En 1993 ingresé como ayudante de profesor con el maestro Aureliano Sánchez Tejeda en el taller de Dibujo de la ENAP. Me invitó a participar cuando su ayudante anterior se retiró. Su clase era muy estricta: profesaba un dibujo "académico", poco experimental, en donde nadie podía hablar y debíamos trabajar concentrados al cien por ciento. Era un maestro respetado por su exigencia, situación que por supuesto me enorgulleció cuando me solicitó ser su adjunto. El primer día que trabajé con él me dejó solo con el grupo, sudaba profusamente y me esforzaba horrores para hacer mi trabajo lo mejor posible. Afortunadamente, pese a que mis primeros alumnos eran mis propios compañeros y algunos de ellos mayores que yo en edad, reconocían mi papel y me permitían trabajar. Al mismo tiempo, en el Taller del Maestro Luis Nishizawa, colaboraba en breves salidas a la Ciudad de Guanajuato como su ayudante. No había pago, pero me encantaba la idea de complementar mis conocimientos sobre técnicas de los materiales de pintura y aprovechar en las tardes las salidas al campo a practicar la pintura de paisaje. Pese a que el maestro reconocía en mí ciertas habilidades para el dibujo y la pintura, y que promulgaba frente a sus alumnos la calidad de mi trabajo y mi posible inclusión en las galerías con las que él tenía contacto, me incliné más por la producción gráfica, sacrificando innumerables proyectos que posteriormente realizó con sus ayudantes y el importante beneficio económico que eso implicaba; realmente hice lo que quise: dedicarme al grabado, aún cuando en pocos años apartarme del equipo de Nishizawa resultó en necesidades económicas fuertes, de lo que no me arrepiento para nada. en 1995 hice mi servicio social en el Taller Francisco Moreno Capdevila, con el maestro Jesús Martínez Alvarez. Mi labor ahí era pasar lista, redactar en el pizarrón los requerimientos de materiales y entregas de trabajos, así como las descripciones de los procesos técnicos; asesoraba a los alumnos en los pormenores del aguafuerte, aguatinta, barnices y el proceso de impresión. Fue una experiencia muy nutritiva porque involucraba la reafirmación de lo que ya sabía y me permitía estar en contacto directo con el ejercicio de grabar, ya que todo el día tenía libre acceso al taller adjunto, denominado como "de producción", donde pasaba horas grabando mis placas al buril.
Posteriormente, en 1996, obtuve unas horas como profesor de asignatura en Historia del Arte, lo que me obligó a estructurar mis clases en el método de enseñanza, evaluando siempre mi desempeño, ya que jamás tomé un curso de pedagogía. Dar clases se fue conviertiendo poco a poco en un compromiso paralelo a mi labor como artista gráfico. Me permitía obtener un ingreso económico, evaluar mis ideas de manera constante, refrescar mis conocimientos y complementar mi producción artística mediante la construcción de conceptos cada vez más definidos.
En 1997 me dieron la beca Jóvenes Creadores del FONCA, por lo que decidí dejar las clases en la ENAP y dedicarme de lleno a mi proyecto; además me ofrecieron dos materias en el Claustro de Sor Juana: Taller de Crítica del Arte y Artes Plásticas. trabajar como docente en el Calustro fue para mi un parte aguas, porque todos mis compañeros profesores eran de buen nivel: con maestrías y doctorados, con varias publicaciones, con trayectoria... y yo a mis veintisiete años apenas esbozaba un currículum. Otro factor que me sirvíó muchísimo fue la convivencia con profesores de otras disciplinas artísticas, había poetas, músicos y filósofos. Tuve que estructurar mejor la manera en que impartía mis clases y considerar siempre el nivel de mis compañeros y el compromiso que implicaba el espacio que me habían confiado. En 1998 terminó la beca y con ella las clases del Claustro. Una nueva directora de colegio ingresó y puso fin a mis horas. Me quedé sin beca y sin trabajo. Toqué muchas puertas, incluso solicité trabajo como empleado en el Sanborns, que nunca me dieron. En 1999 me respondieron de la librería Gandhi, a donde había ingresado mi solicitud. Trabajé con premura siete meses. Ganaba mil ochocientos pesos a la quincena y mi mujer y yo nos morimos de hambre varias veces. En el 2000 terminó la huelga de la UNAM y Ricardo Morales López, quien fuera mi maestro en 1985, me avisó sobre unas horas disponibles en la FES Cuautitlán. Me dieron dos materias como profesor de Dibujo y de Técnicas y sistemas de impresión. Los conocimientos en gráfica fueron muy útiles para sistemas de impresión y se complementaron con otros que investigué por mi cuenta. Regresé a la ENAP como profesor de Costos, materiales y presupuestos en Artes Visuales y como maestro en Historia del arte para Diseño Gráfico. Las clases en la FESC y en la ENAP se conviertieron juntas en mis "entradas" directas. Al mismo tiempo incursioné como ilustrador para algunas revistas y editoriales, complementando así mis ingresos y aplicando siempre mi labor como grabador y dibujante. Posteriormente de dieron más horas en la FESC y pude dejar la ENAP, ya que el trayecto consumía demasiado tiempo. Trabajé para varias escuelas particulares al norte de la Ciudad de México, sin mayor beneficio, más que los pocos pesos que me pagaban.
La experiencia docente ha representado para mi siempre una confluencia de beneficios: conocimiento, actualización, conceptualización sobre las áreas de las artes y el diseño, construcción de criterios, crítica, autocrítica y solvencia económica. El compromiso es enorme: la educación en México necesita de disciplina y valores (propias de las ciscunstancias históricas que vivimos), cosas de las que incluso los mismos profesores carecen. La cultura en nuestro país sobre el nivel educativo es grave: poco o nulo compromiso, falta de actualización y experiencia profesional en los profesores y poca disposición para el mejoramiento de sus recursos pedagógicos. Los alumnos padecen de múltiples carencias, desde la inasistencia o falta de puntualidad de sus profesores, hasta la anteposición de intereses personales y mecanismos de corrupción que se promueven con los vicios de siempre.
3 comentarios:
Los alumnos diferenciamos entre un profesor comprometido y ético y otro que sólo va a cobrar sus horas. A pesar de lo estricto y inflexible que puede llegar a ser (me tocó comprobrarlo en la clase de ilustración que para mi desgracia tocaba a las 8am!!), es un gran profesor. Gracias por compartir sus conocimientos.
Motivante anécdota maestro. No hay duda alguna de su compromiso con las clases y sus alumnos.
Dar clases es una manera de recibirlas. Aclarar las ideas propias para exponerlas es ya de por sí un aprendizaje. Reconoer eso es la clave para que la actitud de un profesor esté siempre dispuesta a la aceptación de sus errores y al cambio.
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