martes, 16 de marzo de 2021

Palabras de un profesor a su alumno para que lea

 

Cartel del concurso "Invitemos a leer" 

Palabras de un profesor a su alumno para que lea.

Hablar sobre la lectura siempre nos posiciona contra la pared como sociedad y como personas. Como sociedad por la parte cultural que conlleva la responsabilidad de crecer como entes pensantes. Y como personas por la construcción individual que nos hacer ser, en lo que elegimos hacer. Claro que la lectura no es lo único que define a una sociedad y a un individuo, también están su lenguaje, sus costumbres, su arte, sus tradiciones y su vida cotidiana, pero leer es una labor humana que se ha construido desde hace milenios porque tiene que ver con la contención del lenguaje y el conocimiento. Es un vehículo de transmisión capaz de solventar y sustentar todos los temas y es también, un reflejo de retribución a nuestra historia como seres humanos. Los libros son una herencia que nos permite escuchar las voces de los muertos, de quienes hicieron el mundo que ahora tenemos. Cuando leemos revivimos y dejamos entrar las voces de Sócrates, Aristóteles, Shakespeare, Cervantes, Víctor Hugo, Sor Juana, Rulfo, Paz, Neruda, Lizardi... Y con las voces vienen los contenidos o las historias: tragedias, comedias, amores, guerras, recetas, etimologías, fórmulas matemáticas, teoremas geométricos, comportamiento de animales, cómo es el universo, la receta para preparar la comida, instrucciones para construir tu casa o cómo fabricar marionetas. Sobre lo que estudias, vas a encontrar mucha más información que la aprendes en la escuela y vas a descubrir que tu carrera es apenas el inicio que te prepara para saber más.

     La molestia o la incomodidad de leer no es algo ajeno a nosotros, como algo que existe en el aire y se te pega como el virus, no. No hay vacunas para que la gente se ponga a leer. Si no leer fuera un virus mortal, no tendríamos problemas de sobre población y sí tendríamos a la gente leyendo, en vez de ver televisión, hacer memes, ver el fútbol, ver Netflix, enviar mensajes por watsapp, dar likes, hacer marchas, quejarse del gobierno, salir corriendo a la playa en vacaciones, y tantas cosas más en las que gastamos tanto tiempo. Tampoco es algo que le competa exclusivamente al trabajo escolar. Aunque casi todos aprendemos a leer en la escuela, la verdad es que aprendemos a leer fuera de la escuela, cuando ya somos capaces de elegir leer sin la obligación académica. Es una idea que uno mismo se construye desde adentro. Si no quieres leer es porque no quieres. Si no te gusta leer es porque no has desarrollado un gusto por leer. Si te obligan a leer, lo más probable es que asocies leer con una imposición y no con un placer. Si te importan más otras cosas que no sean leer es porque le has cerrado la puerta a la lectura y se la has abierto a otras cosas. Si no has aprendido a relacionar la lectura con otras labores de formación y divertimento, es porque te lo han enseñado así, o tú lo has querido ver así. Si leer te parece aburrido, no es problema de la lectura, a lo mejor el aburrido eres tú. Lo cierto es que la lectura no se va a acercar a ti, tú debes hacer el puente. Hay gente que nació entre libros, como el hijo de un maestro, de un bibliotecario, de un escritor, de un historiador o de un vendedor de libros, pero la mayoría nacimos sin libros, nuestros padres se dedican a cosas que no requieren de la lectura; pero si ya estás en la escuela ya tienes un vínculo, lo que debes hacer es reconocerlo y aprovecharlo.

     No debo convencerte de que leas, el que debe convencerse a sí mismo eres tú. Además, la lectura es, por razones que sobra explicar, un ejercicio obligatorio de cualquier rama de estudio, ¡y tú eres un estudiante! Al final tu decisión de no leer no te quita tu nombre, ni detiene el tráfico, ni te va a dar cáncer, ni hará que llueva, ni te dará diarrea. Pero si decides eso, renunciarás a una parte de ti que te hará mejor persona en todo sentido. No digo que por hacerte lector asiduo resuelvas tu problema con tu vecino o con tu novia, pero lo seguro es que sabrás tomar una mejor decisión para resolverlo, y te darás cuenta también, que en tu profesión puedes aprender y hacer mucho más de lo que la escuela te enseñó. Ponte a pensar en los libros que has tenido que leer para hacer tus tareas ¿Cuántos de ellos has leído completitos? ¿Cuántos conseguiste para tenerlos y no sólo para hacer la tarea? ¿En dónde quedaron las fotocopias que sacaste? ¿Cuáles te dolió prestar porque no te los regresaron? ¿Cuáles estarías dispuesto a comprar porque son muy importantes en tu disciplina?

     Puedes comenzar con algo muy simple y que no demandará mucho esfuerzo: Escribe. Aunque la lectura es un ejercicio distinto de la escritura, están empatadas. Abre tu compu, tu cel, tu tableta o agarra un lápiz y un papel y escribe algo. Cuando escribes, obligas a tu mente a poner en orden lo que quieres decir. Tú decides sobre qué escribes, cuánto escribes y cómo lo escribes. Cuando termines, lee lo que escribiste en voz alta y piensa en la mejor manera de decir lo que escribiste. Entonces corriges. Escribir es un buen indicador del nivel de lectura que tienes, porque ahí se incluye la extensión de tu vocabulario, el uso de la ortografía, de los signos de puntuación y de todas las herramientas que enfatizan los rasgos expresivos.

     ¿Te cuesta trabajo, te da flojera, te aburre, te parece tonto? Revisa otras cosas que haces con frecuencia y hazte estas preguntas. Te vas a dar cuenta que hay cosas más tontas, más aburridas, de más flojera y que cuestan más trabajo que leer. ¿Qué sucede entonces? Regresamos al principio. Es personal lo que cada quien decide hacer, y en estas decisiones, hay o no hay control interior. Piensa, reflexiona, cavila, contrasta, y luego decide. No todo es, ni tiene que ser pura diversión. Para aprender algo debemos invertir en esfuerzo y en dolor, en sacrificio. Los lectores no se hacen de la noche a la mañana, pero piensa en tu edad, estás estudiando una carrera, ya no eres un niño al que se le deba decir lo que debe hacer, ya eres capaz de tomar decisiones.

     Ahora bien, si ya decidiste ser lector, no vas a tener un diploma por eso. Deberás mantener una constante de lectura para que seas lector siempre. No hay lectores en pedacitos. Este año leo y este otro no. Ya no leo porque ya no voy a la escuela, están muy caros los libros, los periódicos son muy aburridos, etc. Lo más interesante de ser lector es que nunca llegas a una meta, se abren metas que abren otras metas, y así. Es normal y es muy divertido. El reto más grande de un lector promedio es aprender a seleccionar sus lecturas, a escoger de un espectro enorme, no sólo lo que le interese leer, sino lo que le conviene leer. Aquí tenemos una paradoja común que es difícil de resolver ¿cómo hacer coincidir mis intereses con mis conveniencias en la lectura? Con la lectura el lector se construye a sí mismo, se va transformando y se va haciendo uno con lo que lee. Yo recomiendo que exista una mezcla entre lo formal y lo informal para que la lectura fluya. Una mezcla entre lo que, en un sentido académico, de investigación, de cumplimiento o de estatus vale la pena leer, y lo que por simple diversión quieres o puedes leer. Con el tiempo, los linderos entre estos polos se fracturan y el compromiso se vuelve gusto, como disfrutar el ejercicio físico, que, aunque cansa y duele, se vuelve con el tiempo costumbre y placer. Todos sabemos, seamos lectores o no, que lo que escribió Platón o Aristóteles es importante; ahí tenemos una lectura que nos conviene leer y que no leemos. Y todos sabemos quién es Harry Potter y hasta de qué trata; ahí tenemos una lectura de entretenimiento que tampoco leemos y que ¿nos conviene leer? La lectura como ejercicio intelectual y como entretenimiento son distintas dependiendo de los ojos que la leen. Así, para que inicies, es sana la mezcla, como comer comida nutritiva y, de vez en cuando, comer chatarra. Pasa con todo lo que percibimos o consumimos, sea comida, música, cine, arte, etc. Lo que nos hace libres de decidir, también nos exige ¿entiendes?

     Hay niveles de lectura, acordes con los contenidos principalmente, como hay niveles de lectores. Elige al azar lo que vas a leer, abre un espacio a otros temas, no te aferres a lo que ya sabes o a lo que te gusta. Con la práctica vas a aprender a distinguir lo que eres capaz de asimilar. Y vas a desarrollar una habilidad que te permita identificarte con lo que lees y con lo que te falta leer. ¿Cuánto tiempo? No es posible responder eso con precisión. Depende del tiempo que le dediques a la lectura, si además de leer escribes, si lo complementas con la nutrición del vocabulario y la terminología, del tipo de libros que lees, de cómo te involucras con otros aspectos relacionados con la lectura, como las ferias del libro, un taller de lectura, un curso de redacción, ir a las librerías etc. Depende también de la importancia que le das, en fin, de tu entorno. Hay gente que asimila esto en unos cuantos años, hay quien lo logra en veinte años y hay quienes no lo hacen jamás. Saber leer va más allá de conocer el alfabeto, hacer una tarea de investigación o llenar un formato para un trámite.

     Ten a la mano un diccionario de significados y uno de etimologías, así vas a poder entender las palabras raras y al mismo tiempo, ampliar tu vocabulario. Te va a ayudar también Internet para que conectes los datos que lees con los metadatos, es decir, con la precisión de la información.

     Lee los textos varias veces. El texto es el mismo, pero nosotros somos otros cada vez que leemos, por eso tenemos visiones distintas de algo que ya habíamos leído.

     Titúlate por tesis. Bajo esta modalidad estarás obligado a leer, a escribir, a investigar y, sobre todo, a pensar.

 

     ¿Sigo sin convencerte? No puedo hacer nada más.

     Para la próxima clase quiero un resumen de la clase en tres cuartillas, sin faltas de ortografía o redacción, con soporte bibliográfico de tres fuentes, un mínimo de cinco citas al pie de página, ninguna página con viudas ni huérfanas y un apartado para comentarios.

    

 


lunes, 1 de marzo de 2021

Platón y Teeteto conversan sobre estar y no estar en una clase virtual.

 Platón y Teeteto conversan sobre estar y no estar en una clase virtual. 



- Platón: ¿No son el derecho y la virtud razones suficientes para promulgar el respeto con la  presencia y la atención?

- Teeteto: Sí maestro. 

- Platón: Entonces, si el respeto implica la presencia y la atención ¿por qué otorgarle un valor a la ausencia, que no es otra cosa que una falta de atención cuando se imparte una clase?

- Teeteto: El argumento es que el alumno tiene derecho a su privacidad y puede, si lo decide, ausentarse.

- Platón: Si para impartir una clase se requiere la atención de los asistentes, tanto de alumnos como de profesores, debemos suponer que la presencia de ambos no es un derecho sino una obligación para que lo tratado y cómo se trata, tenga sentido. Y si la atención implica una forma de presencia por cuanto lo que se trata y se comprende lo requiere, no poner atención es una forma también de no estar presente. Y si estar presente y con atención, además del requisito para el desarrollo de la clase y disertación del tema que se trate, es entonces ser responsable, se debe estar y se debe poner atención. 

- Teeteto: Sí maestro, pero los coordinadores y directores argumentan intercediendo por los alumnos, abogando por su derecho a la ausencia y por ende, a la falta de atención.

- Platón: ¿Los coordinadores y directores dijiste?

- Teeteto: Sí maestro. Y también algunos profesores, que se ausentan con regularidad.

- Platón: ¡Vaya situación! Puedo entender la inquietud de los alumnos por la ausencia. Los jóvenes no tienen, primero, la audacia cognitiva que por la edad otorga la experiencia. Y segundo, la virtud del conocimiento que por asignación tiene el profesor. Pero lo que me preocupa más que los alumnos, que a fin de cuentas pueden moldearse como las vasijas de barro crudo del sabio artesano, son los coordinadores, directores y los profesores. No hay argumentos, sino ignorancia. La presencia del profesor es la presencia del tema y del conocimiento que se imparte. Su ausencia es la ausencia de todo tema y toda clase. La presencia del alumno es el propósito de la herencia. La ausencia del alumno es la incapacidad de la sociedad de ser responsable de la formación de su comunidad. ¿Cómo puede funcionar una clase si alguna de las partes falta en presencia y atención? 

- Teeteto: Maestro, entonces, si la atención es hija de la presencia ¿en donde queda la conciencia? 

- Platón: La conciencia entendida como la capacidad de reflexión y de interacción consigo mismo y con los demás, debiera ser suficiente para sufragar las dolencias de la irresponsabilidad. En los alumnos es un canal de doble vía, porque los jóvenes no han consolidado su camino y deben, bajo condiciones de legalidad y derecho, ser responsables; pero en los coordinadores y profesores es una pifia. Ahora bien, la ausencia puede ser un derecho cuando las condiciones y circunstancias de vida obligan a la persona, sea alumno, profesor o coordinador, a asumir su responsabilidad de ausentarse o de dejar de lado su atención en la clase, para eso el eje rector califica, sea este legal o moral. Pero otorgar el derecho a la ausencia y a la falta de atención no es más que un rescoldo político, un interés económico o una conveniencia de segunda mano. 

- Teeteto: ¿Qué quiere decir con conveniencia de segunda mano maestro? ¿Hay calidades de conveniencia o jerarquías en las conveniencias? 

- Platón: Lo que nos conviene de una clase no es necesariamente el conocimiento o el aprendizaje, como pudiéramos suponer de inicio. 

- Teeteto: Pero maestro, todos pensamos en la conveniencia de tomar una clase para aprender y acrecentar nuestro conocimiento... 

- Platón: Estas hablando por los demás. Las generalidades no funcionan en este caso. Son útiles para forjarnos una idea antepuesta de cómo funciona una clase o para que sirve, pero la virtud de aprender y de enseñar, y de valorar el conocimiento a través de la educación va más allá de las ideas. Te puedo asegurar que muy pocos alumnos, profesores y coordinadores saben bien cuál es la función de las clases. Además de tu comentario sobre la presencia y la falta de atención (con lo que comenzamos esta charla), están las valoraciones. La distinción entre las conveniencias tiene que ver con quién es la persona y lo que le interesa. Si al alumno le interesa la calificación más que el aprendizaje, más el espectáculo que la exigencia, más el grado que el conocimiento o más el estatus que el compromiso; o si al profesor le interesa más el dinero que su formalidad, más el descanso que el sacrificio, o más el escalafón que su ejemplo; o si al director le interesa más la autoridad que coordinar los proyectos, más la promoción que la cordura, o más la política que la academia, tenemos, además de un espectro amplio de conveniencias, faltas administrativas y éticas. Ponte a pensar que al alumno en la clase no sólo se le enseña de aritmética, geometría, teología, dibujo, física o astronomía, también se le enseñan actitudes. Y como actitud me refiero a todo lo que hace del ser, ser alumno, ser profesor, ser director y ser persona. 

- Teeteto: ¿Cuál es entonces la conveniencia ideal? 

- Platón: La que alimenta el espíritu. Es obvio que todos debemos comer, descansar, vestirnos, tener en donde vivir y trabajar. Todos hacemos eso, pero si solo es eso, no sabremos ser seres humanos en su totalidad. La clase nos enseña a honrar a nuestros antepasados, a conocer y asombrarnos del mundo, y sobre todo a aprender a ser responsables, y a sacrificar lo que sea necesario para lograrlo. No hemos dicho jamás que hacer presencia y poner atención en la clase sea sencillo. Debemos invertir tiempo, dinero, materia y pensamiento. Las clases no son gratuitas, debemos poner algo para que tengan sentido. La ausencia per sé no es elocuente, tenga ésta cara de no asistencia o de falta de atención en la clase. El profesor funge como tutor, y debe indicar el camino correcto y no solamente mostrar los referentes del tema que trata. Debe también, sin prevendas ni concensos políticos, exigir un compromiso total en sus alumnos. Y para que la asistencia del alumno valga y tenga sentido, debe solicitar toda la atención posible, en donde el alumno debe mostrar y demostrar que está presente en persona o visualmente y que toda su atención, por respeto y por interés verídico, es real. 

- Teeteto: ¿No debo entonces apagar mi cámara en zoom en clase por derecho maestro? 

- Platón: Como el perro, nos mordemos la cola. Si tú tienes derecho de ausentarte visualmente, tu profesor no sabrá jamás si estás o no estás poniendo atención. Todos ponen en la clase, alumnos y profesores, y todos deben por derecho y obligación, estar presentes y con atención. Si los directores y coordinadores apoyan la moción de ausentarse apagando la cámara, que la apaguen entonces todos, que apaguen el sonido y que las clases se den solas con la ausencia de todos. O todo, o nada. 

     Un poliedro es bello y es perfecto porque tiene todas sus caras ¿correcto? 

- Teeteto: Sí, así es. 

- Platón: Entonces, si un dodecaedro, un icosaedro o un cuboctaedro carece de una de sus caras, deja de ser lo que es, y por ello, ya no es bello ni perfecto. 

- Teeteto: De acuerdo maestro, de acuerdo. 

- Platón: ¿Qué derecho habría en calificar de poliedro al dodecaedro, al icosaedro y al cuboctaedro si le falta una de sus caras?. 

- Teeteto: Ninguno maestro. Sin al menos una de sus caras, ya no serían poliedros, serían formas incompletas. 

- Platón: Exacto. El derecho no da derecho a lo que no lo merece. La geometría nos indica eso muy bien, nos lo exige y no tenemos por qué dudar de eso. No hay jerarquías entre las caras de un poliedro, todas participan equilibradamente de hacer con su presencia, una unidad absoluta. 

- Teeteto: Pero la jerarquía de un profesor no es la misma que la del alumno.

- Platón: Desde luego que no. Pero eso no tiene nada que ver con la presencia y atencion de los asistentes a una clase, y al mismo tiempo tiene que ver. La autoridad legal y moral del profesor es una construcción natural que parte de la autoridad que da la edad y el conocimiento. Sin esta autoridad, el esquema educativo se convierte en una falacia. El ritmo, sentido, modo de ver y entender, dosificar el tiempo, el tipo de lenguaje y ejemplo provienen del profesor. Y para que esto se cumpla se requiere cierta autoridad. En la presencia del profesor ya deben estar incluidas estas cosas. La otra parte que construye la clase la pone el alumno, y es quizá la más importante.

- Teeteto: ¿El "todos ponen" que dijo, no iguala las responsabilidades de profesores y alumnos?

- Platón: La responsabilidad de todos en la clase es además de un asunto formal, un asunto ético. El ejemplo de los poliedros que tratamos se complementa con el observador que los mira. Un poliedro es un volumen y como tal, tiene tres dimensiones. Para que puedas ver todas sus caras debes girarlo o rodearlo. Jamás podrás ver todas sus caras simultáneamente. Si pensamos que cada cara del poliedro es un alumno de una clase y el profesor es el observador que lo gira o lo rodea, podremos entender el papel del alumno. Para que la precisión, uniformidad y correspondencia de cada cara sea perfecta, la presencia y atención del alumno deben ser obligatorias. El movimiento del poliedro le permite al profesor revisar cada una de sus partes e identificar los detalles que le permitan hacer correcciones, pero si falta una cara, el profesor no puede hacer nada, es responsabilidad del alumno. Aquí la autoridad del profesor no tiene nada que ver. Es la capacidad de interiorizar del alumno. 

- Teeteto: ¿Y cómo logra eso el alumno? 

- Platón: Consigo mismo. No hay manera de medir eso con precisión. Lo que hace a las personas, además de lo que aprenden en la escuela, es lo que ven y perciben del mundo y lo que eso forma en sí mismos. Lo de afuera influye en lo de adentro. Cada alumno es también un poliedro, y no hay manera de saber con exactitud lo que hay dentro. Podemos ver sus caras y el tipo de poliedro que es, incluso el material con el que está hecho por fuera y su textura, pero no sabemos bien de su densidad, no sabemos si es hueco o sólido. Generalmente son poliedros sencillos al principio, de pocas caras, de breve tamaño y escaza densidad. Lo indeterminable es la razón o cerrazón que los hace ser como son. La perfección geométrica en este caso, depende de cómo se forma el alumno desde adentro, con la participación de lo de afuera. Es un tipo de presión equitativa o modulada, en la que participan fuerzas internas y externas. 

- Teeteto: ¿Y los poliedros de cristal maestro? 

- Platón: Esos no existen en los alumnos, a menos que estén señalados por los dioses, por el genio. Los cuerpos geométricos de cristal están pulidos a tal extremo que son capaces de reflejar el exterior y permitir ver su interior. Además son muy livianos, su densidad es casi nula. Vemos estos casos en los sabios. Ahí tienes a Sócrates y Euclides, maestros ejemplares, comparables con poliedros de más de veinte caras, con incrustaciones y secciones complejas. 

- Teeteto: Maestro, debo ir a mi clase, lamento mucho interrumpir nuestra charla. 

- Platón: Recuerda que primero, lo importante en una clase es que estés en cuerpo y alma. El cuerpo es tu presencia física o visual; el alma es la atención que pones. Y no importa que el profesor o el coordinador no lo considere, lo importante es que tú te des cuenta.