viernes, 27 de julio de 2018


TIEMPO, ESPACIO Y LINEALIDAD TEMPORAL
"STALKER", DE TARKOVSKY






En la película “Stalker” (1979) de Andrei Tarkovsky, el tiempo y el espacio lineal no existen. “La zona” es el lugar místico por antonomasia: el misterio, la niebla y el hálito furtivo de la imagen monocromática. Lo atemporal no es lineal pues no tiene permanencia terrenal. La referencia más emblemática e inmediata en el mundo occidental está en el Erebo, lugar de transición de los muertos; tierra del cancerbero, borde del mundo (entre los vivos y los muertos), lugar insustancial, inmaterial, en tinieblas. El viaje del Stalker trastoca la muerte, pues evade la vigilancia del fusil y penetra en las latitudes del infierno. La escena del perro negro es la más hermosa de la película porque representa el toque divino. El perro, emisario del inframundo, se acerca al Stalker agazapado en un instante de silencio, le otorga un segundo de seguridad y confianza infinitas, le garantiza con ese momento la consumación de su objetivo. El perro representa también lo inhumano pero también lo enteramente presente, el infinito. La representación del perro en la historia del arte es recurrente por sus simbolismo, es emblema de fidelidad. El inframundo también es el otro lado, el más allá del limbo, la circunstancia externa e interna del hombre, la metafísica; la materialización de la existencia.
     La película posee desde luego una linealidad temporal en su estructura narrativa a fin de someter al espectador a su cúmulo emotivo; pero no es una línea recta, sino una parábola, pues asciende desde la tierra a los confines del misticismo y regresa a la misma arrastrando consigo el objeto precioso del viaje: el poder telequinético en la hija del Stalker. En la magia se desnuda la filosofía espiritual y la deidad; la necesidad. Y aquí contrario al postulado litúrgico, el sentido de las cosas en lo humanamente posible, en lo que cada humano sin saberlo, se ejercita con las incógnitas de lo que tiene sentido: la existencia, la muerte, la vida y el más allá.
     En “Octavio Paz y Jorge Luis Borges sobre la Poesía en Nuestro Tiempo” (youtube) Borges, Octavio Paz y  Salvador  Elizondo comentan sobre el tiempo en el arte, específicamente en la poesía. Las disertaciones elucubran también entre la realidad y la otredad; el espacio poético no es el lineal sino el metafórico, el tiempo fugaz en la imagen periódica de la luna, la vuelta del tiempo, la recurrencia del tiempo… Las virtudes de la poesía son las que emulsionan la realidad y el sueño.
     En su Laocconte, Lessing resalta las cualidades de la poesía en la pintura: ut pictura poesis (así la poesía como la pintura; o, la poesía en la pintura). Lo poético en el arte tampoco es lineal, es un instante en un tiempo indefinido. El dolor, como el pináculo del pathos, es la poesía misma. Sin dolor no hay elucubramiento poético. La muerte modula la vida; sin muerte no hay sentido de la vida y en consecuencia no hay belleza alguna. La belleza se alimenta de la emulación poética.
    
     Esta intensidad emotiva, protocolaria y bulliciosa sobre el tiempo y el espacio es ininteligible, pero por ser comprensible nos merece ser racional (otra vez: metafísica) Y en esta racionalidad de comprensión se encuentra la razón del ser de la explicación; entonces se convierte para estos fines en  inteligible. Umberto Eco denomina a una forma de categorizar, clasificar y jerarquizar estas minucias ininteligibles y conmensurables, el vértigo de las listas, porque le sobreviene al ejercicio del pensamiento racional la andanada de palabras que describen de manera directa e indirecta el concepto. Basándonos en esto y en lo anteriormente descrito, podemos enumerar un listado referencial sobre el tiempo, el espacio, la linealidad y la alinealidad: sueño, instante, infinito, conciencia, cognición, virtud, misticismo, mito, metáfora, hombre, inhumano, animal, misterio, niebla, convergencia, divergencia, muerte, vida, cielo, tierra, inframundo, vigilancia, poética, otredad, elucubración, pathos, dolor, poética, deconstrucción.

     Estoy, siento, soy, voy, comprendo, aprendo, veo... y no hay nada, no soy ni siento nada.

1 comentario:

Manuel Romero dijo...

¡Saludos profesor!
Comprendo que su texto central va encaminado a la efusividad de la dualidad entre la vida y la muerte, aunque me gustaría ahondar un poco dentro de lo que el tema lo permita, acerca de
"En la magia se desnuda la filosofía espiritual y la deidad; la necesidad."

Con esta oración ¿se podría suponer que el creer en un ser superior / creador sería totalmente necesario e irrenunciable para el ser humano en algún momento de la vida?
Tal vez como un intento de subsanar el eterno vacío de incertidumbre ante lo inconcebible o desconocido.
¿Personalmente usted tiene alguna perspectiva o inclinación (no necesariamente religiosa) hacia el aspecto divino?