LA
ORTOGRAFÍA Y LA REDACCIÓN EN EL DESARROLLO INTEGRAL DEL ALUMNO
Los problemas de
escritura son consecuencia desde luego de un problema técnico, pero también
representan en su estudio y revisión factores cognoscitivos. La
escritura como indicativo del desarrollo intelectual debe ir más allá de la
técnica y debe estar vinculada con un contexto cultural en extremo incidente y
cambiante. Cómo escribe y cómo habla el estudiante es en primera instancia un
reflejo de sus maestros —académicos y no académicos—. Y luego, es decisión de
él. En la identificación de los errores de escritura y de expresión verbal de
mi entorno escolar (mis alumnos, colegas profesionistas y profesores), he
identificado un molde repetitivo que se manifiesta tanto en aspectos técnicos
elementales como la ortografía y el uso de signos de puntuación, como en una
actitud frente al lenguaje y su uso. La gente tiene por sabido de estos
errores, los identifica generalmente en su entorno y en sí mismo, pero no se atreve a confrontarlos. El
alumno considera primero que si sus estudios especializados, sean estos por
materias a cualquier nivel, estudios de licenciatura o de posgrado, tienen que
estar encausados hacia el contenido del conocimiento que revisa y no tienen por
qué inmiscuirse con la escritura; y si lo hacen, debe ser a un nivel
superficial. El profesor tiene dos alternativas ante esta situación: conceder
una “dispensa” para calificar contenidos, o detenerse a señalar los errores de
escritura como una parte integral de las entregas de sus alumnos. Como no hay
un marco que defina una y otra, es decir, que al final el profesor determina
qué es lo más pertinente en cada caso, y como muchos profesores son
copartícipes de estas dolencias, termina por pasar de largo. Un caso
excepcional —por su relevancia y su incidencia académica—, es la tesis. Amén de
que las materias y los enfoques de las carreras lo exijan, la relación entre la
tesis y el nivel de escritura del alumno representa un fenómeno característico de
la distancia entre el lenguaje y el pensamiento. Con la labor de investigación
viene en consecuencia un reconocimiento del nivel de pensamiento y capacidad de
expresión escrita. La tesis permite que el alumno se dé cuenta de cuáles son
sus incapacidades y permite, hasta cierto punto y de acuerdo con el seguimiento
que se le dé, corregirlos. Además de las opciones de titulación para
licenciatura, que han propiciado una falta de este confrontamiento, está la
valoración personal; los alumnos quieren tener que ver con la tesis lo menos
posible porque saben de antemano del viacrucis que deben transitar consigo
mismos.
No creo que la culpa sea un factor
negativo para solventar las carencias lingüísticas, “hacer sentir mal” al
estudiante por sus errores debe estar acompañado de un incentivo, de otra
manera se alejará todavía más. Más bien pienso que la reverencia hacia el
lenguaje y lo que representa, así como la valoración de lo que es la escuela y
el desarrollo personal deben estar encausados hacia una solvencia práctica. Y
lo más práctico que existe para estos casos es la confrontación. Partiendo de
esta idea podemos trazar esquemas más o menos convincentes, como un
acercamiento a la lectura o un curso de ortografía y redacción, pero en
cualquier caso se requiere tiempo, y si el alumno está con el tiempo apretado
para entregar su tarea o terminar su tesis la practicidad está en hacerle ver
de manera simultánea los errores que debe corregir y la importancia de eso para
su desarrollo integral. Nunca he estado de acuerdo con los correctores de
estilo, porque le quitan la responsabilidad al estudiante —y más al tesista—,
le resuelven el trabajo pendiente pero no corrigen los errores en sí mismos.
Todos sabemos que la importancia de la
enseñanza del español, con sus reglas sintácticas, ortográficas y de puntuación
se perdió desde hace décadas en nuestro país —a razón de los años 60 del siglo
XX a la fecha, según Sandro Cohen. Yo creo que desde los años 80—, y que ello
ha tenido consecuencias en la formación de hablantes y escritores —no
profesionales por supuesto—, y que la escuela como modelo representativo en la
formación de los estudiantes se aleja cada vez más del ideal esperado, pero al
final es decisión de cada persona implicar una correcta forma de escribir si se
lo propone.
Los nódulos del conocimiento a través del
lenguaje escrito requieren de una estructura sintáctica para ser convincentes y
elocuentes en el desarrollo formativo de los estudiantes. Representan un
indicativo esencial de su desarrollo intelectual. Si bien en la inmediatez del
lenguaje verbal se imprimen arbitrariedades semánticas e infinidad de modismos
propios de modas, estilos, medios, regiones y consensos políticos, es en el
lenguaje escrito que la formalidad expresiva debe supeditarse a un molde menos
cambiante, jerarquizado y apegado a una normativa ineludible e inexorable.
Los puntos en donde sobresalen estos
indicadores se encuentran naturalmente en el material escrito, en resúmenes,
ensayos, reportes, crónicas y entrevistas, así como en sus derivaciones:
paráfrasis, citas, cabezales, carátulas, fichas bibliográficas, listados,
títulos, subtítulos, etc. El espacio por antonomasia, por su extensión y por su
posición representativa en la academia es la tesis, pero cualquier texto
escrito por un estudiante, en mayor o en menor extensión, muestra su capacidad
descriptiva, interpretativa y propositiva. Los estratos de estos textos, en
cantidad, calidad y en la exigencia acorde con el tema y el espacio en que se
desarrollan dependen desde luego del profesor, pues es él quien debe señalar
sin mesura, la importancia de la buena escritura como parte de su desarrollo
integral profesional. Es evidente una fractura en el proceso de consolidación
de la escritura en el estudiante en alguna etapa de su formación académica, y
que eso depende, primero, de la incidencia en la corrección de sus textos; y
segundo, del entorno formativo integral. Una irónica situación en el proceso de
aprendizaje de la escritura y la lectura que está vinculada a su cronología, en
donde al niño se le enseñan las reglas de escritura en la educación básica, se
distienden con múltiples irregularidades en la educación media superior y se
abandonan en la educación profesional. Así, el estudiante aprende a leer y a
escribir como fundamento esencial de su desarrollo, pero lo abandona a una edad
temprana promedio para dar paso a lo “esencial”, sea esto social, económico o
político.
Debemos tener presente que, si bien
nuestro idioma se rige por sus normativas sintácticas y por las determinaciones
de la Real Academia Española y que, si bien el lenguaje es una extensa trama y
urdimbre con enlaces, nudos, enmiendas y parches producto de modos de ver y de
hacer en la práctica una lengua, tenemos que distinguir los diversos usos de un
mismo lenguaje en una pluralidad de contextos; que el lenguaje de la escuela no
es el mismo que el de la calle, que el lenguaje escrito no es el mismo que el
verbal, y que el tiempo y las circunstancias que lo rodean lo van moldeando de
acuerdo con criterios disímiles.
La escuela debe apegarse a la normativa,
debe ser rígida en este sentido, pues la libertad no permite reconocer las
reglas gramaticales en la formación del estudiante y no permite tampoco
disponer de parámetros expresivos insolubles, de autoridad lingüística. El
esfuerzo de aprendizaje y apego a la norma representa también una manera de
asegurar en su futuro una libertad de expresión inteligente. Un recurso que
reafirma el uso correcto de la ortografía es la lectura. Sin embargo, ver a la
lectura en este sentido como un único y exclusivo ejercicio de interlocución
entre la gramática y el pensamiento es insuficiente. Importa también el sentido
que tiene la lectura por el contenido de los textos y su resolución reflexiva,
ya que ahí se reconocen estratos cognoscitivos.
Los errores más comunes en los textos se
muestran en la ortografía, la redacción y la ortotipografía, en ese orden. Los
acentos encabezan la lista. Parece que emplear correctamente los acentos en las
palabras es un estigma que no logra justificar su presencia ante la lógica de
su pronunciación, pero en la escritura es un referente directo que enmarca la
idea de la lógica verbal frente a la escrita. Las palabras con tilde y con
acento prosódico o tónico determinan el carácter expresivo y el sentido del
texto. La intensidad de la pronunciación de las palabras no solamente es lógica
bajo el escrutinio de la redacción, sino de su entonación. Las excepciones a
las reglas de acentuación se distinguen por la particularidad de sus casos y
usos en la escritura, pero es fácil identificarlas en la pronunciación —aquí se
reconoce una falta de conexión entre el lenguaje verbal y escrito—. Éstas
suceden en los hiatos, en los acentos diacríticos y en algunas palabras
compuestas, así como en las distinciones de acentuación entre adjetivos y
pronombres, los casos y distinciones entre géneros masculino y femenino, y en
algunas distinciones entre adverbios, indicativos de singular y plural, en
interrogativos y exclamativos, así como en atenciones a las interrogativas y
exclamativas indirectas.
El
empleo de palabras mayúsculas y minúsculas ha resultado también en una
interlocución entre el inicio de párrafos, de oraciones, nombres propios y de
instituciones, así como el empleado para títulos, subtítulos y apartados, en
donde también existen reglas.
Los errores de puntuación comparten el
segundo lugar con la ortografía. El ritmo acorde al contenido y sentido del
texto depende del empleo de la coma, del punto y seguido, del punto y aparte y
del punto final; así como de punto y coma, dos puntos, y los apoyos
ortotipográficos de referencia, marginación, jerarquía o consulta, como los
paréntesis, comillas, subrayado, versalitas, cursivas, etc. Así como los
aspectos estéticos que conforman la composición tipográfica reflejado en las
palabras, líneas y párrafos, como las viudas, las huérfanas, la sangría, el
interlineado y el margen. Aquí me parece justo mencionar como dato curioso
sobre la disposición del uso de palabras agudas, graves y esdrújulas según el
ritmo de pronunciación de las oraciones y según el matiz tonal que las
acompaña. Los enlaces y las anteposiciones juegan aquí un papel fundamental
porque lo complementan.
Los errores más frecuentes en trabajos
escritos los he identificado en las múltiples experiencias de revisión de
trabajos de mis alumnos. He añadido también errores de presentación que, si
bien son flexibles de acuerdo con los requerimientos propios de cada profesor,
espacio y sistema de enseñanza, son un indicativo importante de la relación que
tiene el concepto de formalidad en el alumno, y en la manera en que constituye
su idea entre la obligación, el compromiso y el aprendizaje, motor de todo desenvolvimiento
académico.
Aunque los errores ortotipográficos
intervienen poco en la interpretación de los textos, son determinantes para
identificar una lógica visual y rítmica. Los contenidos no son ajenos a ellos,
pues las jerarquías tipográficas y cierto nivel de estética nos señalan una
lectura visual en conjunción con la escrita.
Referente a los errores de puntuación,
parece que el ejercicio —además de la sintaxis por supuesto—, determina modos
de ver y entender el texto. Los estudiantes de licenciatura presentan en
general una edad enmarcada entre los 18 y 22 años, lo que me lleva a pensar en
una hipótesis sobre la experiencia de la escritura que, al margen del sobre
entendido de la normativa, requiere de tiempo de práctica para “hacerse uno” con
el estudiante. No quiero justificarlos, pero es lógico que la madurez
intelectual va emparentada con una amplitud de vocabulario, una corrección más
acuciosa del uso de signos de puntuación y una capacidad de reflexión a través
de la escritura. Un desarrollo intelectual. Ante esta hipótesis me desdigo
porque se contradice con una realidad multifacética. He de reconocer que los
nichos académicos, profesionales y coloquiales en donde se sirve del lenguaje verbal
y escrito son múltiples y están revueltos entre innumerables ejemplos
contrapuestos y sobrepuestos entre sí. He visto tanto ejemplos excepcionales de
escritura en alumnos de 18 años (muy escasos), como lamentables en maestros y
doctores (numerosos). Y si bien la lengua es un ente que vive en cada
individuo, y que se estira y se afloja según circunstancias, necesidades,
necedades y caprichos múltiples, no deja de ser un parámetro indispensable para
determinar valoraciones humanas, principalmente intelectuales.
Los modos de presentación, así como la
apreciación sobre cada uno de los siguientes rubros dependen del sentido
práctico en mis clases y son en esencia los que en su momento consideré
pertinentes para unificar criterios y para dar cabida también a una agilidad de
calificación. Los textos de entrega a manera de tareas fluctúan por lo mucho
entre cinco y diez cuartillas, y la extensión de los trabajos de investigación
o de tesis son variables dependiendo del desarrollo del tema, de las asignaturas
en donde se revisan y de las capacidades de cada estudiante. Los tiempos de
entrega varían y consideran el tipo y extensión del texto a leer, así como el
tipo y extensión del texto a escribir. Aquí convendría explicar los aspectos
didácticos de cada caso porque la relación de la lectura con lo que se solicita
en un texto depende del nivel de incidencia en el aprendizaje que se espera.
Generalmente, la interpretación de esto por parte del alumno es ajustada, es
decir, que corresponde apenas con la respuesta en la entrega. Es un fenómeno
que va más allá de las formalidades de solicitud de entrega y que tiene que ver
con factores de educación a otros niveles, así como con el entorno y la
formación de la persona en otros ámbitos.
1.- ERRORES DE
PRESENTACIÓN Y ORTOTIPOGRÁFICOS:
-
No tiene numeración de páginas
-
Numera la carátula o considera la carátula como primera página
-
No tiene bibliografía (confunde la bibliografía con la cibergrafía, o con
cualquier otra fuente no bibliográfica)
-
No escribe la bibliografía en una página aparte
-
La ficha bibliográfica está incompleta o con los datos en desorden
-
Deja mucho espacio entre párrafos o entre líneas
-
No escribe las cuartillas completas que se le solicitan
-
Usa un tipo de fuente de alto puntaje para abarcar más espacio
-
Emplea un número excesivo de tipos de fuentes
-
Emplea un tipo de fuente ilegible o de difícil lectura
2.- ERRORES DE USO
DE SIGNOS DE PUNTUACIÓN
-
Deja espacio entre la coma o el punto y la palabra que le antecede
-
No emplea punto y coma
-
No emplea punto y seguido
-
No emplea paréntesis
-
No emplea comillas
-
No emplea dos puntos y seguido
-
No pone punto después de cada párrafo o punto final
3.- ERRORES DE
ORTOGRAFÍA
-
No utiliza mayúsculas al inicio de cada oración o párrafo ni en nombres
propios: Autónoma, México, Cuautitlán,
Renacimiento, Barroco, etc.
-
Confunde el sustantivo con el adjetivo al emplear indiscriminadamente
mayúscula en la primera letra de la palabra:
Renacimiento=renacentista,
Barroco=barroco, Neoclasicismo=neoclásico,
etc.
-
No emplea acentos, principalmente en verbos en tercera persona en tiempo
pretérito: realizó, buscó, trató, falló,
cortó, resultó, viajó, quedó, creó, empleó,
optó, logró, perfeccionó, etc.
-
No distingue el empleo de consonantes escritas y verbales. Confunde:
La s, la c y la z.
La b y la v.
La m y la n.
La f y la ph.
La r y la rr.
La l, la ll y la y.
La x, la j y la sh.
La w y la g.
La q y la k.
Emplea indiscriminadamente la h o la omite
-
No distingue el contexto del empleo de verbos, adjetivos, pronombres y
sustantivos en singular o plural
4.-
ERRORES DE CONTENIDO.
-
El texto no trata del tema solicitado
-
No presenta capacidad de análisis, crítica o reflexión (dependiendo del tipo de
texto)
-
En los resúmenes, copia y pega la información sin leerla o estudiarla
-
Su vocabulario es reducido
-
Cubre la extensión solicitada, pero carece de consistencia (rellena con
retórica,
le da vueltas al tema y emplea ejemplos en
exceso o que no vienen al caso)
5.-
ERRORES DE INVESTIGACIÓN
-
Todo lo quiere encontrar en internet
-
No sabe buscar la información pertinente en internet
-
No dispone de las herramientas metodológicas para su investigación
-
No sabe cómo seleccionar de una bibliografía o de material referencial lo que
le es útil y lo que no le es útil
-
No lee lo que el profesor, tutor o asesor le indica
-
No sabe conectar la información directa o indirecta entre varias fuentes
-
No sabe procesar la información (quiere el dato pre-digerido)
Errores comunes en las oraciones se
presentan en el empleo de sustantivos, principalmente en nombres propios. En el
empleo de verbos son recurrentes los errores de acentuación y en conjugaciones
de número y modo. En los adjetivos se presentan principalmente en la
discordancia con los sustantivos, los artículos y los pronombres, tanto en
género como en número. Un error de redacción frecuente que tiene que ver con el
sentido del texto se presenta en la pluralidad de combinaciones para las
oraciones seriadas, en donde el empleo de la coma y las conjunciones —y, o u,
que, o ni—, resulta en oraciones encabalgadas que generan confusión. Aquí tiene
mucho que ver la relación fonética de las oraciones con el texto, —una eufonía—,
es decir, la lógica que propicia la lectura armónica del texto acorde con la
manera en que está redactado y su sentido. Cuando los errores ortográficos y de
redacción se conjuntan en una discordancia sintáctica, tenemos una cacofonía,
es decir, una falta de lógica y desarmonía en el texto. Lo más recomendable
ante esta situación es la lectura en voz alta, pero el estudiante promedio no
lee ni relee sus propios escritos, ya sea por la premura de la entrega o por
otras razones. Así que además de la indicación de los errores de este o de otro
tipo, se le debe insistir en la importancia de la lectura a la par de la
revisión constante y permanente de las normas sintácticas, de otra manera no se
corrigen. Influye la edad por supuesto. El dicho de que lo bien aprendido desde
niños no se olvida, no puede ser más que cierto.
Subrayarle sobre el incremento del
vocabulario ayuda mucho porque permite que el estudiante se detenga a revisar
el significado de las palabras y sus múltiples aplicaciones y derivaciones,
como los sinónimos, antónimos, etimologías, acepciones, tipos de jergas y
aspectos culturales propios de la lexicografía y por ende, de la información
contenida en los diccionarios.
Sin ahondar en la lingüística, pero sí por
recalcar su importancia cultural, se debe hacer mención sobre el origen de las
palabras, préstamos o morfemas, influencias de otros idiomas, como
extranjerismos, calcos léxicos y semánticos, de los que destacan para nuestro
español: nahuatlismos, anglicismos, germanismos, galicismos, etc. Porque se han
formado con el tiempo como nuestra forma de hablar y de escribir —junto con
innumerables barbarismos— y recientemente se han decantado en la escritura de
mensajes en las redes sociales y demás medios de comunicación, lo que no
solamente reafirma su presencia, sino que los “certifica” de alguna manera (?).
Sobre las recomendaciones, no sobra la
bibliografía, pero la escritura no es cuestión exclusiva de sistemas ni
metodologías, sino de actitudes. Actitud frente al lenguaje en la vida diaria y
actitud frente a lo que representa el lenguaje en sus múltiples ámbitos. Para
la escuela, escribir bien representa un factor cultural importante. La
expresión verbal y la escrita, aun con sus distinciones y convergencias, se
proyecta en el alumno —cuando habla y cuando escribe—, como una unidad cultural
e intelectual insoluble. Son los jóvenes al final, herederos de nuestro
lenguaje y responsables del sentido que éste tendrá para con su vigencia y
transformación. Mostrémosles el camino correcto.
No hay comentarios:
Publicar un comentario