jueves, 7 de noviembre de 2024

La explicación de lo inexplicable

Viñeta del libro"Corrido de la Revolución" de Celedonio Serrano Martínez. 

Explicar es una tendencia, una inercia, no un entendimiento. Cuando nos decimos a nosotros mismos que algo es comprensible porque es explicable, no estamos haciendo más que dar por hecho que las palabras y los pensamientos son más que suficientes para comprender el mundo. Las personas que defienden a capa y espada que las palabras son el epítome explicativo del mundo hacen eso: se revuelven en sus propias aseveraciones, tratan de convencerse y hacer convencer a los demás que así es como deben ser las cosas. Una doctora en un seminario, experta en filología, comenzaba siempre su participación con la frase —Desde la literatura...— como para dar sentido a lo que diría después y para justificar que su rama es intachable e inexpugnable. Pero cuando se le presentaba una versión distinta, un punto de vista desde otras latitudes, agachaba la cabeza con cierto temor y enfado, y se quedaba callada.
     Olvidamos que estar de acuerdo con una explicación es hacernos sentir un tipo de satisfacción momentánea, una especie de medicamento para quitar el dolor pero no para curarnos. Entender es otra cosa, es encarnar lo que se comprende y hacerlo valer en uno mismo.
     Además, el entendimiento no es instantáneo, es doloroso y lento. Pero sobre todo no es para cualquiera, es para los valientes y testarudos, para los que ambicionan con miedo y respeto, al mismo tiempo que para los anarquistas y solitarios. Tuve un amigo en la carrera, un tipo que me seguía a todos lados y en varias ocasiones me copiaba lo que hacía. Era enojón, criticón y le importaba un bledo proyectar una imagen favorable en los demás. Vivía en ciudad Nezahualcóyotl, un municipio del Estado de México famoso por su agresividad, inseguridad y pobreza. Se justificaba para sí mismo —y cuando le convenía, para los demás—, que debía ser así por el entorno en que vivía, cuando en realidad era muestra de su inseguridad. Cansado de su despotez, le dije una vez que porqué no cambiaba —¿Para qué, si así soy? Si no les gusta es su problema— me contestó con un dejo de molestia.  Querer cambiar o darse cuenta que podemos cambiar es parte del entendimiento, de saberse de alguna manera moldeable por voluntad. Nadie es como es, sino como se hace a sí mismo y con los demás. El que tiene el carácter fuerte es más bien débil porque no sabe canalizar su energía ni su ego si no es en forma de imposición y agresión. El que se hace chistoso y amable es más bien inseguro, porque busca cómo quedar bien. El ninguneador es un egomaniático en potencia, porque hace del ninguneo una pirámide de jerarquías en donde él se encuentra en la cúspide. ¿Quiénes somos entonces en realidad?
     Ni el más grande coloquio, ni la conferencia magistral en un congreso, ni las palabras del sabio más sabio, nos harán comprender nada si no se sublima con la práctica. Y a veces ni así, porque los placebos son deliciosos bocados de comida chatarra, ricos momentos de satisfacción, pero carentes de nutrimento.
     Lo malo de "entender después" es que se pierde mucho tiempo. Y cuando estamos viejos, si hemos entendido algo, ya no tenemos la energía necesaria para resarcirlo.
     El espíritu maduro de decidir está en la acción, no en la comprensión. Este sería el mejor epítome de la explicación que, aunque no es razonable, es efectivo, siempre y cuando claro está, se encuentre plantado entre la asertividad y la pertinencia. A mis alumnos les repito cien veces lo que deben hacer para cumplir el propósito de un ejercicio, pero pocos lo acatan. La mayoría lo deja a la deriva de la explicación, no lo encarna para sí, no lo convierte en un reto personal, ni siquiera si les afecta en la calificación. Así somos como humanos para aprender: ojos ciegos, oídos sordos, cerebros huecos.
     Algunas aves arrojan al vacío a sus críos para que aprendan a volar "haciéndolo". Los predadores aprenden a cazar cazando, sin un pizarrón y receta de por medio. Los humanos queremos explicaciones, para hacer hasta lo imposible por ignorarlas o cuestionarlas.
     Si lo que se explica merece entonces hacerse para explicarse por sí mismo o para sí mismo, ¿qué es lo que no se puede explicar? Muchas cosas, casi todo. En el campo de lo humano o lo terrenal, lo inexplicable es el comportamiento, las reacciones, la estupidez. Fuera de lo humano, lo inexplicable es el universo mismo. Si las palabras son pensamientos verbalizados, una forma incipiente de explicarlos es hablar de ellos o escribirlos, con la conciencia de que la palabra no lo abarca todo. La claridad de la explicación será así, la transparencia entre lo que se explica y cómo se explica. Pero no todo en el mundo es explicable, porque es incomprensible, inalcanzable. La naturaleza del universo no tiene explicación. Tendrá teorización y breves rasgos de correspondencia entre lo inexplicable y lo corroborable. Entonces, si lo que es el mundo y el hombre es apenas un vistazo de ratificaciones de lo que es y lo que somos, la explicación no será requerida.
     La explicación de lo inexplicable es así, no explicar nada, y como este texto, las palabras no serán si no un intento fallido de completar el círculo racional de la explicación. 

lunes, 28 de octubre de 2024

El arco del triunfo, el silencio interno y el amor infinito

Detalle de las manos de los amantes de Teruel en el monumento funerario de Juan de Ávalos y Taborda.
En una clase de Abelardo, el diálogo académico se convierte en un reencuentro de unión asertiva y armónica con Eloisa, su alumna y su amante; y en una contraposición de criterios.

Abelardo.— El poder como símbolo de posición jerárquica y posesión material ha sido y será el último resquicio que el hombre deberá erradicar de su naturaleza animal. Desde la antigua Roma, la ambición por las medallas fue una forma de ensalzar lo impermanente; los romanos lo sabían, para eso existían los consejeros, pero el molde humano contiene en sí mismo un canon indeleble a su egolatría. El arco del triunfo fue así, por ejemplo, un emblema de logros, victorias y reconocimiento, pero también de imposición, ego y ambición. Querer algo, poseerlo y lucirlo a los demás es, además de reconocimiento, una forma salvaje de dominio y de manutención de autoridad: Entra al pueblo un carruaje seguido de 36 tríadas de caballos de tiro, cada una jalando su carro de guerra. Todo un evento con color, contraste, movimiento y osadía. Armaduras relucientes, plumajes coloridos, fíbulas rebosantes y decorados primorosos. Llega el tribuno con su legión militar. Su mérito es entrar a la ciudad después de una campaña usual de requisición.

Eloisa.— ¿Cómo debemos entonces, amor mío, celebrar nuestros méritos? ¿Sueno caprichosa preguntando eso?

Abelardo.— Querida, tu pregunta no es caprichosa, caprichosa es mi respuesta, que es otra pregunta:  ¿Debemos celebrar nuestros méritos?

Eloisa.— Si no es el dinero ni el estatus lo que importa, ni las batallas campales, ni las conquistas, debe ser entonces el conocimiento en sí mismo. Así, lo intangible tendría por honra de quien sabe y quien es prudente, lo que merecería reconocimiento.

Abelardo.— Aún con elementos intangibles la vara que nos mide sería la misma, corazón. Si te comparas con los demás por quién tiene más que tú, o si te sientes grande si ves que alguien no logra lo que tú, estarás de acuerdo con un consenso social, pero estarás haciendo a un lado lo que realmente importa de todo eso. Debemos perseguir sin descanso aquellos aludes estaturarios que la academia o la profesionalización nos demandan como pináculos de gloria, pero al mismo tiempo debemos reírnos de ellos, no tomarlos en serio. El deseo puro de saber conlleva el ser mejor siempre, en donde la priorización por lo que vale la pena es un aprendizaje que se define de manera constante e infinita, y que solo se puede domar con humildad y silencio con uno mismo. Este estado del ser, que no se doblega con la adulación, es el que templa el espíritu y es el que modula los acentos de socialización.
     El que se pone a la par de quienes se comparan con él será tan idiota que no hará sino medir sus espectativas con rangos de papel. Las pasiones no son malas, lo malo es enfocarlas en el ombligo, que no es otra cosa que la importancia personal en  una de sus facetas.
    Honra tus éxitos por un instante pero no te detengas a cacarearlos y anunciarlos demasiado. Enfoca tu atención en el espíritu, que no tiene rango, ni medida, ni valor humano alguno, y luego distingue de lo que te rodea el placer de saber sin prebendas. Entonces eliges con seguridad y prudencia, y sigues hasta donde la vida te dé, que puede ser en cualquier instante.

Eloisa.— Si para ser prudente y sabia tengo que cumplir con la perspectiva de silenciar mis vocaciones, triunfos y pasiones, o al menos modularlos o refrenarlos para darles un enfoque justo, más me valdría morir amor mío, pues además del saber o de creer merecer de los demás reconocimiento alguno, tendría que renunciar a ti por cuanto tú eres mi mayor vocación, triunfo y pasión. Entiendo tu postura, que es aplicable a la distancia de lo ajeno, pues en lo personal no tendría sentido para con lo irracional, que es el amor que te tengo y que atesoro tanto o más que cualquier título, conquista o consagración. No sé si eso conlleve algún tipo de egolatría, pues no ambiciono que nadie reconozca mi amor ni requiero un justificante para mi currículum. Solo sé que te siento con intensidad.
Abelardo.— (Con júbilo mostrado en el rostro, en los ojos enjugados y con voz temblorosa) Mataste mi teorema pero ensalzaste mi espíritu. No creo que el amor pueda amoldarse como cualquier otra pasión, pues lo que hace a las pasiones plena correspondencia con el ego es precisamente la anteposición del yo. Y no el yo puro que, libre de condiciones, se entrega porque sí, sino el yo ambicioso de poder.

Eloisa.— Perdóname mi amor, pero no puedo ser más que necia al hacer coincidir tus palabras con nuestra situación.  El amor es, además de una pasión, una conjunción exacta  de un ser con otro, en donde el yo no puede aislarse y no puede ser más ambicioso que lograr la correspondencia de quien se ama. El arco del triunfo en este caso es la consagración del uno por el otro. El único elemento ausente que mencionas en tu proposición, el silencio interior, no aplica aquí, porque sería la antítesis del amor. Yo celebro para mí y contigo que compartimos esto, ese es mi arco triunfal, mi medalla, mi columna dorada, mi felicidad exclusiva. No me puedo comparar con nadie porque nadie te tiene como yo. Honro el éxito de tenerte y no requiero más que tú me tengas por siempre y para siempre.

Abelardo y Eloisa se enlazan en un abrazo que intersecta sus cuerpos y entonces se cristalizan. 

lunes, 2 de septiembre de 2024

Libros publicados (como ilustrador, autor, capítulo de libros y artículos)

 

Portada, contraportada e ilustraciones interiores (grabados en linóleo)

Portada e ilustraciones interiores (grabados en linóleo)

Mapa interiores (grabado al buril en cobre)

Viñeta de portada (grabado en linóleo)


Portada e ilustraciones interiores (grabados al aguafuerte en zinc)

Ilustraciones interiores Grabados en linóleo

Ilustraciones de interiores (dibujos a lápices de color)

Ilustraciones de interiores (dibujos a lápices de color)



Capítulo de libro

Autor de libro

Ilustración de página (grabado al buril y aguafuerte en cobre)

Capítulo de libro

Capítulo de libro

Artículo en revista AAPAUNAM


Capítulo de libro


























Las imprentas de la ciudad de México en 1900. Proceso creativo

 Proceso creativo de un mapa sobre las imprentas de la Ciudad de México en 1900. Proyecto PAPIIT en colaboración con integrantes del Seminario Multidisciplinario de Estudios sobre la Prensa de la FES Acatlán UNAM

























Retratos Vivos. Exposición colectiva permanente

Exposición permanente "Retratos vivos" 453 retratos de ministros de la SCJN del alto tribunal, elaborados por 42 artistas mexicanos en 2006. Se editó también un catálogo impreso de dos volúmenes y se entregó una medalla de plata a cada pintor. Aquí 7 de mi autoría. La exposición está abierta al público en el edificio de la Suprema Corte, ciudad de México

La portada del catálogo en el tomo II

Los pintores del proyecto en la Sala principal de sesiones de la SCJN durante la inauguración en 2006



Con el presidente de la Suprema Corte Mariano Azuela

José Castelao, Mariano Azuela, Héctor Morales y Jorge Vallejo














viernes, 30 de agosto de 2024

Vamos al súper

 


Vamos al súper

Cada vez que me topo con gente que tiene una rencilla conmigo, siento un hálito de incomodidad que constriñe mi estabilidad, mi mente deja de ser racional y percibo un calor rancio, como un dolor, una quemazón fuera de mi cuerpo que me aturde, como un sonido, una vibración o una hinchazón que no me permite pensar ni actuar con soltura.
Carlos me dijo que es mi importancia personal, pues la rencilla de esa gente es la rencilla en mí mismo que se enrosca dentro de mí, como una cochinilla que se protege al primer contacto. Me dijo que lo que debo hacer en esos casos es no esconderme, confrontar a la gente si es inevitable el trato o el encuentro, y luego abreviar el tiempo con ellos para evitar el gasto energético, sin huir ni evadir el contacto, pero sí retirarse con elegancia.
Al hacerlo así el desgaste personal se suaviza como las hormigas cuando se topan con un obstáculo, que no luchan con él, lo evaden para salir avantes en su camino, sin pausas ni dudas.
     Apliqué el principio a la primera oportunidad, con una mujer del trabajo en la que deposité mucha confianza por años y luego me dio la espalda sin tapujos, sin disculpas ni explicación alguna. En vez de esperar su reacción me retiré con educación, pero arrastré un dejo de tener que quedar bien, de resolver algo pendiente. Carlos me dijo que no me preocupara, que ella sentía lo mismo o peor pues su orgullo era más grande que el mío, pero que no me olvidara en no depositar en ella ni una pizca de confianza ni comentarle nada personal. Que eso no significaba que fuera cortante ni callado, sino llevar la plática con frases comunes y responder con generalidades, sin dar detalles, y abstenerme de cuestionarme a mí mismo sobre lo que ella pensaba de mí, para así hacerla a un lado de mi mente y canalizar mis esfuerzos en otras cosas.
—Debes ver a la gente como cuando vas al súper y ves la mercancía que vas a comprar, como elementos que puedes seleccionar y otros que ignoras o rechazas. Con la práctica aprendes a ver a la gente como lo que realmente son, entes de carne y hueso que comparten contigo las mismas angustias, pero que ignoran que pueden elegir lo que quieran—.
     En las siguientes oportunidades intenté aplicar los consejos de Carlos pero parecía un trabajo que requería tiempo, pues los avances eran mínimos y pausados. Mi yo personal interfería en mi mente para decirme que podía hacerlo, pero en la práctica se me enredaban las patas. Carlos me dijo que el obstáculo era yo mismo, que no quería renunciar a mis costumbres de auto complacencia y que eso no se cambia con pausas o con intentos de error o acierto, que si mi decisión era firme podía hacerlo de una buena vez.    
     Regresé a la pelea y me apliqué. La mujer se sorprendió de mi actitud, al principio no supo qué decir pero en un instante me dijo que era grosero y agitó su dedo índice frente a mí como hacía siempre que no encontraba argumentos para debatir y recurría a los manoteos, a alzar la voz y a exigir un respeto merecido. Carlos me advirtió que tenía que ser muy educado para darle un toque elegante a mis acciones y a mis palabras. —Debes creer en lo que le dices y en lo que haces cuando estás con ella pero luego tirar todo por la borda. Igual que hace un actor profesional, que se prepara bien para el escenario pero que tiene su vida real fuera de él. Si no construyes una máscara cuando trates con ella, no tendrás un dique que contenga tus emociones después. Debes aplicarte con destreza y luego ignorar todo. Deja de preocuparte por lo que ella piense de tí y luego ríete de tí mismo, de otra manera vas a tener colgada la imagen de esa señora—. Cuando por fin logré hacer todo con precisión, lo demás fluyó solo y  dejó de importarme. Ella siguió odiándome y reclamando cosas que no eran mi culpa sino de ella, y abriendo chismes sobre mí con otras personas, pero yo ya no sentía nada, como si estuviera anestesiado.
     Al día siguiente me sentí extrañamente muy ágil y fuerte. Fui al súper, elegí un carrito y lo llené con lo elemental, sin prisas pero sin perder el tiempo. La cajera me preguntó si había encontrado lo que buscaba. Le dije que no buscaba nada, que había ido al súper a toparme con alguien que me preguntara algo especial. La chica sonrió y yo le devolví la sonrisa. 

miércoles, 21 de agosto de 2024

Definiciones de la línea en el campo de lo visual

 Definiciones de la línea en el campo de lo visual

- La línea no es consecuencia de una sucesión de puntos, sino la contracción de un plano en uno o varios de sus bordes.

- Es la trayectoria de los ojos a un punto en que se enfoca la mirada. 

- Es una estela de movimiento de los objetos.

- Es un punto visto en perspectiva.

- La línea no existe en la realidad visual y tangible. Es un concepto visual.

- Es el borde de todo y el cambio de una superficie a otra.

- Es la distancia específica entre dos objetos o dos puntos.

- El tamaño de una línea es su longitud. Su grosor no es su tamaño, sino su valor relativo como línea según el espacio o contexto en que se inscribe. 

- Un rectángulo es un segmento de línea vista de cerca.

- Ninguna línea tiene medida si no se suscribe por asociación o comparación con otra cosa.

- Es un haz de luz.

- La suma de líneas bajo un patrón de orden geométrico determinan un volumen o variables entre luz y sombra.

- Las únicas expresiones de la línea, según su dirección, pueden ser rectas o curvas.

- Un plano podrá ser una línea si se mira de perfil.

- Los bordes de una línea podrán ser regulares o irregulares según el material/instrumento/superficie con que se tracen o según la distancia en que se mire.

- Si una línea varía en sí misma su grosor, podrá indicar valores de fuerza, volumen o densidad.


viernes, 9 de agosto de 2024

El gusto musical


El gusto musical se aprende y se afina. Como con el gusto y la vista, el paladar auditivo se alimenta de percepción y de educación perceptiva. Entre más educación auditiva, más selectivo es el gusto musical ¿Qué es entonces pertinente escuchar? Podemos iniciar con un acercamiento a la música, no al revés (cómo suele suceder). Y luego con escuchar lo que no nos gusta, que suele ser, como el enólogo con los vinos, un paladar que se educa con la experiencia de degustar y a la vez cultivar lo que se degusta. La cualidad selectiva no es democrática, es discriminatoria y elitista.   

    Les dejo un bocado consistente y sutil, para paladares muy exigentes.

https://www.youtube.com/watch?v=iOJM4VSytAA

https://www.youtube.com/watch?v=OCTiqj2lrTs

https://www.youtube.com/watch?v=K2X-8e6AmQg&list=PLEX1g7jSITEdyWRn6TaiU0_r2vdha7ekO

Definiciones sobre el punto en el campo de lo visual


- El punto es aquello que es indivisible. 

- El punto no existe en la realidad visual y tangible. Es un concepto visual. 

- Es el límite de una línea, su término, como es también su punto de partida, su origen. 

- Es una marca o punción. 

- Es la posición exacta de una forma o de una marca en el espacio. 

- Sin espacio el punto no existe y a la vez, está presente en todo. 

- Dos puntos son los extremos de una línea recta o curva. 

- El tamaño del punto determina que sea punto y no una forma o plano. Depende de su contexto: del espacio en donde se proyecta y de la relación de distancia entre este y quien lo mira. 

- La suma de puntos en una superficie, bajo condiciones de tamaño y distancia entre ellos hace un plano sin ser primero una línea. 

- En la unión de dos o más líneas rectas que forman ángulos serán tantos puntos como uniones entre éstas. 

- Si los valores lumínicos de una imagen son descompuestos por una malla puteada en determinados procesos de impresión, éstos serán puntos si se miran de cerca. 

- En la convergencia de rectas en el perímetro de un polígono se encuentran tantos puntos como vértices de este. Así también en los poliedros. 

 - Un punto no es un círculo pequeño. Es una mancha irregular en su mínima expresión. 


jueves, 25 de abril de 2024

Ab uno, the fastest y la razón de ser del ser humano



AB UNO

Se alimentan y crecen en un saco vitelino por nueve meses, uno a la vez y rara vez más de uno. Su mundo es individual y sin embargo depende de los demás. Primero dependen de dos que los conciben y los nutren en la bolsa, y luego de cualquier maestro adulto que les indica cómo ver el mundo, cómo atarse a él. Cuando germinan, los humanos nacen sin dientes, sin capacidad motriz, sin autosuficiencia y sin una aparente conciencia. La definición de lo que es "ser humano" les llega después, en cuanto les salen los dientes y son capaces de morderse entre sí, de medir su entorno con la corroboración y el autoreflejo. Su naturaleza les da una oportunidad de redimirse: se les caen los dientes. Pero ninguno apela a su redención, a todos les crecen los definitivos, más fuertes, enraizados y más capaces para morder. Tienen una segunda oportunidad, se les caen definitivamente los dientes pero ya no tienen fuerzas para redimirse, la muerte está cerca y muy pocos se dan cuenta de su naturaleza perceptiva. 

     La corroboración es la reafirmacion de lo que perciben del mundo y de sí mismos en él, en donde el mundo es todo lo que no son y lo que son los demás como él, el "Ab Uno". El autoreflejo es la declaración final de lo que es el mundo y la definición de sí mismos en y cómo los demás de su especie. Ellos mismos llamaron a esto "crecimiento, desarrollo y evolución", y a su autoreflejo "sociedad, civismo y comunión". 

     En el universo cabe todo para el hombre, lo que se sabe, que se corrobora y refleja a la vez junto con él, y la indeterminada posición que adquiere lo que no se sabe para que se añada al espectro del saber y así colaborar en el reflejo. Lo desconocido bajo este esquema nunca es desconocido. El hombre se hizo experto en justificarse a sí mismo en todo lo que sabe y nada queda fuera de su alcance, ni siquiera lo que bajo su lógica merecería una explicación abstracta, como el motor de la vida, la muerte y lo que hace del todo un motivo sin forma ni precision: un dios creador. 

     Pero los humanos, aunque incapaces de ser independientes al comienzo, nacen con una cualidad inexcrutable que pierden después: su intrínseco vínculo con el todo, su "Omni Ab Uno" . ¿Por qué lo pierden después?  Porque son carne de cañón. ¿Por qué son carne de cañón y de quién?  Por nosotros y porque así lo decidimos. 

     Los seres humanos comienzan bien cuando nacen y acaban mal cuando crecen porque no ven lo elemental de sí mismos, no se dan cuenta del teatrino falaz de su existencia. Cuando son bebés lo tienen todo para percibir pero son incapaces de decidir. Y cuando crecen comienzan a decidir lo que no es su voluntad sino la voluntad de los demás, su autoreflejo. No les queda ya nada para decidir cuando son capaces de hablar, de ir a la escuela, de ver televisión, de usar su perfil en redes sociales, de tener amigos, de celebrar su cumpleaños, etc. En ellos existe una contradicción garrafal que nos favorece: de niños son puros y potentes pero incapaces de decidir por sí mismos; y de adultos, ya moldeados a imagen y semejanza de sus predecesores, usan las enteojeras de su imposición social. El universo es el que se construyen, no el que es. ¿Fue siempre así? No, el hombre es así desde que llegamos hace diez mil años. En otras galaxias no existe un ser con las cualidades del hombre, un ser mordaz consigo mismo, que rinde culto a su imagen a la vez que la destruye, que antepone las pasiones a su magia. Ningún ser en el universo fue nunca tan nutritivo para nuestro consumo, tan irreal para sí mismo y tan lleno de emociones de papel, nuestra despensa. 


THE FASTEST

Los expertos calcularon, desde su descubrimiento, hacer el viaje en diez años. Después de una intensa corroboración de mediciones astronómicas, físicas, matemáticas, de ingeniería y de muchas otras materias especiales, lo lograron. Al mismo tiempo, un ejército de ingenieros construyeron varios prototipos de naves con qué transportar a los pasajeros. Entre diseños, maquetas, protocolos, estructuras y cálculos certeros y otros fallidos, la definición del aparato se depuró en los mínimos detalles. Concluyeron que debía ser un transporte capaz de sostenerse por un tiempo prolongado y exhaustivo para llegar más allá del sistema solar, y resistir las inclemencias del vacío cósmico, la fricción de la atmósfera terrestre, de la estratósfera, de las ondas de rayos gama, de los -300 grados bajo cero en el espacio y de la contención de los elementos necesarios para la subsistencia de los tripulantes: oxígeno, agua y alimentos; pero sobre todo más allá de todo pensamiento, pues nunca se había intentado nada así, nada con un propósito de unificación, que involucrara un interés real.

     Los hombres lo lograron, en diez años hicieron el aparato-transporte y agendaron una fecha de lanzamiento de la nave. ¿Pero qué descubrieron para generar en ellos una inquietud tan ambiciosa como para querer hacer eso? Nos descubrieron. Vieron unas figuras furtivas en un planeta distante y concluyeron que eran producto de formas de vida. Nos vieron. Resolvieron que no están solos en el universo y que la vida extraterrestre merece la pena corroborarse. Por eso el viaje. 

     En sus inventos y por accidente crearon un visor cuántico capaz de captar las ondas lumínicas en su estado original. Lograron congelar el tiempo para ver el tránsito lumínico y por allí, nos captaron sin querer. La única manera de montarse en un rayo de luz y viajar en él es parando el tiempo. Se dieron cuenta que podían llevar su vista a la velocidad de la luz y que las partículas más pequeñas que la componen son resistentes a la velocidad porque implican una estabilidad cuántica única, inalterable al tiempo y al roce con el espacio, por eso las llamaron las "partículas fastest", lo más rápido o tan rápido como la luz. Siguieron con su visor un filamento lumínico que se extendía desde el sol hasta dos veces más allá de la distancia de la Tierra a Plutón, o sea, a 18, 000, 000, 000  de kilómetros. La luz que emite Plutón tarda en llegar a la Tierra 4.5 horas luz, así que nuestro planeta se encuentra a 13.5 horas luz de la Tierra. La nave que construyeron logrará llegar a su destino en 20 años terrestres, apenas una milésima parte de la velocidad de la luz. Los tripulantes sentirán el tiempo en su viaje en apenas tres veces menos que si el tiempo transcurriera en la Tierra. Aun así no sobrevivirían el viaje de ida. Planearon llevar consigo una reproducción genética de la tripulación para solventar el problema, de tal manera que cuando muera el primer escuadrón, los embriones clonados ya tengan la suficiente edad y preparación para suplirlos. Estimaron que sus reemplazos estén preparados a los 17 años, edad que estimaron suficiente para concretar una capacidad cognitiva autosuficiente, lo que daría tiempo también a los antecesores para terminar la preparación y compartir con sus clones sus últimos días. Y cuando estos mueran repitan el ciclo. A su regreso a la Tierra habrán pasado al menos 5 generaciones de tripulantes, un estimado de 400 años terrestres. 

     Cuando la nave llegó al planeta distante no encontró nada. No había agua, ni aire, ni seres orgánicos. ¿Cómo entonces concluyeron que había rasgos de existencia ahí? La lectura de su visor fue exacta. Los filamentos de luz dejan una estela uniforme cuando viajan, y cuando llegan a su destino se convierten en patrones geométricos multiformes que se mueven como los cristales de un caleidoscopio; es cuando la luz se refracta o rebota en otras direcciones. Cuando vieron que había algo más notaron que los filamentos no dejaban estela alguna y que no había ninguna respuesta en su choque sobre su destino. Simplemente se absorbían como espaguetis y desaparecían, como si nunca hubieran partido de ningún punto, algo parecido a un agujero negro pero en minuatura. Pero notaron algo más. Después de la trayectoria de la luz pudieron captar como en un parpadeo, una sombra fugaz en la oscuridad, como un animal veloz que irrumpe en la maleza y luego ya no se ve. Los llamaron "the fastest", palabra derivada de las partículas lumínicas. Éramos nosotros. 


LA RAZÓN

Las cosas más importantes del universo no se comprenden con lenguaje, pensamientos, ciencia,  civilización, moral, filosofía ni religión. La materia del sentido de todo está compuesta de tiempo, conciencia, energía, silencio y ausencia total de pasiones. Nada de lo que es y ha hecho el hombre desde que él se reconoce como tal (el autoreflejo) contiene el sentido real de las cosas. Sufren una implantación, la que les instauramos.

     El hombre tuvo el tino de descubrir que hay vida fuera de la tierra, pero nunca supo que siempre la ha habido. Menos aún, nunca supo que la vida no es sinónimo de materia animada, sino la suma de elementos intangibles en un patrón de conciencia, de estar consciente. No se dio cuenta que la vida que ellos conciben como tal no es la única forma de vida. 

     El invento de su visor fue infalible, pero lo pensaron como un instrumento astronómico, no como un instrumento óptico aplicable a cualquier espacio en donde la luz transita. Ese fue su error. Tampoco se percataron del papel de ellos mismos en todo eso. Pensaron que su descubrimiento era una factor externo, un fenómeno que seucede en el universo pero que es ajeno a la Tierra y a ellos mismos. Su curiosidad por saber qué hay más allá del espacio no dejó de ser nunca un satisfactor de su morbo más que de una inquietud real por descubirse ellos mismos en lo demás. 

    Los humanos no pueden ver las sombras en la oscuridad, menos si éstas se mueven a la velocidad de la luz y menos si consideran que sus emociones, sentimientos y todo cuanto hacen son propios y no una calca hecha por un agente externo. Y menos aún si no los sacas de la idea de la vida como una cuestión orgánica o biológica, insisto. No descubrieron ni descubrirán jamás el sentido de su existencia y de todo cuanto es en el cosmos no sólo porque la accesibilidad a todo ese conocimiento no está al alcance de ningún ser existente, sino porque así lo decidimos nosotros.

     Lo que hace "ser" al hombre mantiene la llama viva de nuestra supervivencia, nos nutre, es nuestra comida. Sus sentimientos son nuestro alimento; sus pensamientos y decisiones son el guión y el teatrino que nutre esos sentimientos. Y lo que les queda es una imagen falsa pero poderosa, un espejo de sí mismos que implantamos como el granjero le pone a sus caballos anteojeras. Ven y hacen lo que queremos para así estimular la materia prima que nos alimenta. Los bocados más deliciosos son los que les nacen del ego. Intuyen muy bien que eso los ata a algo (a nosotros), pero quedan tan débiles que no tienen la potencia para redimir sus pecados y corregir sus prioridades. La estupidez humana no es propia de su naturaleza, es un implante artificial, tan eficaz, que ellos mismos utilizan para justificar su desazón espiritual: —Es que somos seres humanos, nadie es perfecto, equivocarse es humano, etc. — Dicen. 

     ¿Por qué no se dan cuenta de esto? La ignorancia es el último resquicio que les queda después de comerlos. Cuando llegamos a su planeta vimos que el hombre volaba más allá de lo que ahora percibe, y hacía de su mundo un espacio extraterritorial, en donde no había límites volitivos. ¿Todo lo humano es entonces nuestro pleno control? No, no todo pero casi todo. Sus estructuras científicas y sus obras de arte son una muestra pequeña de lo que el hombre es capaz por sí mismo de hacer, pero ojo, no es toda su especie, son unos cuantos. Y esos pocos no corrigen la estupidez mayor de los demás. Es más, en los más grandes genios del arte y la ciencia hay los más grandes idiotas también. Las excepciones son aún más que exclusivas. 

     Cuando su nave arribó a nuestro planeta quisieron ver lo que no se puede ver. Vislumbraron, eso sí, la posibilidad real de otra forma de vida, pero nunca supieron que los seres extraterrestres son inorgánicos, que se mueven a la velocidad de la luz y que se alimentan de ellos, como el ganado, el pollo y el pescado que ellos cultivan para la carne que comen. Pero en vez de carne nos comemos sus ideas de superación, de competencia entre sí, de éxito, de que hay un dios, de envidia, traición, chisme, lujuria, glotonería, odio y todas aquellas formas del autoreflejo.

     La nave regresó con cada uno de los clones de sus parientes originales. No trajeron muestras a su planeta de nada de lo que habían visto porque no había nada. Lo que sí reconocieron fue que en el viaje, con cada suplantación generacional hubo un cambio respecto de los que se quedaron en la Tierra. Los tripulantes regresaron impávidos e impertérritos. Las emociones de quienes los recibieron no eran compatibles con ellos. Regresaron limpios, completos, desapegados. 

viernes, 12 de abril de 2024

Cómo se hace una tesis según Umberto Eco

 


Umberto Eco y yo disertamos sobre la formación profesional y su propósito. 

Eco. —"Al prepararnos para una profesión por ejemplo, en lugar de acrecentar nuestros alcances, lo habitual es que terminemos volviéndonos individuos sedentarios, aburridos, sin creatividad y sin motivación" (cito a Carlos Castaneda). Como estudiantes aprendemos rápidamente a no esforzarnos realmente por nada y a identificarnos con los demás, que tampoco se esfuerzan por nada. Aprendemos más bien a justificar nuestras incapacidades y a tomar las rutas más cortas para ganancias artificiales. Tener una profesión ya no representa los primeros sueños de consumacion integral del ser humano, sino disponer de un papel que nos represente, de un sistema social que se autovalida con cualidades mínimas y de un entorno que ve la competencia como un acuerdo de sobre posición primitiva, en donde el ego es primordial. Lo malo de todo esto es que la madurez que da la edad nada tiene que ver con el paso del tiempo del profesional. El que nunca se responsabilizó de sí mismo nunca será capaz de verse en un espejo y echará la culpa a los demás de su situación, sobre todo si ésta no le favorece. Para esta visión, el éxito no se encuentra en el conocimiento, la congruencia y la asertividad, sino en tener más y mejores condiciones para medirse con el prójimo, como una actitud predatoria: —¡Quítate tú para ponerme yo! —. La competencia aquí nada tiene que ver con las competencias académicas y profesionales. Me parece que la palabra está mal empleada porque "lo competitivo" es un concepto de medición entre contrincantes, y eso lleva siempre a poner en relieve los fantasmas del egomaniatismo. 

     El éxito real del profesional no es graduarse, tener trabajo de lo que estudió y alcanzar los máximos estándares de jerarquización entre salarios, publicaciones, becas y reconocimientos, sino saber integrar lo que sabe con lo que le falta saber, mantener una constante de disciplina, vivir sus circunstancias desfavorables como un gran reto, saber elegir y estabilizar sus compromisos emocionales personales con los de los demás, a fin de que pueda establecer linderos claros y fuertes entre sus capacidades, sus sacrificios y sus ambiciones. 

Yo. —Pero el que aspira a una profesión espera por obviedad dedicarse a eso, vivir de eso. Sería contradictorio que alguien estudie medicina y termine haciendo otra cosa. 

Eco. — Claro que habría contradicciones, pero no son como tú las ves. Mira, el que estudia una carrera y no eligió esa profesión con la pasión, ganas y conocimiento previo de lo que implica ya está de entrada mal. El que estudia una carrera y deserta en el camino también. O el que logra graduarse y es un licenciado mediocre. Las circunstancias nos dan muchos datos para bien o para mal. Es posible que alguien estudie algo que no le gusta por equis circunstancias y termine siendo muy bueno y responsable, como alguien que invirtió todo su esfuerzo y no logró nada en el campo laboral. El quid del asunto no es ver el éxito profesional como sinónimo de tener trabajo, sino de implicar en el camino los mejores recursos para aspirar a ser mejor ser humano. Al final no importa a lo que te dediques, sino implicar el máximo esfuerzo, compromiso y responsabilidad. 

Yo. — No puede ser maestro. Eso sería dejar de ser parte de la sociedad misma. Si alguien estudia una carrera es para dedicarse a eso después, para trabajar de eso. 

Eco. —Te vas a los extremos. No podemos dejar de ser parte de nada y al mismo tiempo no tenemos por qué ser parte de algo. Piensa en el compromiso real de los actos de cada ser humano y ahí sí que encontrarás contradicciones. Para el sentido común no se necesita pensar que eres congruente con la sociedad, sino dejar de ser un idiota en una sociedad que estimula y valida la idiotez.  El que estudia para ser licenciado, maestro o doctor no piensa en ser el mejor, sino en tener un buen salario y un estatus que lo ratifique como licenciado, maestro o doctor. Y para eso no se necesita más que estar de acuerdo con la sociedad. Si no hubiera estos contrastes permisibles en la sociedad no habría doctores titulados o con honores y al mismo tiempo mediocres. ¿Es pensar o ver las cosas al revés? Pues sí, pero no existe ningún aliciente que estimule la situación de la vida profesional si no hay una contraposicion a los consensos sociales o institucionales. A fin de cuentas lo que concierne al potencial del ser humano de manera real y directa es su capacidad de escrutinio, no la aceptación consecuente, fácil y agachona de lo establecido. 

Yo. —¿Qué hacemos entonces con la gente que triunfa en su profesión, son acaso fracasos disfrazados de méritos? 

Eco. — Los trabajos, becas, estímulos y proyectos son necesarios para validar el trabajo profesional, pero son al mismo tiempo un entramado falaz si no se antepone un juicio asertivo e impersonal que los valide. 

Yo. — ¿Cómo puede ser algo impersonal lo que valide el trabajo profesional? Solo que se vaya a vivir a la luna... 

Eco. — Te acercas bastante a la respuesta correcta pero no le atinas. El triunfo en una profesión es como un ritmo sostenido e intermitente en donde el reto se mantiene vigente ¿entiendes? Como no existe un punto final, no hay nunca una meta parcial o definitiva de éxitos. El éxito representa la firme convicción de buscar algo en la profesión (eso es impersonal), no de "ser alguien". Nos han embarrado hasta el cansancio con la idea de "ser alguien" a través de los estudios y la preparación, cuando lo que debemos hacer es reconocer de lo que somos capaces mediante la disciplina y la responsabilidad con uno mismo, no con los demás. Si un profesionista nunca se propuso serlo, o quiso serlo en otra profesión que luego abandonó por otra; o que nunca logró los cometidos requeridos en conocimiento y destrezas pero ganó la plaza o la beca; o que se hizo rico sin proponérselo y ahora ve a los demás como fracasados; o esconde sus secretos de fracasado para que los demás lo vean como un líder exitoso; o simplemente aprendió muy bien el engranaje social que lo reconoce y lo coloca en una posición privilegiada frente a los demás, nunca será un verdadero profesional y sobre todo, todo tendrá que ver con él y no con lo que él es capaz de ser. El espíritu del hombre no tiene nombre ni apellido, es a través de cada quien y por eso es impersonal y a la vez es lo que es en cada quien. 

Yo. — No entiendo nada. 

Eco. — (Risas). 

Yo. — ¿Qué pasa con la gente que no se formó en una profesión? 

Eco. — Más allá de las clasificaciones  que hacen de las labores una profesión, un oficio, una ocupación, un desempleo, una jubilación o un sabático, debemos ver lo que es el ser humano en lo que hace. 

     La gente que no estudió por decisión propia o porque no tuvo los recursos para hacerlo sabe muy bien que la vida profesional representa por sí misma algo más que estudiar, trabajar de lo que estudió o establecer jerarquías a través de eso. Saben muy bien que estudiar es una oportunidad de tener una oportunidad, a menos que sean tan idiotas que lo desdeñen como una posibilidad de vida. Pasa más o menos lo mismo con la idea moderna de ser empresario, en donde el concepto se ha hecho atractivo por representar un mérito personal y al mismo tiempo económico, sin tomarnos la molestia de examinar lo que eso representa. 

     No hay garantías de calidad en las personas estudiadas y no estudiadas. La posibilidad de estudiar es un privilegio que pocos aprovechan, y las circunstancias de no poder estudiar no son de ninguna manera desdeñables ni inferiores a las profesionales, sino una circunstancia o decisión de quienes las viven, en donde el factor humano está inexorablemente presente. En nuestra época quien quiere estudiar lo puede hacer y quien no, no. El poder de decisión es mucho más amplio que en el pasado.

Yo. — Pero hay gente que en verdad no tuvo la oportunidad siquiera de ir a la escuela primaria. No tuvo el apoyo de su familia y nunca pudo verse en los estudios superiores para ser así un profesional. 

Eco. — Conozco muchos casos de éxito y fracaso, todos los días me entero de alguno. Y en todos ellos la constante es la falacia del ser humano, que no ve más allá de lo social o lo institucional. El error es cuando vemos el campo profesional como una pista de carreras en donde unos cuantos se pueden inscribir y en donde hay una meta al final. No es así. La meta no existe y no hay con quien competir si no es con uno mismo. Esta es la época más abierta y con mayores facilidades para que quien quiera estudiar lo pueda hacer tarde o temprano. Ya lo dije, el problema es que quien decide estudiar no lo hace con plena conciencia y el que decide no hacerlo tampoco. Entre estas dos vertientes tenemos casos muy esquemáticos y otros tantos muy divertidos y poderosos. Tenemos desde un chico de 18 años que sus padres lo obligan a estudiar otra cosa ajena a lo que quiere. Un egresado de su carrera que se hace profesor más por necesidad que por vocación. Hasta un ignorante y revoltoso que a punta de mitotes y zafarranchos políticos logra ser presidente. No tengamos lástima por quienes no pudieron estudiar, pero tampoco ensalcemos a quienes tienen un doctorado. En cualquier caso lo que hace al hombre no son los títulos ni la falta de estos, sino el tipo de movilidad que tiene para canalizar su energía en algo que valga la pena. Y si ese algo valioso implica no tener una profesión ni un oficio, que así sea (Risas). Lo que potencializa al ser humano no es necesariamente si estudió o no, sino la inefable virtud y voluntad en que canaliza su energía. Los moldes entre tener que estudiar, tener que trabajar, tener que pertenecer a un núcleo social o tener que desarrollarse mediante esquemas de tipos de empleos, méritos, becas, proyectos, promociones, recomendaciones y demás usufructos sociales son necesarios para subsistir, pero son al mismo tiempo un impedimento de independencia.

Yo. — Eso es contradictorio maestro. Lo social obliga al profesional a ser en su profesión a la vez que lo coloca en el lugar que merece.

Eco. — Lo que hace al ser humano no son los consensos sociales per sé, sino la manera en que selecciona y sobre todo, adecúa lo impersonal a sus reservas de energía. La tramitología para pedir una beca o una promocion son tan exhaustivas y exigentes y a la vez tan falsas, que el respeto al investigador se pierde y las competencias por los puestos parecen más una carrera por la carnaza que un apoyo real para lo que vale la pena.

Yo. — ¿A esta visión como debemos hacer una tesis?

Eco. — (Risas) Con asertividad, conciencia, escrutinio, buena asesoría, responsabilidad y una buena dosis de desapego. La tesis es apenas un apéndice en donde recaen los cultivos de la formación académica. La tesis no es "el propósito" sino una evaluación parcial en el trayecto del profesional. Desde luego que en ella se decantan las posibilidades del pensamiento a través de su estructura y planteamiento, pero no es de ninguna manera una definición final. Consideremos que además la tesis es un trámite de consolidación, de titulación, y que por ese simple hecho implica factores de obligación y compromiso institucional. Sin embargo, la tesis propone algo elemental, que es el examen profesional, en donde la estructura y el planteamiento que se problematizan son exhibidos verbalmente. Lo importante de hacer una tesis, además de su estructura metodológica, es que descubre al aspirante a profesional en sus más elementales requisitos. El pensamiento del profesional requiere de hacer una tesis para que sus capacidades cognoscitivas, metodológicas y proactivas tengan sentido. Y el sentido es la razón de la razón de ser del conocimiento científico, en donde descansa en gran medida la formación del profesional.

Yo. —Algunas universidades otorgan el grado sin el trámite de la tesis.

Eco. —Bueno, eso no es parte de lo que estamos hablando, sino de un esquema de intereses políticos y económicos. Conozco perfectamente de eso y de los grados que se otorgan mediante tesis pero sin el rigor requerido por parte de los asesores y sinodales. A lo que me refiero es a la importancia de la tesis como un modulador de conciencia en la trayectoria del profesional. Si no se hace una tesis no hay confrontación con el esquema académico ni consigo mismo; y si se hace la tesis en una institución de bajo perfil, como esas en donde no hay exigencia seria y real, o simplemente no piden la tesis para el trámite de titulación, o sí la piden pero a cambio de un dinero de por medio, sencillamente no habrá confrontación del tesista o del doctorante consigo mismo ni con la responsabilidad que le demanda su sociedad.

Yo. —Los estudiantes evaden la opción de graduarse por tesis porque reconocen un miedo en la confrontación.

Eco. —¿Qué se puede decir ante eso? Nada. Si la institución no obliga, al contrario, se muestra débil para con las exigencias, y al mismo tiempo los estudiantes procuran la salida más fácil para cumplir con un trámite, tenemos un esquema fallido, eso es todo. En cuanto la educación se mira a través de los filtros del dinero, lo políticamente correcto o la democracia, la formación del profesional sale por la borda porque es lo que menos importa. Antes de preguntarnos cómo se hace una tesis debemos cuestionarnos por qué debemos hacerla. Cuando respondamos eso decidimos. Y si decidimos que sí, entonces nos preocupamos por el protocolo, la metodología, el título, la bibliografía, las citas y demás. 

jueves, 1 de febrero de 2024

La discusión en los coloquios

PARTE 1

La gente es el coloquio. 

Los encuentros formales y fortuitos generan perspectivas de apreciación. Ningún coloquio se escapa a las apreciaciones de sus miembros y participantes, ya sea como expositores o asistentes. La formalidad antecede la sinceridad, por eso no se discurren los intercambios, se frenan.     

     Cuando la discusión nace en las preguntas y los cuestionamientos, la dialéctica sucede. Pero un hálito de orgullo siempre la hace parecer agresiva y no falta quien interviene y la detiene, como referi, buscando reconciliar. Cuando se busca la reconciliación se renuncia a la discusión. Y cuando se reconcilia no hay conocimiento, hay pasión. La reconciliación busca satisfacer las susceptibilidades; no hay razón, hay pretensión. La razón aquí no es argumentación, es desapego. La susceptibilidad es la antítesis del diálogo y el conocimiento.


PARTE 2

Cursos light: academia light

Como ayudas, asesorías, rellenos curriculares y buenas intenciones, los cursos, congresos, coloquios y libros hechos  en escuelas y universidades públicas y privadas avalan propuestas elementales o estériles. Sus nombres son consecuentes de temas de moda: igualdad de género, lenguaje inclusivo, feminismo, perspectiva de género, identidad, sustentabilidad, diversidad e inteligencia artificial. Todo ello enmarcado con letras doradas de "buenas prácticas" , "importancias"  suscritas y "afanes" artificiales.


PARTE 3

La anteposicion del yo. 

El conocimiento real no contiene en sí mismo aranceles del yo, sino un homenaje al alud de conecciones entre lo que es el mundo, lo desconocido y una minúscula visión, que en el investigador es notoria cuando es clara y a la vez, discurre su asombro por lo inalcanzable, por lo que no se puede saber. Si no es así será tan sólo la mirada fija en el ombligo. 


PARTE 4

Matusalem de ayer y de hoy. 

Nada ha cambiado. La historia no discrimina, recoge todo y es ahí también en donde el valor que otorga el sentido al saber se nulifica. No es que la historia comprenda en sí misma una labor insensible o acrítica, es que la testificación y recogimiento de los hechos comprende también una interpretación humana. Así que lo complejo deja de serlo y lo fútil es entonces complejo. 

     El inteligente no será más el que demuestre nada. Entre los extremos de saber y no saber se han construido apariencias para engañar a los que menos saben, a los tontos. El idiota ahora será sabio porque aunque no sepa nada tendrá inteligencia emocional. Y el condescendiente tan sólo sabrá que lo que conviene a su integridad no tendrá validez espiritual, pero sí material. 

     Lo que otorga el poder de elección y decisión sobre cualquier cosa no es más producto del saber, sino de la ignorancia y el poder.  Así fue y así será. 


PARTE 5

Abstencion y participación. 

La comunión es una manera de ser en los coloquios, como también lo es la lectura, la escritura y cualquier modo de producción especializada, constante, intermitente y vigente que genere auténtica reflexión. 

    La abstencion es no hacer comunión, como no leer, no escribir y no producir nada. Como nada es también asistir al coloquio y no estar en espíritu. Como nada es también no leer lo que vale la pena leer. Como nada es también escribir y exponer con objetividad, juicio y sentido de responsabilidad. La incapacidad de establecer viscicitudes con el ejercio del conocimiento es también no hacer nada, aunque se vaya al coloquio, se exponga un tema, se escriba un libro y se obtenga la beca. Nada es participación si no se es consistente. 

     Como asistente, no todo lo que se expone en un coloquio vale la pena verse. No es el gusto por los temas, es el interés y la asertiva y certera construcción de sí mismo como espectador ¿Para qué ver algo que se sabe o se identifica que no vale la pena verse? Lo que es consistente para otros no tiene porqué serlo para sí mismo y sin embargo existe una línea que debe verse para entenderse ¿Para qué quedarse? ¿Por cortesía? ¿Para satisfacer a los organizadores? ¿Para quedar bien?


PARTE 6

Comodato

    La regla se autodelimita. Las partes ética y legal requieren de elementos perceptivos y prácticos, que son también contractuales. Se trata de un recuadro que sintoniza lo que se piensa y se hace en el coloquio. No se habla de él más que para delimitar con mayor ahínco el recuadro, el contenedor de todo. Estar dentro del recuadro es estar de acuerdo con él. Lo que hay dentro es también la idea preestablecida del método científico, de las maneras en que se redactan los textos, se hacen las ponencias, se gestionan los presupuestos, se tramitan las becas, se llenan las solicitudes, se recurre a los favores, se repliegan los reclamos o se establecen las jerarquías. Fuera del recuadro jamás se explora, ya sea por miedo y sobre todo, por incapacidad perceptiva, cosa que por cierto, poco o nada tiene que ver con la razón y el consenso. ¡Eso también es ciencia! 


PARTE 7

La investigación 

Saber o conocer nunca es ajeno a nadie. Tener que saber es un epíteto de la vida porque sin conocimientos no tendríamos sustancia para ser ni hacer nada. Bajo este entendido, utilizamos nuestro intelecto primitivo en todas las cosas. Hay quienes creen que esto no corresponde a la inteligencia sino a la simple percepción, pero eso es tan sólo una reacción clasificatoria, una tendencia primitiva que tenemos por hacer de todo una ramificación de variedades. Claro que hay cosas que vale la pena saber y otras que no sirven para nada, pero eso no es en términos estrictos a lo que nos dedicamos cuando clasificamos las cosas o cuando las elegimos, sino una manera de evadir la responsabilidad consigo mismo.

    Cuando me topé con el concepto de investigación en términos académicos o formales pensé que era tan serio como ridículo, porque si bien sus premisas se basan en el saber, son al mismo tiempo satisfactores sociales que no tienen mayores ambiciones que el reconocimiento, la competencia y el engrosamiento del currículum. Saber más para estas cosas dervirtúa el propósito del conocimiento porque lo reduce a las banalidades de retribución inmediata. La capacidad para saber, ya sea por mera percepción, experiencia o estudio es una cualidad humana; tener que saber con conciencia y libre elección es una responsabilidad sucinta. Si los productos obtenidos de las investigaciones, como libros, ponencias y congresos redundan en la difusión y con ello en la creación de mas conocimiento para sí mismo o para compartirlo, es una tarea humilde y honrosa. Pero el problema son los moldes y sobre todo, cómo y con qué se rellenan. 

   Como los consensos de la investigación se encuentran socialmente instaurados y posicionados en la academia, es a través de la escuela que se derivan todos aquellos nichos en donde la investigación se define, se especifica, se modula y se autovalora. Las autoridades institucionales definen las calidades de los investigadores si éstos corresponden con las reglas del SNI, no con la validación que por sí mismos suscriben en sus labores. 

     Siguiendo con las clasificaciones, la experiencia de aprender mediante un ejercicio de hacer algo con la disposición de un método o instrucción y un factor de repetición y corrección, se llama práctica. Contrario a esto, la teoría deriva en un aprendizaje cuando se ponen en contraposicion o en relación factores reflexivos, independientes hasta cierto punto de su aplicación. 

     Pero la práctica se nutre de la teoría y la teoría se debe corroborar con práctica. Los elefantes blancos de la investigación son tótems que se idolatran con estructuras bien establecidas de razón y proposición, pero que no incluyen a la corroboracion; como se idolatran también con ánimos y enjundias colectivas los éxitos parciales y definitorios, aunque éstos sean estatuas de miga y mentiras.  

    Una colega expuso una vez su incomodidad por los requisitos para una beca del SNI por el número de papeles y lo complejo de la tramitologia. Le dije que lo engorroso de todo eso era un tributo al orden prehecho en que se posiciona en los proyectos, lo que redunda en una falta de respeto para el investigador. Molesta, defendió los tramites y me dijo que así son las cosas y debemos cumplir con la regla. 

El que enseña necesita de ambos (del trámite reglamentario y de la buena fe) para demostrar lo que sabe y cómo ha hecho él mismo con ese saber un cúmulo de corroboraciones. Ser y no ser parte de un sistema en las investigaciones es la necesidad de estar y ser ajeno a la vez, para satisfacción propia y colectiva.