LOS POSADA DE POSADA
Los siguientes párrafos, dedicados a
Posada, corresponden a una conferencia que impartí en el Centro Cultural
Mexiquense Bicentenario con motivo del aniversario luctuoso del grabador.
Posada merece estar presente en esta investigación no sólo por su importancia
histórica en los antecedentes del grabado mexicano, sino porque también empleó
la talla al buril.
INTRODUCCIÓN.
A cien años del fallecimiento del grabador José Guadalupe
Posada (Aguascalientes, 2
de febrero de 1852 - Ciudad de México, 20 de enero de 1913) y como un reconocimiento a su loable obra y a su inmensa
aportación al Arte Mexicano, es de destacar, pese a la numerosa línea de
publicaciones dedicadas a múltiples vertientes sobre su persona y su labor en
la estampa, su aportación como “técnico grabador”. De las más significativas
descripciones sobre su obra se han mencionado aspectos biográficos, su labor
creativa como testigo y crítico de una época de transición para nuestro país,
su importante aportación al arte mexicano reflejada en el periodo posterior e inmediato
a la Revolución Mexicana denominado como “Escuela Mexicana de Pintura” y su
intermitente consideración, dada su importancia, en el arte mexicano actual;
sin embargo, poco se ha comentado abiertamente sobre su trabajo dentro del
taller, los materiales y procesos con los que construía sus estampas, su inicial
incursión en la litografía, la dependencia que de alguna manera mantuvo con la
fotografía, la adopción de los nuevos procesos fotomecánicos de impresión (que
pese a ello mantenía vigentes los procesos tradicionales como la talla al
buril) y por supuesto su relación (circunstancial o implícita) con las Escuelas
de Artes y Oficios y la producción editorial de su época. Los Posada de Posada son sus planchas, sus buriles, sus impresiones
y todas aquellas minucias con las que configuró su obra.
HACIA UNA INVESTIGACIÓN
HISTORIOGRÁFICA.
Investigando en fuentes bibliográficas múltiples, en mi
relación con otras personas con intereses comunes y en el conocimiento directo
de las técnicas de grabado que yo mismo he experimentado, he considerado viable
determinar conclusiones elocuentes sobre la técnica de estampación de Posada,
conclusiones a las que siempre es de agregárseles algo en razón no solamente de
lo que merece una figura de su talla, sino del interés personal y gremial sobre
los pormenores que el desarrollo de la historia en el campo de las Artes
Gráficas siempre tiene algo que aportar.
Para esta
aportación sobre la producción de Posada, he considerado tres aspectos
relevantes propios del quehacer del grabador que me parecen relevantes:
-
Los
antecedentes y circunstancia del grabado en el siglo XIX
-
El
dibujo
-
La
elaboración de matrices y producción en serie, siendo esta última divida en dos
partes: en cuanto a la producción de matrices y su actividad como impresor.
Merece
reconocimiento para el gremio de grabadores la importancia del oficio de grabar
no sólo en la transcripción de imágenes en las matrices, sino en la reproducción
que de estas se obtienen (seguimiento y conclusión de la labor del grabador). A
Posada no solamente debe apreciársele su labor como grabador, sino como
dibujante e impresor, tareas que a la fecha nos describen inexorablemente la
producción del grabado como disciplina multifacética y colaborativa; incluso en
las formas de estampación comercial y publicitaria. La gráfica como
disciplina artística contemporánea no puede entenderse sin considerar sus
antecedentes históricos, su fuerte vínculo con vías en las que el impreso ha
creado sus propias rutas, principalmente el libro; su capacidad
multireproducible y sobre todo la presencia e interacción de materiales con los
que se configura. Todo ello y en conjunto crean un carácter o una identidad
que, a diferencia de otras disciplinas artísticas, conllevan un lenguaje propio
y una confluencia de criterios de quienes lo practican y de quienes de una u
otra forma se encuentran relacionados con ella.
La academia, el
desenvolvimiento de ciertas esferas dentro del arte y el diseño gráfico son
básicamente los estadios en donde la gráfica se aprende, se determina, se
aplica, se transforma o subsiste.
Los modelos a seguir en las
academias no solamente se ciñen a la enseñanza de materiales y procesos de
ejecución de estampas, sino al vínculo existente con el ámbito profesional,
siendo este publicitario-comercial en el caso de su aplicación al
diseño gráfico, y expresivo en su
desarrollo artístico. El artista gráfico, a diferencia del pintor, del escultor
o del arquitecto, busca demostrar una identidad propia mediante la autenticidad
de su discurso: el uso de la técnica, el fin o apoyo dibujístico, la
interacción de sus elementos formales: la línea, el ashurado, el contraste, la
textura y la mancha; añadiendo a esto el carácter propio del tipo de
procedimiento empleado: en el tratamiento de las matrices, en el golpe de
impresión y en la valoración de resultados. Una obra gráfica o una estampa
deben verse o apreciarse no sólo por el discurso que la imagen demuestra, sino
por lo que el mismo medio significa. La estampa es en sí misma un compendio de
caracteres culturales que, insertados en ámbitos tan diversos, interrelaciona
criterios y formas de apreciación correspondientes entre sí. Por eso, requiere
del espectador un mínimo de conocimiento de lo que es una obra impresa a
diferencia de un dibujo o una pintura.
La disciplina del grabado
lleva en su aprendizaje y desarrollo una adaptación y entendimiento dados los
materiales y los procesos con los que se construye. El grabado implica una
serie de tareas en su ejecución que requieren no sólo de diferentes pasos a seguir:
dibujo o diseño de la imagen, transferencia invertida de ésta a la placa,
entintado e impresión, sino también una
serie de factores sensitivos, propios de la técnica específica que se emplea,
que requieren esfuerzos y atenciones particulares. Por ello, el grabador sabe
de antemano que la creación de una estampa a través del grabado requiere de un
conocimiento y de una sensibilidad otorgada mediante la práctica y la
interacción con herramientas y materiales que constituyen en sí el motivo de su
creación, y que sólo es posible ejecutar mediante el trabajo de taller.
Un pleno entendimiento de la
producción de Posada radica en primera instancia en un conocimiento fidedigno
de los antecedentes del grabado de todos los tiempos y lo que de este se deriva
en sus circunstancias históricas, sociales y culturales específicas. Esta
vinculación historiográfica del grabado con la historia de la imprenta, la
escritura, el dibujo, la ilustración y el diseño gráfico, justificada por los
referentes documentales y por la reafirmación de criterios, términos y valores
propios de estudiosos de disciplinas afines, define la situación cultural que
se ha venido gestando desde su existencia. Entender la obra de Posada desde una
perspectiva productiva implica un entendimiento primero desde el hacer grabado.
ANTECEDENTES Y CIRCUNSTANCIAS
DEL GRABADO EN EL SIGLO XIX.
El siglo XIX para el arte mexicano tiene múltiples
vertientes:
- Es un periodo de transición y consolidación para nuestro
país, situación histórica que intenta mediante múltiples hechos reafirmar una
identidad propia.
- Implica el apogeo en el uso de la litografía como recurso
en la producción de imágenes impresas, luego de su inclusión en 1826 por el
italiano Claudio Linnati de Prevost.
- Se identifica a la fotografía, cuyo surgimiento se le ha
adjudicado alrededor de 1839, como un apoyo del dibujo en la gestación de
imágenes, situación que el mismo Posada dispuso para la creación de sus
grabados.
En 1837 comienza
el auge de la publicación de revistas impresas, que realmente llega a
consolidarse hasta la segunda mitad del siglo XIX. Posada, quien ingresa como
ayudante de Trinidad Pedroza a los diecinueve años, aprende los pormenores de
la litografía y aprovecha sus dotes dibujísticas en sus primeras imágenes
comerciales y caricaturas políticas. La técnica, que en esencia dispone del
axioma: las sustancias grasas y acuosas
no se mezclan, recibe su primer acercamiento al grabado con el conocimiento
que implica el dibujo del lápiz graso en la piedra calcárea, el entintado
mesurado y la delicada impresión en el rasero. Es una etapa formativa
determinante en el artista, pues el contacto directo con los materiales y
procesos en la producción de impresos implican un entendimiento del que se
deriva una consolidación del oficio de grabar.
En las décadas de
1840 y 1850 se define la usabilidad de la litografía como sistema de impresión
por excelencia. Su refinado acabado, similar o idéntico al del dibujo a lápiz
prioritariamente, que presenta gradaciones de grises que van desde el negro al
blanco, y las cromolitografías, que son impresiones en blanco y negro
coloreadas a mano, describen a la técnica como eficaz, tanto por la solución
gráfica que presentan como por su adaptación a las necesidades comunicativas de
la época. Una elocuente coincidencia con los aconteceres de índole popular
fueron proyectados sobre todo en litografías. El grabado en madera, tan
practicado en el periodo virreinal como instrumento difusor y evangelizador, no
fue retomado a conciencia hasta finales del siglo XIX y principios del XX. El grabado
en planchas de metal, que tuvo su apogeo a finales del siglo XV y principios
del XVI en la Europa Central se practicaba con fines numismáticos y de
refinamiento afrancesado en la Academia de San Carlos. La formación de los
estudiantes en la Academia fue determinante para la proliferación de pintores
consagrados como José María Velasco, Pelegrín Clavé, Agustín Arrieta y
Hermenegildo Bustos. Grabadores: Luis Campa, Antonio Orellana, Buenaventura
Enciso y Tomás de la Peña. Para finales del siglo, las intenciones
modernizantes en el arte reflejarían a su vez intentos de modificación en la
enseñanza que generaron pintores y grabadores con nuevas posturas: Germán
Gedovius, Antonio Fabrés y Julio Ruelas. Las inquietudes de los nuevos
estudiantes implicaban básicamente una oposición al academicismo.
Al margen de la
Academia, las escuelas de artes y oficios, los talleres libres y la enseñanza
lírica en las imprentas mostraron siempre una inquietud productiva que si bien
no cumplía con las expectativas institucionales de la Academia, lograba
satisfacer el afán estético y comunicativo mediante etiquetas, cuentos, hojas
volantes, carteles y periódicos. El mismo Posada fue profesor de litografía de
1883 a 1884 en una escuela secundaria de León Guanajuato y cobraba 15 pesos
mensuales.
EL DIBUJO.
¿Puede
considerarse a Posada un dibujante por excelencia? Por supuesto que sí. Esto se
puede justificar de la siguiente manera, considerando tres aspectos
fundamentales:
-
Concepción
del dibujo en grabado.
-
Elocuencia
formal y representativa.
-
Caracteres
expresivos.
Concepción
del dibujo en grabado. El dibujo es y ha sido a lo largo de la historia
un elemento al servicio de otras disciplinas, a la par que mantiene su
autonomía como fín explícito. Como un elemento complementario del grabado
implica apreciar al dibujo como una estructura del mismo, para lo cual se
recurre a la idea del boceto o del proyecto; para lo segundo requiere pensar en
el dibujo en el grabado como una acción implícita en su ejercicio. Uno no es
mejor que otro porque de ello depende la intención del grabador y los
mecanismos a los que recurre para satisfacer los encuentros a sus soluciones.
En Posada, el dibujo es el grabado, considerando lo antes dicho por supuesto,
en donde el trazo del buril y la herida en el metal por la acción del ácido
representan por sí mismos los recursos para la construcción de las imágenes.
Así, debe verse al grabador no sólo por lo que corresponde al empleo de las
técnicas de grabado a las que recurre, sino por el lenguaje visual que como
dibujante concibe. Dadas esas cualidades, Posada logró ser un excelente
dibujante como grabador, caricaturista e ilustrador. En una cita del libro de
Rafael Carrillo, se menciona la destreza de Posada en el dibujo como una
anécdota que reafirma la importancia del oficio: “…era un hombre rechoncho,
tipo de indio puro, de tal agilidad manual en su oficio, que mientras platicaba
con el dibujante Nicolás Urquieta, que
me había llevado a conocer al grabador, éste me miraba de cuando en cuando
rápidamente, mientras hendía un taruguito de madera con una afilada navaja, y
de pronto levantóse, fue a una pequeña prensa de mano, entintó un rodillo y
sacó una prueba de una caricatura de mi encanijada persona imberbe, tan
admirablemente parecida, que nos hizo carcajear a los tres” (Carrillo, Rafael,
pág. 30).
En la
multiplicidad de motivos se reconoce también la habilidad dibujística de
Posada: retratos, paisajes, figuras humanas, animales, seres fantásticos, etc.
No en balde su formación transitó también como calígrafo, ejercicio de
escritura manual vinculado estrechamente con el dibujo. Es de mencionar también
su capacidad conceptual en la elaboración de carteles, ilustraciones, viñetas,
portadas, capitulares, exlibris, anuncios, etiquetas y toda clase de minucias
representativas de las que diseñador actual profesional se consideraría inexperto,
un tanto por la variedad y otro tanto por la claridad y exigencia comunicativa.
Elocuencia formal y
representativa. En
las imágenes de Posada se aprecia una solvencia y una elocuencia impresionante:
maneja la proporción, el claroscuro, el ashurado, las calidades de línea, etc.
Es decir, se percibe una conciencia inequívoca del espacio. De manera
intencional, manipula jerarquías de tamaños, movimiento, contraste, etc. Y si
bien no poseía los conocimientos que la formación de los estudiantes de la
Academia de San Carlos tenían, intuía muy bien mediante el ejercicio del dibujo
soluciones compositivas favorables. Un aspecto importante que ya mencioné al
principio es el uso de la fotografía como apoyo dibujístico. Los apoyos de
Posada en la fotografía son múltiples, lo que a ojos de muchos lo hace parecer
inexperto, cuando en realidad es una reafirmación del carácter tecnológico de
la época y de las virtudes de Posada como ilustrador, pues es por todos sabido
el número de planchas grabadas por día que ejecutaba, llegando a alcanzar hasta
quince imágenes en una misma sesión.
Caracteres
expresivos. El dibujo, como otras disciplinas plásticas, posee
cualidades específicas. Al ser una vertiente de la Gráfica, se emparenta
inexorablemente con el grabado y funcionan expresivamente como una sola cosa.
Lo impresionante de Posada, que no solamente es una reafirmación de las
expresiones de Diego Rivera, Jean Charlot, José Clemente Orozco y Francisco
Díaz de León sino del contacto visual directo de sus grabados, es el mensaje,
lo que se dice con las imágenes. Posada no solamente tradujo en imágenes los
sucesos de un momento histórico en México, dedujo poéticamente lo verosímil y
desgarrador del ser humano que, como Francisco de Goya, transmitió su afán
expresivo refinado; los vericuetos de la vida cotidiana los transformó en
contrastes y ritmos de líneas, orquestados en una narrativa cadenciosa y
omnipresente. Por ello la grandeza de Posada y su influencia en el arte
mexicano.
LA ELABORACIÓN DE
MATRICES Y PRODUCCIÓN EN SERIE. Para este apartado, es de mencionar por supuesto la
importancia de la técnica de grabado en Posada y su actividad como impresor.
Sobre lo primero, enfocaré mis palabras en el grabado en metal, pues es en
donde su obra se desarrolló con plenitud dada su preferencia, comparada por
ejemplo con las litografías, que fueron pocas en comparación. Los sistemas de
producción tradicional de estampas a finales del siglo XIX: grabado en madera,
tipografía, litografía y huecograbado en metal, si bien conocidos, no se
utilizaban de manera equitativa por las demandas productivas (en serie) de los
medios en los que se inscribían. Los procesos denominados como modernos, como
el fotograbado, la serigrafía y la misma fotografía, comenzaban a utilizarse
como sustituto de los tradicionales por su eficiencia, costos y rapidez. Posada
supo adaptarse, recurría a la caja tipográfica tradicional con grabados en
metal impresos en relieve y no en hueco, como se acostumbraba; dispuso de la
fotografía como un apoyo dibujístico. El procedimiento por excelencia en los
grabados de Posada es conocido como Zincografía o grabado en zinc, que implica
en primera instancia la concepción del dibujo en positivo como relieve (como un
grabado en madera) y no como hueco, consistente en dibujar sobre la plancha con
una sustancia grasa para su posterior exposición al ácido. Rafael Carrillo
describe el proceso de la siguiente
manera: “(Posada) Usó el método llamado guillotage,
término adoptado en honor a su inventor, un grabador francés apellidado
Guillot; procedimiento en boga en el reinado de Luis XV y que consiste en
obtener el relieve en una plancha de cinc, por medio de ácidos, las imágenes en
relieve que se desean reproducir. Para tal efecto se toma una plancha de cinc
bruñida y desengrasada; se barniza su reverso y sus bordes; se dibuja su
superficie usando tinta grasa, ya sea con pincel o pluma. A continuación se
espolvorea el dibujo con flor de resina y se deja secar. Luego se sumerge la
plancha en una cubeta de madera que debe contener una solución de agua y ácido
nítrico a 3º Baume. Imprimiendo a la cubeta un movimiento de balanceo continuo
a efecto de que al mismo tiempo que el ácido muerde el metal, se separen las
sales que se forman por la combinación del mordente con el metal. El ácido
corroe las partes no protegidas por la tinta grasa. La cubeta debe moverse unos
15 minutos, sacándose la plancha, lavándola y limpiándola de las sales que le
queden con una brocha suave. Si es necesario ahuecar más la parte no protegida
de la plancha que resalten las líneas dibujadas, se vuelve a meter en la
cubeta, reforzando previamente la solución con más ácido. Cuando se considera
bueno el resultado se lava la plancha, se la seca y limpia con la brocha y se
la coloca sobre otra plancha de hierro calentada previamente a una alta
temperatura, a efecto de que el calor funda y elimine el barniz protector.
Al terminar este
proceso se limpia cuidadosamente la plancha con una estopa empapada con un
disolvente y se procede a montarla sobre un banco de madera (zócalo) quedando
lista para imprimirse” (Ibid. Págs. 33 y 34).
En palabras de
José Clemente Orozco, el oficio de Posada, evidente en el tallado de sus
placas, demuestra la fascinación de la técnica de grabado en su ejecución: “
Posada trabajaba a la vista del público, detrás de la vidriera que daba a la
calle, y yo me detenía por algunos minutos, camino de la escuela, a contemplar
al grabador, cuatro veces al día, a la entrada y salida de las clases, y
algunas veces me atrevía a hurtar un poco de las virutas de metal que
resultaban al correr el buril del maestro sobre la plancha de metal de imprenta
pintada con azarcón” (Clemente Orozco, José).
En unas placas
originales de Posada que me mostró el maestro Alejandro Alvarado Carreño,
colega grabador, pude apreciar que la labor del ácido no fue única. Posada
empleó buriles para retoques sobre las planchas, previo trazo a la acidulación;
y a la talla directa a posteriori.
Los golpes del buril presentan tanto líneas descriptivas de las formas, como desbastes
en las hendiduras de bajo relieves; esto con la finalidad de evitar entintados
indeseados en esas zonas y de adecuar de manera conveniente la altura requerida
de la caja tipográfica. Una herramienta recurrente en los grabados de Posada,
el llamado velo o lengua de gato (término francés y
español respectivamente), que consiste en una barra de metal con el extremo en
puntas de variadas terminaciones, que produce al arrastre o tallado de trazos
simultáneos que resultan en una pantalla de grises. Este recurso fue
posteriormente retomado por los grabadores en relieve de principios del siglo
XX, como Leopoldo Méndez.
En cuanto a su
actividad como impresor, primero debe darse por entendido que la disciplina del
grabador implica múltiples labores a dominar para una mejor configuración de
sus intenciones expresivas, comunicativas o de difusión. La labor dentro del
taller de grabado puede gestarse de múltiples formas: varias personas ejecutan
los dibujos, tallan las planchas, las acidulan, las imprimen y las presentan o
difunden. Una mezcla de estos caracteres depende de la intención de su autor o
autores, del género que comunica, del medio en que se inscribe y de la época en
que se realiza. Lo que predomina como irrefutable es que las imágenes grabadas
corresponden en autoría a quienes las diseñan y/o a quienes graban las
planchas. En pocos casos y bajo circunstancias específicas se considera a los
impresores como autores; y pese a que el trabajo de impresión es fundamental
para la consolidación de un grabado, no se le considera una labor creativa o
configurativa.
Posada
indudablemente entintaba e imprimía sus grabados, pero el espacio y las
exigencias de un taller de impresión como en los que trabajó, implican una
organización de distribución de responsabilidades en la que no es posible
mantener un mismo ritmo y una misma jerarquización de tareas. Puedo atreverme a
afirmar, dada la escasez de documentos para respaldarlo, que Posada era autor
de sus imágenes en todos los sentidos: dibujaba los diseños, trazaba las
tipografías, grababa las planchas, las retocaba y las imprimía. Yo mismo, en mi
breve experiencia como ilustrador he tenido, pese al respaldo del diseño
gráfico y de las circunstancias tecnológicas distintas de nuestros tiempos, que
resolver múltiples aspectos en la solución de mis imágenes. Ahora bien, un
aspecto importante referente a la autoría de sus grabados, presente
constantemente en su obra es su firma, que, pese a que no se concebía aún a la
ilustración y la caricatura como una obra de arte, proyectaba a través de su
firma la inquietud de autentificar y resaltar su identidad en su trabajo. Los
grabados modernos, cuya prioridad es artística, se rubrican fuera del golpe de
impresión, es decir, fuera de la imagen y se escriben a mano y con lápiz. En
Posada, como en muchos grabadores de su tiempo, se estilaba firmar los grabados
en las planchas mismas.
Por último, un
aspecto notable que agregar sobre Posada es su capacidad productora,
equiparable en número a la de Picasso. Posada produjo miles de grabados en su
vida, situación que implica una reflexión sobre su incansable labor, la
importancia del oficio de grabar a finales del siglo XIX y principios del XX,
así como los pormenores comunicativos, propios de la época, en donde la
tecnología determina pautas comunicativas, estéticas y formales en la creación
de imágenes.
CONCLUSIONES.
Sea este entonces,
un interés por reflexionar en torno a un artista en particular, quien, en
ningún momento de su vida siquiera
imaginó que su obra determinaría parámetros concluyentes para el arte Mexicano
de todos los tiempos. En donde la delgada línea que determina lo que es arte y
lo que no en una época, es circunstancial y en donde lo que importa es la labor
del poeta que enaltece el espíritu de un pueblo.
Héctor Morales
11 de abril de 2013. Texcoco, Estado de México.
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