Palabras de un profesor a su alumno para que lea.
Hablar sobre la lectura siempre nos posiciona contra la pared como sociedad y como personas. Como sociedad por la parte cultural que conlleva la responsabilidad de crecer como entes pensantes. Y como personas por la construcción individual que nos hacer ser, en lo que elegimos hacer. Claro que la lectura no es lo único que define a una sociedad y a un individuo, también están su lenguaje, sus costumbres, su arte, sus tradiciones y su vida cotidiana, pero leer es una labor humana que se ha construido desde hace milenios porque tiene que ver con la contención del lenguaje y el conocimiento. Es un vehículo de transmisión capaz de solventar y sustentar todos los temas y es también, un reflejo de retribución a nuestra historia como seres humanos. Los libros son una herencia que nos permite escuchar las voces de los muertos, de quienes hicieron el mundo que ahora tenemos. Cuando leemos revivimos y dejamos entrar las voces de Sócrates, Aristóteles, Shakespeare, Cervantes, Víctor Hugo, Sor Juana, Rulfo, Paz, Neruda, Lizardi... Y con las voces vienen los contenidos o las historias: tragedias, comedias, amores, guerras, recetas, etimologías, fórmulas matemáticas, teoremas geométricos, comportamiento de animales, cómo es el universo, la receta para preparar la comida, instrucciones para construir tu casa o cómo fabricar marionetas. Sobre lo que estudias, vas a encontrar mucha más información que la aprendes en la escuela y vas a descubrir que tu carrera es apenas el inicio que te prepara para saber más.
La molestia o la incomodidad de leer no es algo ajeno a nosotros, como algo que existe en el aire y se te pega como el virus, no. No hay vacunas para que la gente se ponga a leer. Si no leer fuera un virus mortal, no tendríamos problemas de sobre población y sí tendríamos a la gente leyendo, en vez de ver televisión, hacer memes, ver el fútbol, ver Netflix, enviar mensajes por watsapp, dar likes, hacer marchas, quejarse del gobierno, salir corriendo a la playa en vacaciones, y tantas cosas más en las que gastamos tanto tiempo. Tampoco es algo que le competa exclusivamente al trabajo escolar. Aunque casi todos aprendemos a leer en la escuela, la verdad es que aprendemos a leer fuera de la escuela, cuando ya somos capaces de elegir leer sin la obligación académica. Es una idea que uno mismo se construye desde adentro. Si no quieres leer es porque no quieres. Si no te gusta leer es porque no has desarrollado un gusto por leer. Si te obligan a leer, lo más probable es que asocies leer con una imposición y no con un placer. Si te importan más otras cosas que no sean leer es porque le has cerrado la puerta a la lectura y se la has abierto a otras cosas. Si no has aprendido a relacionar la lectura con otras labores de formación y divertimento, es porque te lo han enseñado así, o tú lo has querido ver así. Si leer te parece aburrido, no es problema de la lectura, a lo mejor el aburrido eres tú. Lo cierto es que la lectura no se va a acercar a ti, tú debes hacer el puente. Hay gente que nació entre libros, como el hijo de un maestro, de un bibliotecario, de un escritor, de un historiador o de un vendedor de libros, pero la mayoría nacimos sin libros, nuestros padres se dedican a cosas que no requieren de la lectura; pero si ya estás en la escuela ya tienes un vínculo, lo que debes hacer es reconocerlo y aprovecharlo.
No debo convencerte de que leas, el que debe convencerse a sí mismo eres tú. Además, la lectura es, por razones que sobra explicar, un ejercicio obligatorio de cualquier rama de estudio, ¡y tú eres un estudiante! Al final tu decisión de no leer no te quita tu nombre, ni detiene el tráfico, ni te va a dar cáncer, ni hará que llueva, ni te dará diarrea. Pero si decides eso, renunciarás a una parte de ti que te hará mejor persona en todo sentido. No digo que por hacerte lector asiduo resuelvas tu problema con tu vecino o con tu novia, pero lo seguro es que sabrás tomar una mejor decisión para resolverlo, y te darás cuenta también, que en tu profesión puedes aprender y hacer mucho más de lo que la escuela te enseñó. Ponte a pensar en los libros que has tenido que leer para hacer tus tareas ¿Cuántos de ellos has leído completitos? ¿Cuántos conseguiste para tenerlos y no sólo para hacer la tarea? ¿En dónde quedaron las fotocopias que sacaste? ¿Cuáles te dolió prestar porque no te los regresaron? ¿Cuáles estarías dispuesto a comprar porque son muy importantes en tu disciplina?
Puedes comenzar con algo muy simple y que no demandará mucho esfuerzo: Escribe. Aunque la lectura es un ejercicio distinto de la escritura, están empatadas. Abre tu compu, tu cel, tu tableta o agarra un lápiz y un papel y escribe algo. Cuando escribes, obligas a tu mente a poner en orden lo que quieres decir. Tú decides sobre qué escribes, cuánto escribes y cómo lo escribes. Cuando termines, lee lo que escribiste en voz alta y piensa en la mejor manera de decir lo que escribiste. Entonces corriges. Escribir es un buen indicador del nivel de lectura que tienes, porque ahí se incluye la extensión de tu vocabulario, el uso de la ortografía, de los signos de puntuación y de todas las herramientas que enfatizan los rasgos expresivos.
¿Te cuesta trabajo, te da flojera, te aburre, te parece tonto? Revisa otras cosas que haces con frecuencia y hazte estas preguntas. Te vas a dar cuenta que hay cosas más tontas, más aburridas, de más flojera y que cuestan más trabajo que leer. ¿Qué sucede entonces? Regresamos al principio. Es personal lo que cada quien decide hacer, y en estas decisiones, hay o no hay control interior. Piensa, reflexiona, cavila, contrasta, y luego decide. No todo es, ni tiene que ser pura diversión. Para aprender algo debemos invertir en esfuerzo y en dolor, en sacrificio. Los lectores no se hacen de la noche a la mañana, pero piensa en tu edad, estás estudiando una carrera, ya no eres un niño al que se le deba decir lo que debe hacer, ya eres capaz de tomar decisiones.
Ahora bien, si ya decidiste ser lector, no vas a tener un diploma por eso. Deberás mantener una constante de lectura para que seas lector siempre. No hay lectores en pedacitos. —Este año leo y este otro no. Ya no leo porque ya no voy a la escuela, están muy caros los libros, los periódicos son muy aburridos, etc.— Lo más interesante de ser lector es que nunca llegas a una meta, se abren metas que abren otras metas, y así. Es normal y es muy divertido. El reto más grande de un lector promedio es aprender a seleccionar sus lecturas, a escoger de un espectro enorme, no sólo lo que le interese leer, sino lo que le conviene leer. Aquí tenemos una paradoja común que es difícil de resolver ¿cómo hacer coincidir mis intereses con mis conveniencias en la lectura? Con la lectura el lector se construye a sí mismo, se va transformando y se va haciendo uno con lo que lee. Yo recomiendo que exista una mezcla entre lo formal y lo informal para que la lectura fluya. Una mezcla entre lo que, en un sentido académico, de investigación, de cumplimiento o de estatus vale la pena leer, y lo que por simple diversión quieres o puedes leer. Con el tiempo, los linderos entre estos polos se fracturan y el compromiso se vuelve gusto, como disfrutar el ejercicio físico, que, aunque cansa y duele, se vuelve con el tiempo costumbre y placer. Todos sabemos, seamos lectores o no, que lo que escribió Platón o Aristóteles es importante; ahí tenemos una lectura que nos conviene leer y que no leemos. Y todos sabemos quién es Harry Potter y hasta de qué trata; ahí tenemos una lectura de entretenimiento que tampoco leemos y que ¿nos conviene leer? La lectura como ejercicio intelectual y como entretenimiento son distintas dependiendo de los ojos que la leen. Así, para que inicies, es sana la mezcla, como comer comida nutritiva y, de vez en cuando, comer chatarra. Pasa con todo lo que percibimos o consumimos, sea comida, música, cine, arte, etc. Lo que nos hace libres de decidir, también nos exige ¿entiendes?
Hay niveles de lectura, acordes con los contenidos principalmente, como hay niveles de lectores. Elige al azar lo que vas a leer, abre un espacio a otros temas, no te aferres a lo que ya sabes o a lo que te gusta. Con la práctica vas a aprender a distinguir lo que eres capaz de asimilar. Y vas a desarrollar una habilidad que te permita identificarte con lo que lees y con lo que te falta leer. ¿Cuánto tiempo? No es posible responder eso con precisión. Depende del tiempo que le dediques a la lectura, si además de leer escribes, si lo complementas con la nutrición del vocabulario y la terminología, del tipo de libros que lees, de cómo te involucras con otros aspectos relacionados con la lectura, como las ferias del libro, un taller de lectura, un curso de redacción, ir a las librerías etc. Depende también de la importancia que le das, en fin, de tu entorno. Hay gente que asimila esto en unos cuantos años, hay quien lo logra en veinte años y hay quienes no lo hacen jamás. Saber leer va más allá de conocer el alfabeto, hacer una tarea de investigación o llenar un formato para un trámite.
Ten a la mano un diccionario de significados y uno de etimologías, así vas a poder entender las palabras raras y al mismo tiempo, ampliar tu vocabulario. Te va a ayudar también Internet para que conectes los datos que lees con los metadatos, es decir, con la precisión de la información.
Lee los textos varias veces. El texto es el mismo, pero nosotros somos otros cada vez que leemos, por eso tenemos visiones distintas de algo que ya habíamos leído.
Titúlate por tesis. Bajo esta modalidad estarás obligado a leer, a escribir, a investigar y, sobre todo, a pensar.
¿Sigo sin convencerte? No puedo hacer nada más.
Para la próxima clase quiero un resumen de la clase en tres cuartillas, sin faltas de ortografía o redacción, con soporte bibliográfico de tres fuentes, un mínimo de cinco citas al pie de página, ninguna página con viudas ni huérfanas y un apartado para comentarios.
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