "importancias"  suscritas y "afanes" artificiales.


PARTE 3

La anteposicion del yo. 

El conocimiento real no contiene en sí mismo aranceles del yo, sino un homenaje al alud de conecciones entre lo que es el mundo, lo desconocido y una minúscula visión, que en el investigador es notoria cuando es clara y a la vez, discurre su asombro por lo inalcanzable, por lo que no se puede saber. Si no es así será tan sólo la mirada fija en el ombligo. 


PARTE 4

Matusalem de ayer y de hoy. 

Nada ha cambiado. La historia no discrimina, recoge todo y es ahí también en donde el valor que otorga el sentido al saber se nulifica. No es que la historia comprenda en sí misma una labor insensible o acrítica, es que la testificación y recogimiento de los hechos comprende también una interpretación humana. Así que lo complejo deja de serlo y lo fútil es entonces complejo. 

     El inteligente no será más el que demuestre nada. Entre los extremos de saber y no saber se han construido apariencias para engañar a los que menos saben, a los tontos. El idiota ahora será sabio porque aunque no sepa nada tendrá inteligencia emocional. Y el condescendiente tan sólo sabrá que lo que conviene a su integridad no tendrá validez espiritual, pero sí material. 

     Lo que otorga el poder de elección y decisión sobre cualquier cosa no es más producto del saber, sino de la ignorancia y el poder.  Así fue y así será. 


PARTE 5

Abstencion y participación. 

La comunión es una manera de ser en los coloquios, como también lo es la lectura, la escritura y cualquier modo de producción especializada, constante, intermitente y vigente que genere auténtica reflexión. 

    La abstencion es no hacer comunión, como no leer, no escribir y no producir nada. Como nada es también asistir al coloquio y no estar en espíritu. Como nada es también no leer lo que vale la pena leer. Como nada es también escribir y exponer con objetividad, juicio y sentido de responsabilidad. La incapacidad de establecer viscicitudes con el ejercio del conocimiento es también no hacer nada, aunque se vaya al coloquio, se exponga un tema, se escriba un libro y se obtenga la beca. Nada es participación si no se es consistente. 

     Como asistente, no todo lo que se expone en un coloquio vale la pena verse. No es el gusto por los temas, es el interés y la asertiva y certera construcción de sí mismo como espectador ¿Para qué ver algo que se sabe o se identifica que no vale la pena verse? Lo que es consistente para otros no tiene porqué serlo para sí mismo y sin embargo existe una línea que debe verse para entenderse ¿Para qué quedarse? ¿Por cortesía? ¿Para satisfacer a los organizadores? ¿Para quedar bien?


PARTE 6

Comodato

    La regla se autodelimita. Las partes ética y legal requieren de elementos perceptivos y prácticos, que son también contractuales. Se trata de un recuadro que sintoniza lo que se piensa y se hace en el coloquio. No se habla de él más que para delimitar con mayor ahínco el recuadro, el contenedor de todo. Estar dentro del recuadro es estar de acuerdo con él. Lo que hay dentro es también la idea preestablecida del método científico, de las maneras en que se redactan los textos, se hacen las ponencias, se gestionan los presupuestos, se tramitan las becas, se llenan las solicitudes, se recurre a los favores, se repliegan los reclamos o se establecen las jerarquías. Fuera del recuadro jamás se explora, ya sea por miedo y sobre todo, por incapacidad perceptiva, cosa que por cierto, poco o nada tiene que ver con la razón y el consenso. ¡Eso también es ciencia! 


PARTE 7

La investigación 

Saber o conocer nunca es ajeno a nadie. Tener que saber es un epíteto de la vida porque sin conocimientos no tendríamos sustancia para ser ni hacer nada. Bajo este entendido, utilizamos nuestro intelecto primitivo en todas las cosas. Hay quienes creen que esto no corresponde a la inteligencia sino a la simple percepción, pero eso es tan sólo una reacción clasificatoria, una tendencia primitiva que tenemos por hacer de todo una ramificación de variedades. Claro que hay cosas que vale la pena saber y otras que no sirven para nada, pero eso no es en términos estrictos a lo que nos dedicamos cuando clasificamos las cosas o cuando las elegimos, sino una manera de evadir la responsabilidad consigo mismo.

    Cuando me topé con el concepto de investigación en términos académicos o formales pensé que era tan serio como ridículo, porque si bien sus premisas se basan en el saber, son al mismo tiempo satisfactores sociales que no tienen mayores ambiciones que el reconocimiento, la competencia y el engrosamiento del currículum. Saber más para estas cosas dervirtúa el propósito del conocimiento porque lo reduce a las banalidades de retribución inmediata. La capacidad para saber, ya sea por mera percepción, experiencia o estudio es una cualidad humana; tener que saber con conciencia y libre elección es una responsabilidad sucinta. Si los productos obtenidos de las investigaciones, como libros, ponencias y congresos redundan en la difusión y con ello en la creación de mas conocimiento para sí mismo o para compartirlo, es una tarea humilde y honrosa. Pero el problema son los moldes y sobre todo, cómo y con qué se rellenan. 

   Como los consensos de la investigación se encuentran socialmente instaurados y posicionados en la academia, es a través de la escuela que se derivan todos aquellos nichos en donde la investigación se define, se especifica, se modula y se autovalora. Las autoridades institucionales definen las calidades de los investigadores si éstos corresponden con las reglas del SNI, no con la validación que por sí mismos suscriben en sus labores. 

     Siguiendo con las clasificaciones, la experiencia de aprender mediante un ejercicio de hacer algo con la disposición de un método o instrucción y un factor de repetición y corrección, se llama práctica. Contrario a esto, la teoría deriva en un aprendizaje cuando se ponen en contraposicion o en relación factores reflexivos, independientes hasta cierto punto de su aplicación. 

     Pero la práctica se nutre de la teoría y la teoría se debe corroborar con práctica. Los elefantes blancos de la investigación son tótems que se idolatran con estructuras bien establecidas de razón y proposición, pero que no incluyen a la corroboracion; como se idolatran también con ánimos y enjundias colectivas los éxitos parciales y definitorios, aunque éstos sean estatuas de miga y mentiras.  

    Una colega expuso una vez su incomodidad por los requisitos para una beca del SNI por el número de papeles y lo complejo de la tramitologia. Le dije que lo engorroso de todo eso era un tributo al orden prehecho en que se posiciona en los proyectos, lo que redunda en una falta de respeto para el investigador. Molesta, defendió los tramites y me dijo que así son las cosas y debemos cumplir con la regla. 

El que enseña necesita de ambos (del trámite reglamentario y de la buena fe) para demostrar lo que sabe y cómo ha hecho él mismo con ese saber un cúmulo de corroboraciones. Ser y no ser parte de un sistema en las investigaciones es la necesidad de estar y ser ajeno a la vez, para satisfacción propia y colectiva. 


jueves, 18 de enero de 2024

La mesa de los locos


Como Fiona, de día son unos y de noche son otros (alusión al personaje de Shrek) 


Nos instalamos en el hotel "Las Embajadoras" al suroeste de la Ciudad de Guanajuato. Bajamos de la camioneta, una Ichi van blanca, donde cupimos todos en el viaje.

     Nos repartimos las habitaciones, descargamos las maletas y seguimos a nuestro guía, mentor y maestro.      

     Atravesamos la ciudad hasta llegar al centro, donde nos recibió Jorge Labarthé Ríos, responsable cultural. Estaríamos una semana, que era lo que duraba el curso, mismo que daría el maestro con nuestra ayuda en el Museo del Pueblo.

     Después del compromiso, quedaba un pedazo de sol. Entonces íbamos a pintar paisaje a los cerros. Cayendo la tarde regresábamos al hotel y aunque ya era hora de descansar, los hombres se inquietaban por ir a tomar, excepto el maestro, que se iba derechito a dormitar. 

     Un compromiso extraño que coincidía con la noche y que, como le pasa al hombre lobo con la luna, convertía a mis compañeros en animales. Ya no eran los apacibles y atentos ayudantes o pintores de cerros, sino unos locos que como con Alicia, irrumpían con improperios, atrevimientos y sin sentidos, todo eso enjuagado con alcohol, música fuerte y luces muy bajas, casi en penumbras. 

    Uno de ellos en particular, a quien invité al viaje, arremetió conmigo con la clásica frase del macho bebedor: —¿Qué no vas a tomar? ¡Andale hombre! ¿O qué, no eres hombre? ¡Tómate una aunque sea! —. El más decente conmigo no me insistía nunca y sin embargo era el mayor y el más mal hablado a la vez. Los aguantaba un rato y esperando una oportunidad me levanté y dí las buenas noches para regresarme al hotel —¿Ya vas a empezar? —Dijo mi invitado especial, ya borracho. —¿Cómo voy a entrar si estas dormido? —Me dijo gritando en medio de un sonsonete musical y con una autoridad que ni mi madre asumía para el regaño. A regañadientes me dio la llave del cuarto que compartíamos. 

     Al día siguiente despertaban como resucitando de una batalla campal, con mal aliento, breves quejidos y torpeza motriz al caminar. Nos preparábamos para ir a desayunar y luego, como si no hubiera pasado nada, otra vez atentos y diligentes con el maestro y bromistas con los demás. El maestro se safaba de la responsabilidad, sabía de las trapacerias nocturnas de sus ayudantes pero no los regañaba ni los criticaba. De alguna manera era cómplice también. Al año siguiente, en otro viaje, lo mismo. Las noches de locuras entre gritos, risotadas por cualquier tontería y ruido musical.    

  Esto se volvió una constante que agarraba ritmo en cualquier lugar al que iba con gente a trabajar, ya fuera en Guanajuato, en Oaxaca, en Aguascalientes, en Michoacán o en el Estado de México, sin falla, con hombres pero con mujeres también. Una de ellas me dijo en Aguascalientes que cómo desdeñar siglos de historia, mitología y tradición de un elemento ancestral, que eso era cultura, refiriéndose al alcohol, más bien, a tener que tomar alcohol. Otra loca me dijo en Oaxaca que el mezcal era sagrado, que tenía una marca propia de mezcal y que en el nombre de Carlos Castaneda su marca respetaba los ritos indígenas de mazatecos y mixtecos. En Juchitán también, al llegar después de un viaje criminal de 10 horas en autobús, muertos de hambre y de sed, lo primero que nos ofrecieron fue alcohol, no comida ni agua. Y un grupo de estudiantes, después de unas clases que les impartí, esperaban la caída del sol para arrinconarse en una tiendita pueblerina a la orilla del centro cultural para emborracharse con cervezas.

      La cordura, la razón, el buen juicio, el respeto y la responsabilidad nunca fueron la intención ni el ser del Sombrerero loco, la Liebre y el Lirón. Pero entre frases tontas pero rítmicas, complejas pero obtusas, chistosas pero atrevidas, grotescas y groseras, los locos desbocan un dejo de ingenio y sensatez, a lo que Alicia desbanca su incomodidad a la vez que su reclamo: —No sabía que la mesa era suya—. 

     Mis colegas bebedores no discurren sus frases y sus actos entre concordancias rítmicas, ni con adivinanzas, ni juegos de retórica genial, ni mucho menos entre tazas de té al aire libre en una mañana solaz, no. Empapan su doble ser con alcohol, una justificada relación entre lo que son y lo que no son, o en otras palabras, como dicen el Sombrerero, la Liebre y el Lirón referente a pensar lo que decimos: —que sería lo mismo decir [veo lo que cómo] que [como lo que veo]; que [me gusta lo que tengo] que [tengo lo que me gusta] y que [respiro cuando duermo] que [duermo cuando respiro]—.

     Aquí ¿sería lo mismo decir [me embebo cuando bebo] o [bebo y entonces me embebo] ? La embebez no es por el alcohol, es por la incapacidad de interiorización, de unificación y concordancia del ser. Aquí tendríamos que hablar del espejo de Alicia, pero esa es otra historia. 

sábado, 23 de diciembre de 2023

El viajero redimido

 


Llegué a cualquier hora, no sé si tarde o temprano.

Traspuse el portal, y las miradas, como esperando, como atentas a un suceso memorable

       se insertan sobre cualquier visitante que llega. Soy visitante. 

Sin titubeos, el líder abrió su trinchera y me invitó a la mesa (no es una formalidad suscrita, es un impulso primitivo). 

El espacio es una sala pequeña y apretada con una gran ventana, que se baña de resolana matutina

           y de fuego crepuscular por la tarde.

Un umbral ignorado que invita a breves periplos.

Los guardias del lugar me integran sin mesura, sin análisis previo a sus letras, sin un enjuague anticipado a sus cercos de angustias. Se desnudan y se tapan con cobijas de miedo. 

Agradezco y no agradezco. Me desboco y me retraigo.

               No es mi espacio y es mi espacio a un tiempo. Mis letras salen pulidas y    

                              jabonosas de mis labios. 

Predigo cambios. Las flechas de sus miradas mantienen su firmeza. 

Hundo el pie en el clutch y piso el acelerador, apresuro los cambios pero

                       mantengo las predicciones. 

Un guardia se levanta y se va so pretexto de ocupación. Otro más disimula atender el teléfono. El líder clava su mirada en otro visitante 

              y se levanta para tender su mano.

El cuarto guardián se queda, no sin antes participar en lo común conmigo, en hacer un trato teórico-verbal ¿Es una farsa? ¿Es un saineté o es un interludio previo a la definición? 

Llegan más visitantes. No traspasan el portal porque los guardias

                          están afuera, evitándome (el cuarto guardia salió en cuanto agujoneé su orgullo). 

Me quedé sólo en la sala. Frustrado al inicio por la carencia de formalidad, pero luego contento por un rayo sesgado de luz solar en mi ojo izquierdo

                                 ¡Me dí cuenta, es tarde! 

Salí por la ventana por un instante y regresé con júbilo y sereno, satisfecho de un deseo que no es deseo. Solaz.


lunes, 28 de agosto de 2023

Mario Rangel Sánchez (1938 -?)

Mario Rangel Sánchez fue maestro de dibujo en la Esmeralda, pintor figurativo y muy allegado a la galería Estela Shapiro, en donde exponía con regularidad y lograba vender algunas piezas. En 1990 daba clase de dibujo por las tardes para el primer año en la ENPEG (Escuela Nacional de Pintura, Escultura y Grabado) en un salón amplio, iluminado por el lado norte en el día y que tenía además, un control de luz artificial con intensidad modulada. Desde un área de la administración de la escuela ponían música clásica para amenizar las clases y el maestro podía también subir o bajar el volumen o de plano silenciarlo. El maestro Rangel prefería el tono bajo, a menos que diera una exposición verbal a sus alumnos, generalmente introductoria, entonces apagaba la música. Su clase era sobremanera rigurosa, con modelos geométricos de madera que había que copiar con detalle y precisión: conos, esferas, cubos, cilindros y cuerpos truncados. Todavía conservo los dibujos de aquellas sesiones, en donde se aprecian la indicaciones del maestro y el cuidado para que el alumno resolviera el encuadre, la proporción y el claroscuro de tales modelos. Él no pensaba que hiciéramos figura humana sino hasta lograr resolver los dibujos con figuras inanimadas.

     Su pintura era muy exacta en la técnica, de temas fantásticos y metafísicos, un tanto más cursi que la de Remedios Varo pero menos narrativa y más riesgosa. Retrataba insectos y otros animales con figuras humanas parecidas a duendes, con decorados y texturas de filigrana. Composiciones simples pero antojadizas y equilibradas, con pinceladas nada abiertas ni grotescas, más bien sutiles y chiquitas, como milimétricos mosaicos superpuestos. Una ocasión nos invitó a la inauguración de una de sus exposiciones en la Estela Shapiro. Fuimos sus pupilos con mucho ánimo y ganas de complementar lo aprendido en clase con el ejemplo del maestro. Nos impresionamos, no sabíamos hasta entonces que su rigor y personalidad tuvieran algo más que ver que no fuera con su clase.

     Promulgaba seguido la idea de la disciplina a través de la representación figurativa y castigaba fuertemente el arte abstracto. Tenía incluso una pintura que juzgaba esto en donde un mono pintaba un cuadro con manchas de colores. Obra que vimos en la exposición. 

     Al terminar una de tantas clases coincidimos en la salida del edificio, entonces ubicada en la calle de San Fernando, a una cuadra del metro Hidalgo. Me preguntó si subiría al metro y le dije que sí. Ya dentro me preguntó hacía dónde me dirigía. Le dije que a Potrero, en la colonia Industrial. Con una leve sonrisa dijo que él también —¿A qué calle vas?—Me preguntó —A Fundidora de Monterrey, al 115— Le dije. Volvió a sonreir, ahora con mayor soltura —Yo voy a Tolteca, a tres cuadras de tu casa— Dijo. Saliendo del metro Potrero caminamos a su ritmo sobre Ing. Claudio Castro y luego sobre Excélsior. En el camino me pidió detalles de mi familia y luego me dijo que se había enamorado de la chica bonita de la cuadra y luego se casaron. Nos despedimos en Fundidora de Monterrey, donde yo caminé hacia mi casa y él se siguió hasta la pastelería Paty, en donde seguramente giró a la izquierda en Tolteca para llegar a la suya.

     A la par de mis estudios en la Esmeralda tomaba clases en la Enap Xochimilco. Después de un semestre decidí que debía quedarme en un solo sitio pues las tareas y el traslado a las dos era brutal. Le mostré al maestro mis ejercicios de pintura con Luis Nishizawa. No pudo ocultar un gesto de sorpresa pero casi inmediatamente hizo mofa de los temas. Eran pinturas al temple de frutas y verduras —Qué, ¿vas al súper a hacer la compra de tus modelos o van a retratar el mercado?— Dijo en tono burlón. Parecía más que burla una identificación, pues ya sabía que él había sido también pupilo de Nishizawa. 

     Cuando le dije que dejaría la Esmeralda para quedarme en la Enap peló los ojos, frunció ligeramente los labios y me deseó suerte. Difícilmente exponía sus verdaderos sentimientos. Aplicaba el principio de su clase de hacer a un lado las emociones para enfocarse en exigir a sus alumnos que mantuvieran un nivel de objetividad en el aprendizaje. Lo entendí perfectamente.

     Años después le pregunté a Uco Cuenca si sabía del maestro. Me dijo que no sabía nada de él desde hacia tiempo pero que había escuchado que falleció.

     Uno de tantos profesores de dibujo que tuve pero sin duda esencial. Cuando tienes 18 años y el maestro muestra y demuestra cómo debe ser el dibujo para que aprendas y luego decidas cómo hacer, con exigencia en el ojo y en la mano, no puede haber mejor herencia y transmisión. El mono que pinta manchas no es el que juzga al arte abstracto, es el que carece de un principio esencial en el arte, que es la total y absoluta libertad y disposion para hacer y pensar sólo si se tiene pleno control. Eso es saber dibujar. 

domingo, 27 de noviembre de 2022

Los bocetos de Orozco

 Los bocetos de Orozco


En el Museo del Hospicio Cabañas de Guadalajara, en Jalisco, se presenta del 2 de julio de 2022 al 5 de febrero de 2023 la exposición "Apoderarse de todos los muros"  Se trata de dibujos de apunte, estudios y bocetos de José Clemente Orozco, casi todos ellos son trabajos para proyectos de pintura mural. La muestra es tan imponente como sus murales. Estudios de partes anatómicas, de conjuntos de figuras, de trazados geométricos, de composiciones adosadas a espacios arquitectónicos y calcas. Como es puro dibujo (unas cuantas excepciones de pinturas), es fácilmente identificable la mano de su autor, pues ya fuera con lápiz, carbón o pincel el trazo es eminente. Para quien no sabe ver el dibujo serán no menos que unos intentos incompletos de acercarse a lo que "realmente vale la pena", que son las pinturas; pero para el ojo avisor, es evidente un conocimiento preciso de composición, anatomía y del lenguaje que hace la mano cuando traza. Sutiles figuraciones y parámetros de rectas y curvas, y poderosos cortes con el lápiz. Se ven en la lectura de los dibujos las intenciones de Orozco de concretar, corregir, repetir y plasmar sus ideas sin el más mínimo reparo que la proyección. Su madurez dibujistica es tan evidente que sus dibujos se ven más atrevidos que las pinturas, cosa que cualquiera supondría que ya en la pintura "afinaria" lo que "le falta" pero no, por momentos los dibujos parecen más resueltos que las mismas pinturas. En los bocetos que tienen soporte geométrico es evidente que procuran disponer de la métrica tan solo para ajustar la composición y que no pretenden autentificarse con eso. La geometría es un recurso que permite enfatizar con precisión la oración visual, decirlo bien.

     Destacan los bocetos para el tondo central de la bóveda del Hospicio Cabañas porque es una composición radial, en donde el centro corresponde con el escorzo del  hombre en llamas y la circunferencia con líneas concéntricas simuladas por los brazos y piernas de los cuerpos acromos.

     Las soluciones anatómicas rebasan el dato descriptivo. Su vigor expresivo corresponde con la intención de Orozco, que busca una dimensionalidad corporal acorde con un énfasis expresivo, no descriptivo, insisto.

     
     La muestra es una visita tras bambalinas a los murales y al mismo tiempo, una oportunidad de ver la mano "de fuego y ceniza" de Orozco, una mano rotunda, envuelta en llamas como su Prometeo, que cuando traza quema el papel y deja un hálito de potente elocuencia expresiva.