sábado, 13 de febrero de 2016

La idea de cultura: indefinida y plural

LA IDEA DE CULTURA: INDEFINIDA Y PLURAL

En su libro "La civilización del espectáculo" Mario Vargas Llosa señala a la antropología y a la etnología como responsables en parte de las causas que han devenido en una concepción generalizada de lo que es la cultura en nuestros días: "La más remota señal de este proceso de progresivo empastelamiento y confusión de lo que representa una cultura la dieron los antropólogos, inspirados, con la mejor buena fe del mundo, en una voluntad de respeto y comprensión de las sociedades primitivas que estudiaban. Ellos establecieron que cultura era la suma de creencias, conocimientos, lenguajes, costumbres, atuendos, usos, sistemas de parentesco y, en resumen, todo aquello que un pueblo dice, hace, teme o adora" (pág. 42). Para el arte, actividad humana que en teoría debiera de ser responsable no sólo de las acciones y los objetos que produce, sino de las ideas que la sostienen, la cultura es lo mismo: una pluralidad de caracteres en donde no existen límites entre lo bello y lo feo, entre lo serio y o burlesco, entre lo ideal y o banal, entre lo popular y lo populachero, entre lo comprometido y lo fácil, etc. Porque todo es cultura, todo es permisible y todo tiene la misma validez. Este esquema horizontal ha fracturado la idea de la alta cultura, considerada ahora como elitista en el sentido más despectivo de la palabra y ha posicionado a la cultura popular en nichos en los que la mera intención de exaltación es suficiente para vanagloriarla. Y entiéndase, lo popular es sumamente digno si de él resultan las cualidades estéticas, formales y manuales con que es construido; incluso cualidades propias de su aportación de ideas y parámetros de reflexión. La democracia como sinónimo o baluarte de diversidad e igualdad ha sido manoseada hasta e cansancio y convertida en un tótem amorfo e intocable. Si todo es cultura entonces todos y ninguno somos cultos: ¡viva la democracia! Y con esta idea, aplicada al arte, resulta la sobre valoración de productos que otrora eran meramente comerciales y populacheros, como los programas de televisión, el fútbol, las luchas, las telenovelas, las películas de Star wars, las marcas, los cómics, los estereotipos japoneses, los coches, y muchos más que funcionan como motores y justificaciones enclenques para un arte cada vez más banalizado.

     Ante esta situación, resulta arriesgado y comprometido establecer parámetros de clasificación y jerarquización en lo que se refiere a cultura (no porque no se pueda, sino porque es peligroso y es inútil ante el monstruo de la diversidad). Por un lado, las ciencias siguen considerando que cultura es todo, para que pueda caber en ello un lugar propio, cosa que de por sí tienen de acuerdo a la premisa antropológica mencionada arriba. Por otro lado, las artes piensan que la cultura solamente les atañe a ellos pero no tienen un compromiso real; su idea de cultura solamente funciona por su simple pertenencia al gremio. Por último, la cultura para la gente común es algo ajeno e indescifrable, pero cuando les es conveniente se dicen con cierta cultura porque oyen a los Beatles, han leído un libro de Ann Rice, idolatran las películas del Santo o mantienen con recelo una colección de discos de acetato de los años setenta de los Carpenters y otra de Silvio Rodríguez. Un buen comienzo, nada difícil por cierto, es determinar el uso discriminado de las palabras cultura y arte, en donde su empleo como sustantivo y como adjetivo derivan una "calidad" de su sentido.

     Gilles Lipovetsky bautiza como individualista a la sociedad del hiperconsumo, pero en ella se desarrollan entes colectivos que se autodenominan como colectivos. La colectividad es una actitud común humanamente hablando, pero la condescendencia de tal actitud para autentificar estereotipos, modas, clichés y carencias de toda índole es lo que pone entre dicho tal humanismo. En una entrevista a Juan José Arreola él dice: "Yo siempre hablo de una sola cultura, que es lo que circula en un ser humano como su propia sangre. Yo tomo de todo lo que me he podido dar cuenta, lo que me pertenece... Ahora que se dice todo es cultura, en México alguien de pronto dice: el carnaval de Veracruz es cultura, el jazz es cultura, y luego empiezan con que la rumba es cultura y que todo es cultura. Es una confusión. Una cosa son los comportamientos humanos, que crean modos de vida social y manifestaciones del ser individual dentro de formas de una sociedad; pero la cultura única que me importa es esta apropiación legítima, legitimada por la legitimidad" (El intelectual y su memoria: Juan José Arreola. Youtube, minuto 1;13:37). Bajo el esquema de apropiación, la idea de que la cultura lo es todo es válida porque se determina y se auto determina por lo que el individuo o el colectivo consideran que es conveniente. Sin embargo, Ni Arreola ni Vargas Llosa se apropian de los estereotipos populares, comerciales y populacheros. Mencionan insistentemente a Kant, Proust, Zola y Sartre como sus modelos culturales y eso por sí  mismo autentifica, al menos para ellos, una idea suprema de lo que es cultura.

     Los focos culturales son perfectamente identificables. El problema es que no existe una regulación a esto y no tendría porqué existir (los comportamientos sociales determinan formas definidas apreciables a la distancia, cuando ha pasado el tiempo y es posible observarlos con lupa); pero los éxitos, premios, protagonismos, publicaciones y mediatizaciones que están de por medio (entre la cultura y quienes la ejercen) son los que lamentablemente permiten que las cosas sean como son, sin importar si eso enaltece el espíritu humano o no, o si se anteponen los egos y los beneficios económicos. En un tianguis de plaza, de estos que se dan los fines de semana en el camellón principal de la colonia, pero que no son de venta de comestibles y ropa, sino de convivencia y talleres de manualidades, un señor, encargado de un puesto de pinturas de paisaje, esculturas de pequeño formato y pequeñas figuras de yeso para pintar, me corrigió cuando me escuchó mencionar la palabra tianguis, al corredor susodicho: -No es ningún tianguis joven, son actividades artísticas y culturales-. Innumerables veces he escuchado, en  referencia a las caricaturas, diseños, artesanías y expresiones populares de todo tipo referirse a ellas como arte, artísticas o culturales. Otro ejemplo: en una feria cultural regional hay de todo menos arte, no al menos en el sentido en que categóricamente se conoce: comida, ropa típica, puestos que en un origen correspondían a los hippies que venden pendientes, collares e incienso, pan de pueblo, puestos que venden rompecabezas, juegos de mesa y esculturas armables, gorditas de la Villa, chácharas, etc. La gran Feria del Hogar (que no era cultural) que en los años ochenta anunciaba Paco Stanley en el Palacio de los Deportes, ahora pulula por todos lados y es cultural. ¿Tal denigración de la cultura nos ha llevado a designar como cultural algo que entonces no lo era?

     Los conceptos sobre cultura son desde luego diversos, manipulables y convenientes según las circunstancias. En el arte, tal indefición y diversidad cultural va de la mano con un enorme (en número de artistas) e incipiente seudo-compromiso con la disciplina. El carácter intelectual que otrora identificaba al arte en su supremacía manual y erudita ya no importa. Sí existe, pero es mínimo y está revuelto entre las inmundicias en donde es imposible evaluar sus formalidades (ahí están el performance, el arte sonoro, el libro de artista, el arte del cuerpo, ambientaciones, acciones y recientemente incluidas por el fonca como disciplinas artísticas el arte circense, el cabaret la electrónica autoral y la robótica. "Formas" de hacer arte que se auto-evalúan condescendientemente y de las que es facilísimo hacer cualquier ocurrencia con las mejores de las intenciones) y porque están barnizadas con intereses propios del protagonismo, la moda, el mercado y el éxito.

     El genio en la creación artística no es una omnipresencia desde luego; como los parámetros de lo que es cultura y arte están fracturados, poco importa. Sin embargo, la erudición en el arte sigue siendo un epítome de la expresión y de las capacidades humanas en su sentido más aspiracional. Claro, la justificación a los errores humanos siempre se justifica por eso mismo: es que somos seres humanos. Pero porque somos seres humanos es que debemos al menos aspirar al máximo conocimiento y a la perfección artística. El talento es un ingrediente importante aunque no indispensable para que el genio florezca; importan más el entorno y la disciplina, entendida esta última como la perseverancia y la constancia  que resultan del pleno dominio de un ejercicio. "Llegar a la concepción de algo realmente novedoso en cualquier terreno de las artes indica genio" (Youtube. Ernesto de la Peña. El genio. min. 2:00) Además de la novedad como aportación del genio del artista, se implican también una postura crítica, contemplativa y en perpetuo cambio y añadidura de conocimiento. En una charla sobre esto con un amigo fotógrafo, me dijo: -el artista no escribe, produce- afirmando esto en referencia a que el artista debe estar comprometido exclusivamente con la producción y no así con la investigación y la reflexión a través de la lectura, la escritura o cualquier otra forma de conocimiento. Esta actitud de pasividad del artista frente a su realidad inmediata, que se auto-satisface además con complacencias de autodeterminación con la producción misma, genera conformismo e incapacidad. El genio o la erudición se antoja siempre correspondiente a escritores, filósofos, antropólogos, bibliófilos y demás artistas y pensadores en donde la palabra se antepone a su ejercicio. Sin embargo, el artista genio, además de ser quien demuestra un dominio en su instrumento, herramienta y solución-proyección-oficio de su arte, debe disponer de la información necesaria para añadir a su espectro crítico y contemplativo una forma de ver las cosas más elocuente. Y si el genio ya no importa para que el artista se consolide como tal, ¿debemos entonces echar por la borda a Cervantes, Rembrandt, Mozzart, Durero, Bach, y tantos más que con su genio dignificaron las posibilidades humanas en el campo del arte?

¡Viva la diversidad cultural! Seamos todos cultos e incultos sin distingos...




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