En 1986, Víctor Maldonado, actual
director de una pequeña empresa de diseño e impresión, me solicitó unos dibujos
para una campaña publicitaria del refresco Squirt.
Con mucha ignorancia pero con gran ánimo, elaboré cinco ilustraciones con
gouache. No recuerdo o no supe si tales imágenes se emplearon para un dossier publicitario
o fueron un breve story board para un comercial de televisión. Víctor me
conocía, sabía que dibujaba y me hizo el encargo. Este fue mi primer
acercamiento al Diseño sin saber exactamente qué era. Conocía muy bien las
opciones para estudiar dibujo publicitario, pero mi prelación fue desde siempre
el interés por las artes plásticas; y las circunstancias que me han llevado a
elaborar carteles, placas conmemorativas, reproducciones facsimilares,
tipografía, caligrafía e ilustraciones nunca han sido ajenas a mi producción
gráfica, al contrario, se han complementado muy bien, así que la sana
convivencia del diseño y el arte me parece conveniente y natural. Esta
naturaleza se ha gestado también en mi labor docente. Para el área de Diseño
impartí todos los periodos de la historia del arte, fundamentos del diseño,
Ilustración, Dibujo y Técnicas y sistemas de impresión; para impartir Técnicas, materiales, costos y presupuestos
tuve que echar mano, además de mi experiencia, de los textos sobre cómo y
cuánto cobrar diseño en México, pues en las Artes Visuales la idea, incipiente
entonces (años noventa del siglo pasado), de cómo administrar el presupuesto
para los proyectos, no estaba plenamente solventada en las fuentes. En este
compromiso, el diseño se ha convertido en una disciplina hecha de disciplinas,
no sólo por la especificación que las múltiples aplicaciones tienen per sé, de
su labor de servicio, sino por la convergencia o la complementación que tiene
con otras áreas, particularmente en el campo de la investigación, en donde en
un sentido general la historia, la filosofía y el arte profundizan a través de
la documentación, la reflexión, la comparación y la gestión de nuevas
perspectivas sobre el Diseño. En lo particular, la historiografía, la
filología, la paleografía, la semiología, la iconografía, la bibliología, la
tipografía y la restauración especifican su estudio, lo integran a sus orígenes
y lo vinculan con el máximo conocimiento.
Ante estas vicisitudes, que no son tan visibles para ellos, mis alumnos
me preguntan constantemente sobre la responsabilidad social, la ética del
diseño, sobre su posicionamiento en las humanidades y frente a las ciencias.
Pienso en las jerarquías, estratificaciones y convergencias que ha tenido el
conocimiento y el papel de la imagen a lo largo de su historia: de la Edad
Media las labores manuales, que poseían una categoría inferior: los oficios mecánicos o viles, frente a las
ciencias, divididas en dos partes, conocidas como las artes liberales: el Trivuim y el Quadrivium. Del Renacimiento, sobre la autonomía y servicio del
dibujo, el surgimiento de la imprenta y la impronta de la arquitectura,
pintura, y escultura, disciplinas dominantes hasta bien entrado el siglo XX. De
las vanguardias y de la Bauhaus, a la especificación de trabajo en las
vertientes gráficas, la arquitectura y el diseño industrial.
De este proceso recapitular, mi mente
divaga y perfila la respuesta en probables soluciones estructurales para
ejemplificar correctamente: en círculos concéntricos, en diagramas, en
infogramas y hasta un pequeño ensayo. Al final no hago nada de eso y me remito
a contestarle terrenalmente al alumno; no porque no merezca un desatino
metafísico, sino porque su pregunta me genera más preguntas, ejercicio natural
y conveniente a la dialéctica interiorista. Así que la distancia que existe
entre este tronco común, que llamamos categóricamente Diseño, mi labor como
productor gráfico y mi responsabilidad como profesor en Diseño y Comunicación Visual,
es relatividad absoluta; pese a eso, tengo por supuesto una definición
consistente que coincide parcialmente con el esquema de clasificación dominante
y por supuesto, un juicio al respecto:
El Diseño es ante todo y considerando sus
múltiples vertientes de estrategia, ejecución, aplicación, desenvolvimiento en
espacios diversos y relación con materias que la respaldan, una Disciplina. Su gestión, funcionalidad,
repercusión cultural, adaptación tecnológica, estética, vinculación con las
artes, entorno social, económico y político nos hablan de variantes de
solución, apreciación y perspectivas de reflexión propias de nuestro tiempo. Es
en su ejercicio, una labor adaptable siempre a objetivos específicos que
determinan, incentivan, valoran y nutren formas de ver y apreciar la imagen a
través de múltiples resultados.
Como Diseño (del latín Designare: dar nombre o signo a algo),
su carácter multidisciplinario en razón de materiales, procesos, vertientes,
estilos y formalidades justifican su elocuencia
humanística: satisfactora y adaptable a la diversidad requerida. Considera
y cuestiona sus diversas vertientes históricas, teóricas y circunstanciales;
así como las diferentes vertientes jerárquicas en que se desarrolla.
Como Comunicación Visual (del latín
Communicatio: acción y efecto de
transmitir y recibir un mensaje; y Visual:
perteneciente o relativo a la visión), su funcionalidad se gesta en razón de
los elementos que integran su proceso y de los focos participantes, siendo el demandante o cliente la directriz de sus propósitos. El mensaje como
interlocutor del creador, del producto, del propósito y del medio en que se
inserta determina su razón de ser.
Como Arte (del latín Ars o Artis: obra o trabajo creativo). Su razón de ser se respalda
normalmente en la estética (del latín aesthética:
percepción o sensibilidad. Su primera vinculación con la filosofía de
Aristóteles y Plátón para con la valoración de lo sensible a través de la
belleza ha venido a definirla como una palabra utilizada como sinónimo de ésta,
situación cuestionable por supuesto), pero lo que valida su intención, es
decir, el hecho de que sea arte es el medio en que se inserta, las
circunstancias propias de su contexto, quienes lo producen y el propósito que
lo respalda.
Como técnica o procedimiento (del
griego techné: hacer o practicar un
oficio). Los materiales y procedimientos para gestionar, hacer, enseñar,
mostrar y aplicar diseño son multifacéticos. Los métodos, como procedimientos
indicativos o instrucciones representan a su vez variables propias de la
experiencia y de los parámetros impuestos o predispuestos por las circunstancias
procedimentales. Ante esta pluralidad de caracteres, Todos y ninguno son
válidos.
Como motivo de reflexión cultural.
Los diseños, pese a que en sus antecedentes reconocen vertientes de origen con
disciplinas como las artes plásticas, la arquitectura, el diseño industrial o
el impreso, son siempre una aportación y un reflejo de su entorno
socio-cultural; y eso es más que suficiente para designarlos también como
documentos visuales, objetuales o conceptuales, propios de una retórica historiográfica.
Actualmente, su responsabilidad académica
se centra en la elocuencia humanística, de
la que se nutre y a la que sirve la sociedad que la demanda y/o solicita. La
creación de productos visuales como elemento fundamental de sus propósitos implica
razones de comunicación, expresión y publicitación. La profesionalización de la disciplina se desarrolla en razón del
conocimiento, estrategia, solvencia psicomotriz y/o tecnológica,
conceptualización, adaptación y trabajo en equipo.
Su solvencia profesional se determina por
la diversidad jerárquica de los productos que genera, por los múltiples
perfiles de los productores y por los procesos con los que se ejecuta;
ateniéndose esto en primer lugar a la demanda de su consumo, a la tecnología
transformática, a una estética no definida y a una cultura visual, cada vez más
amplia y diversa.
No
creo en las encuestas sobre el posicionamiento de la enseñanza del Diseño en
México frente al internacional. Tampoco creo en las estadísticas que
puntualizan numéricamente los factores profesionales, las instituciones y los
espacios laborales. Cuestiono siempre el papel que tiene el ámbito empresarial
como diseño, como estas estrategias con nombres anglicistas, como el desing thinking, el marketing y el branding. Esto
se debe a que excluyen los factores que determinan la carga cultural de la
disciplina, rica en historia y exigente en posibilidades técnicas y expresivas.
Los números de estas encuestas son cortinas de humo para ensalzar gente y
motivaciones efímeras. Los rubros mercadotécnicos son de un orden ajeno al
Diseño (aquí hay una confusión en el empleo de la palabra Diseño, que tiene
acepciones distintas en la publicidad y el marketing respecto de la que tiene
en la disciplina. Los Diseñadores se sienten equivocadamente culpables y
responsables de no conocer de estrategias publicitarias y de negocios
empresariales).
Para caso concreto de la academia, la
formación de los estudiantes, resultante de los planes de estudio, de la
formación y actitud de los profesores, de los recursos materiales disponibles
en las entidades, como espacios, equipo e insumos de todo tipo, determinan las
capacidades y las potencialidades de la enseñanza del Diseño. La adecuación de
lo que se enseña en las escuelas frente a la demanda profesional merece una
perspectiva más seria, más trascendente y sobrepuesta a la idea de estudiar para trabajar; más dirigida
hacia el alumno que hacia un ideal que no se tiene definido. Esto delimita las
posibilidades profesionales, sacrifica la trascendencia de la disciplina a
cambio de la oferta de tener trabajo, de estar a la vanguardia, de estar a la
moda, de la prioridad tecnológica por sobre el medio real que ésta representa.
En estas latitudes de sinceridad crítica, debo puntualizar sobre lo que como
profesor vivo todos los días en las aulas.
Para
el ámbito de la investigación existe un esquema que no ayuda en nada. La idea
exacerbada del cargo de investigador como un nicho santoral, lo posiciona como el espacio que todos desean,
porque te da prestigio, porque ganas más, porque tienes estatus, porque puedes publicar
y porque estás encima de los demás. Los escalafones, que también son sinónimo
de contratos, exámenes de oposición, reconocimientos, antigüedades, bonos,
asignaciones, conacyts, número de publicaciones, etc. se contraponen
inequitativamente a la profundidad y aportación de los proyectos. Por otro
lado, el papel de la metodología en el Diseño se ha convertido en un fetiche de
la investigación, en un modelo con exagerados galardones, que remite (con
reflexión mínima o nula) al esquema del método científico, que en las humanidades
posee una posición y una categoría incuestionables (?).
La profundidad en la investigación en el
Diseño y la responsabilidad del trabajo profesional requiere para ser más seria
y profunda, recurrir a otras áreas del conocimiento, renegar menos de las Artes
Visuales, sopesar la realidad actual de la profesión en contraposición con sus
antecedentes históricos, reflexionar sobre el sentido, origen y vigencia de la palabra
Diseño, a su responsabilidad ética y social; a su circunstancia y
responsabilidad académica ante una situación general de que adolece la
educación nacional; a contraponer y ajustar la idea del ámbito profesional
frente al académico, a sensibilizar a los profesores y a establecer con riesgo en las directrices de enseñanza, formación, habilidades y ejercicio de la
razón.
Ante esta relatividad me doy cuenta que mi
labor no es tan distante y que la discordancia entre arte y diseño, función y estética,
persuasión y expresión, ética y cerrazón publicitaria, no es tan determinante. Regreso
al punto inicial, este que me invitó a elaborar unos diseños para Squirt, en donde no me preocupé por
nada de lo que dije arriba. Tan sólo me remití a hacer bien mi trabajo y a
entender sin entender nada. El diseño es y no es, lo que se dice que es.
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