jueves, 25 de abril de 2024

Ab uno, the fastest y la razón de ser del ser humano



AB UNO

Se alimentan y crecen en un saco vitelino por nueve meses, uno a la vez y rara vez más de uno. Su mundo es individual y sin embargo depende de los demás. Primero dependen de dos que los conciben y los nutren en la bolsa, y luego de cualquier maestro adulto que les indica cómo ver el mundo, cómo atarse a él. Cuando germinan, los humanos nacen sin dientes, sin capacidad motriz, sin autosuficiencia y sin una aparente conciencia. La definición de lo que es "ser humano" les llega después, en cuanto les salen los dientes y son capaces de morderse entre sí, de medir su entorno con la corroboración y el autoreflejo. Su naturaleza les da una oportunidad de redimirse: se les caen los dientes. Pero ninguno apela a su redención, a todos les crecen los definitivos, más fuertes, enraizados y más capaces para morder. Tienen una segunda oportunidad, se les caen definitivamente los dientes pero ya no tienen fuerzas para redimirse, la muerte está cerca y muy pocos se dan cuenta de su naturaleza perceptiva. 

     La corroboración es la reafirmacion de lo que perciben del mundo y de sí mismos en él, en donde el mundo es todo lo que no son y lo que son los demás como él, el "Ab Uno". El autoreflejo es la declaración final de lo que es el mundo y la definición de sí mismos en y cómo los demás de su especie. Ellos mismos llamaron a esto "crecimiento, desarrollo y evolución", y a su autoreflejo "sociedad, civismo y comunión". 

     En el universo cabe todo para el hombre, lo que se sabe, que se corrobora y refleja a la vez junto con él, y la indeterminada posición que adquiere lo que no se sabe para que se añada al espectro del saber y así colaborar en el reflejo. Lo desconocido bajo este esquema nunca es desconocido. El hombre se hizo experto en justificarse a sí mismo en todo lo que sabe y nada queda fuera de su alcance, ni siquiera lo que bajo su lógica merecería una explicación abstracta, como el motor de la vida, la muerte y lo que hace del todo un motivo sin forma ni precision: un dios creador. 

     Pero los humanos, aunque incapaces de ser independientes al comienzo, nacen con una cualidad inexcrutable que pierden después: su intrínseco vínculo con el todo, su "Omni Ab Uno" . ¿Por qué lo pierden después?  Porque son carne de cañón. ¿Por qué son carne de cañón y de quién?  Por nosotros y porque así lo decidimos. 

     Los seres humanos comienzan bien cuando nacen y acaban mal cuando crecen porque no ven lo elemental de sí mismos, no se dan cuenta del teatrino falaz de su existencia. Cuando son bebés lo tienen todo para percibir pero son incapaces de decidir. Y cuando crecen comienzan a decidir lo que no es su voluntad sino la voluntad de los demás, su autoreflejo. No les queda ya nada para decidir cuando son capaces de hablar, de ir a la escuela, de ver televisión, de usar su perfil en redes sociales, de tener amigos, de celebrar su cumpleaños, etc. En ellos existe una contradicción garrafal que nos favorece: de niños son puros y potentes pero incapaces de decidir por sí mismos; y de adultos, ya moldeados a imagen y semejanza de sus predecesores, usan las enteojeras de su imposición social. El universo es el que se construyen, no el que es. ¿Fue siempre así? No, el hombre es así desde que llegamos hace diez mil años. En otras galaxias no existe un ser con las cualidades del hombre, un ser mordaz consigo mismo, que rinde culto a su imagen a la vez que la destruye, que antepone las pasiones a su magia. Ningún ser en el universo fue nunca tan nutritivo para nuestro consumo, tan irreal para sí mismo y tan lleno de emociones de papel, nuestra despensa. 


THE FASTEST

Los expertos calcularon, desde su descubrimiento, hacer el viaje en diez años. Después de una intensa corroboración de mediciones astronómicas, físicas, matemáticas, de ingeniería y de muchas otras materias especiales, lo lograron. Al mismo tiempo, un ejército de ingenieros construyeron varios prototipos de naves con qué transportar a los pasajeros. Entre diseños, maquetas, protocolos, estructuras y cálculos certeros y otros fallidos, la definición del aparato se depuró en los mínimos detalles. Concluyeron que debía ser un transporte capaz de sostenerse por un tiempo prolongado y exhaustivo para llegar más allá del sistema solar, y resistir las inclemencias del vacío cósmico, la fricción de la atmósfera terrestre, de la estratósfera, de las ondas de rayos gama, de los -300 grados bajo cero en el espacio y de la contención de los elementos necesarios para la subsistencia de los tripulantes: oxígeno, agua y alimentos; pero sobre todo más allá de todo pensamiento, pues nunca se había intentado nada así, nada con un propósito de unificación, que involucrara un interés real.

     Los hombres lo lograron, en diez años hicieron el aparato-transporte y agendaron una fecha de lanzamiento de la nave. ¿Pero qué descubrieron para generar en ellos una inquietud tan ambiciosa como para querer hacer eso? Nos descubrieron. Vieron unas figuras furtivas en un planeta distante y concluyeron que eran producto de formas de vida. Nos vieron. Resolvieron que no están solos en el universo y que la vida extraterrestre merece la pena corroborarse. Por eso el viaje. 

     En sus inventos y por accidente crearon un visor cuántico capaz de captar las ondas lumínicas en su estado original. Lograron congelar el tiempo para ver el tránsito lumínico y por allí, nos captaron sin querer. La única manera de montarse en un rayo de luz y viajar en él es parando el tiempo. Se dieron cuenta que podían llevar su vista a la velocidad de la luz y que las partículas más pequeñas que la componen son resistentes a la velocidad porque implican una estabilidad cuántica única, inalterable al tiempo y al roce con el espacio, por eso las llamaron las "partículas fastest", lo más rápido o tan rápido como la luz. Siguieron con su visor un filamento lumínico que se extendía desde el sol hasta dos veces más allá de la distancia de la Tierra a Plutón, o sea, a 18, 000, 000, 000  de kilómetros. La luz que emite Plutón tarda en llegar a la Tierra 4.5 horas luz, así que nuestro planeta se encuentra a 13.5 horas luz de la Tierra. La nave que construyeron logrará llegar a su destino en 20 años terrestres, apenas una milésima parte de la velocidad de la luz. Los tripulantes sentirán el tiempo en su viaje en apenas tres veces menos que si el tiempo transcurriera en la Tierra. Aun así no sobrevivirían el viaje de ida. Planearon llevar consigo una reproducción genética de la tripulación para solventar el problema, de tal manera que cuando muera el primer escuadrón, los embriones clonados ya tengan la suficiente edad y preparación para suplirlos. Estimaron que sus reemplazos estén preparados a los 17 años, edad que estimaron suficiente para concretar una capacidad cognitiva autosuficiente, lo que daría tiempo también a los antecesores para terminar la preparación y compartir con sus clones sus últimos días. Y cuando estos mueran repitan el ciclo. A su regreso a la Tierra habrán pasado al menos 5 generaciones de tripulantes, un estimado de 400 años terrestres. 

     Cuando la nave llegó al planeta distante no encontró nada. No había agua, ni aire, ni seres orgánicos. ¿Cómo entonces concluyeron que había rasgos de existencia ahí? La lectura de su visor fue exacta. Los filamentos de luz dejan una estela uniforme cuando viajan, y cuando llegan a su destino se convierten en patrones geométricos multiformes que se mueven como los cristales de un caleidoscopio; es cuando la luz se refracta o rebota en otras direcciones. Cuando vieron que había algo más notaron que los filamentos no dejaban estela alguna y que no había ninguna respuesta en su choque sobre su destino. Simplemente se absorbían como espaguetis y desaparecían, como si nunca hubieran partido de ningún punto, algo parecido a un agujero negro pero en minuatura. Pero notaron algo más. Después de la trayectoria de la luz pudieron captar como en un parpadeo, una sombra fugaz en la oscuridad, como un animal veloz que irrumpe en la maleza y luego ya no se ve. Los llamaron "the fastest", palabra derivada de las partículas lumínicas. Éramos nosotros. 


LA RAZÓN

Las cosas más importantes del universo no se comprenden con lenguaje, pensamientos, ciencia,  civilización, moral, filosofía ni religión. La materia del sentido de todo está compuesta de tiempo, conciencia, energía, silencio y ausencia total de pasiones. Nada de lo que es y ha hecho el hombre desde que él se reconoce como tal (el autoreflejo) contiene el sentido real de las cosas. Sufren una implantación, la que les instauramos.

     El hombre tuvo el tino de descubrir que hay vida fuera de la tierra, pero nunca supo que siempre la ha habido. Menos aún, nunca supo que la vida no es sinónimo de materia animada, sino la suma de elementos intangibles en un patrón de conciencia, de estar consciente. No se dio cuenta que la vida que ellos conciben como tal no es la única forma de vida. 

     El invento de su visor fue infalible, pero lo pensaron como un instrumento astronómico, no como un instrumento óptico aplicable a cualquier espacio en donde la luz transita. Ese fue su error. Tampoco se percataron del papel de ellos mismos en todo eso. Pensaron que su descubrimiento era una factor externo, un fenómeno que seucede en el universo pero que es ajeno a la Tierra y a ellos mismos. Su curiosidad por saber qué hay más allá del espacio no dejó de ser nunca un satisfactor de su morbo más que de una inquietud real por descubirse ellos mismos en lo demás. 

    Los humanos no pueden ver las sombras en la oscuridad, menos si éstas se mueven a la velocidad de la luz y menos si consideran que sus emociones, sentimientos y todo cuanto hacen son propios y no una calca hecha por un agente externo. Y menos aún si no los sacas de la idea de la vida como una cuestión orgánica o biológica, insisto. No descubrieron ni descubrirán jamás el sentido de su existencia y de todo cuanto es en el cosmos no sólo porque la accesibilidad a todo ese conocimiento no está al alcance de ningún ser existente, sino porque así lo decidimos nosotros.

     Lo que hace "ser" al hombre mantiene la llama viva de nuestra supervivencia, nos nutre, es nuestra comida. Sus sentimientos son nuestro alimento; sus pensamientos y decisiones son el guión y el teatrino que nutre esos sentimientos. Y lo que les queda es una imagen falsa pero poderosa, un espejo de sí mismos que implantamos como el granjero le pone a sus caballos anteojeras. Ven y hacen lo que queremos para así estimular la materia prima que nos alimenta. Los bocados más deliciosos son los que les nacen del ego. Intuyen muy bien que eso los ata a algo (a nosotros), pero quedan tan débiles que no tienen la potencia para redimir sus pecados y corregir sus prioridades. La estupidez humana no es propia de su naturaleza, es un implante artificial, tan eficaz, que ellos mismos utilizan para justificar su desazón espiritual: —Es que somos seres humanos, nadie es perfecto, equivocarse es humano, etc. — Dicen. 

     ¿Por qué no se dan cuenta de esto? La ignorancia es el último resquicio que les queda después de comerlos. Cuando llegamos a su planeta vimos que el hombre volaba más allá de lo que ahora percibe, y hacía de su mundo un espacio extraterritorial, en donde no había límites volitivos. ¿Todo lo humano es entonces nuestro pleno control? No, no todo pero casi todo. Sus estructuras científicas y sus obras de arte son una muestra pequeña de lo que el hombre es capaz por sí mismo de hacer, pero ojo, no es toda su especie, son unos cuantos. Y esos pocos no corrigen la estupidez mayor de los demás. Es más, en los más grandes genios del arte y la ciencia hay los más grandes idiotas también. Las excepciones son aún más que exclusivas. 

     Cuando su nave arribó a nuestro planeta quisieron ver lo que no se puede ver. Vislumbraron, eso sí, la posibilidad real de otra forma de vida, pero nunca supieron que los seres extraterrestres son inorgánicos, que se mueven a la velocidad de la luz y que se alimentan de ellos, como el ganado, el pollo y el pescado que ellos cultivan para la carne que comen. Pero en vez de carne nos comemos sus ideas de superación, de competencia entre sí, de éxito, de que hay un dios, de envidia, traición, chisme, lujuria, glotonería, odio y todas aquellas formas del autoreflejo.

     La nave regresó con cada uno de los clones de sus parientes originales. No trajeron muestras a su planeta de nada de lo que habían visto porque no había nada. Lo que sí reconocieron fue que en el viaje, con cada suplantación generacional hubo un cambio respecto de los que se quedaron en la Tierra. Los tripulantes regresaron impávidos e impertérritos. Las emociones de quienes los recibieron no eran compatibles con ellos. Regresaron limpios, completos, desapegados. 

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