domingo, 6 de julio de 2025

La caída de la tesis

 


La palabra tesis proviene del latín Thesis=conclusión o razonamiento, y esta a su vez del griego tithemi=yo pongo. Por lo que su significado se encuentra relacionado con una postura que se sostiene mediante una disertación, cuyo objetivo fluctúa entre la proposición y la contraposición, es decir, mediante un canal argumentativo, por lo que es viable que ante una tesis haya una antítesis y una síntesis, formas sintácticas de oposición y solución respectivamente.
La invención del pensamiento racional en la antigua Grecia nos lleva a considerar su origen como un sistema de construccion argumentativo, en donde lo razonable consistía en hacer proposiciones coherentes sobre temas diversos. Aún cuando la tesis como documento académico escrito no existió formalmente sino hasta la fundacion de las primeras universidades (siglo XII), es a los griegos que debemos el pináculo del pensamiento racional, siendo la tesis una edificación que propone, bajo parámetros de lógica, hechos y fundamentos, que algo es válido, verdadero o verificable porque se explica en sí mismo.
Les tesis es así, la manera más eficaz, desde el punto de vista racional y estructural, de contraponer el conocimiento científico a una revisión, solución o proposición académica. En los últimos años, el desplazamiento de la tesis por otras formas de titulación, ha propiciado que su propósito terminal en las carreras represente más un trámite que una revisión de conocimientos.
Los artículos publicados al respecto de porqué los alumnos de la UNAM ya no eligen hacer una tesis presentan variables sostenibles pero sin un respaldo argumentativo sólido. Dichas variables fluctúan entre la falta de recursos económicos, deficiencias en conocimientos de investigación, el tiempo requerido y la complejidad administrativa. A estas debemos añadir la idea que tiene el alumno sobre la practicidad entre unas opciones de titulación por sobre otras. A la falta de información sobre lo que es o implica hacer una tesis como elemento terminal formativo y no sólo como un trámite administrativo. A la idea insostenible de estudiar para trabajar, que en teoría perfila a los alumnos a reducir los tiempos en que terminan sus estudios y buscar trabajo. A factores propios de conceptos sobre lo que es estudiar, trabajar, el campo laboral, el compromiso social y la formación profesional. Y por último, considerando los escalafones de la formación profesional —con todo lo que ello implica—, a la consecución de hacer estudios de posgrado al terminar una licenciatura, en donde se requieren conocimientos de investigación.
Aunque es un hecho que la elección de los estudiantes sobre cómo titularse depende del tipo de carrera que cursaron, pues unas áreas son más prácticas que teóricas, o simplemente gestionan el conocimiento en mayor o menor medida entre procesos de reflexión, aplicación y ejecución, existen datos de tipo formativo, anímico, social, cultural y económico que también influyen.
Es un hecho que no disponer de una experiencia tácita en la investigación invita a los alumnos a "sentir" que no son aptos para hacer una tesis —pese a sus estudios elementales de formación básica y educación media, en donde "acarician" el método científico en algunas asignaturas y lo complementan superficialmente con la práctica de lecto-escritura, herramienta indispensable en la investigación—. Pero también consideremos que hacer una tesis no es en sí misma una labor que define la investigación. Si bien se formula de acuerdo con la estructura del método científico, si no se ejerce con regularidad y profundidad, lo mas probable es que no pase de ser más que un trámite de titulación. Por otro lado, si hacer una tesis fuera determinante para formarse en la investigación, cualquiera sería investigador. La distancia entre hacer una tesis y hacer investigación es estrecha si consideramos que el conocimiento racional se define mejor cuando se hace una tesis que si no se hace, pues la reflexión como elemento cognitivo en la representación de un tema de investigación y en su aplicación directa en la recta final de las carreras, es lo que modula una actitud y nutre los valores profesionales de su área. Sin embargo, aunque parten de un mismo modelo metodológico que es el protocolo, existe una distancia considerable entre hacer una tesis y la investigación formal porque los niveles que hacen del proceso de investigar no son siempre los mismos. Cuando una tesis está bien dirigida y el tesista encaja bien los pormenores del desarrollo de su tema y además obtiene los honores en su examen profesional, es natural que piense que su investigación es publicable, pero eso no significa que lo sea y mucho menos que es un investigador. Entonces, el valor de hacer una tesis radica en el perfil de quién la hace, de cómo se dirige o asesora y del seguimiento o fin que resulte de hacerla, en donde, independientemente de la obtención del grado, se debe tomar en cuenta la visión que se tiene de lo que es y representa investigar. También se nota esta distancia cuando el tesista se estanca en su tesis y hace refritos de ella en otros espacios y en otros textos, conferencias y demás.
Cuando los estudiantes eligen otra opción que no es tesis o tesina, no anteponen la idea de ser aptos o no para esas "otras opciones", sino de implicar una ruta más corta o menos complicada que la tesis. Aquí resalta un factor que tiene que ver con la actitud del estudiante ante los retos académicos, pues si bien la idea de estudiar es por sí misma compleja, lo es más cuando se anteponen deficiencias de formación escolar, como el hábito de la lectura, el rigor de la escritura, el pensamiento crítico, la concentración, y la vinculación de estos con su aplicación en tareas o proyectos específicos de su área. A su vez, tiene que ver con su trayecto académico, en donde influye la misión y visión de su carrera, la calidad de sus profesores, el conocimiento de su área en el campo profesional/laboral, y el tipo o fidelidad que tiene para con su carrera, de lo que se derivan matices como el gusto, la pasión, las metas a corto y largo plazo y la inversión o complemento de alicientes académicos externos, como tomar cursos extra curriculares o practicar por su cuenta —sin la obligatoriedad de las asignaturas ni la calificación—, los ejercicios vistos en clase.
Elige la opción que quieras no sin antes considerar que tu formación profesional requiere de un aliciente intelectual que sólo te da la tesis. Asume el reto.

El campo energético y el poder de las acciones


He Man: "Ya tengo el poder" 

— Para evitar el conflicto [pero sacrificando la verdad] me contengo, me refreno, me auto censuro y me silencio. La mayor parte de lo que les digo son mentiras, pero ellos quedan satisfechos. No siempre me sale. Es entonces cuando me atosigan o me dejan de hablar.
Las acciones y los sentimientos son tipos o intensidades de gasto energético. Cuando inviertes tu energía en preferencias o gustos por cualquier cosa, pierdes una cantidad importante de energía. Para amortizar esa pérdida debes canalizar tus intereses en cosas que valgan la pena. La cuestión es ¿qué vale la pena?. Eso se aprende con tropiezos y con tiempo, pero darse cuenta de eso no es fácil, sobre todo si no sabes cómo estar en silencio contigo mismo. El roce social es el mayor consumidor de energía, porque con él se llena gran parte de lo que hace al mundo.
Convertir los gustos en intereses puede ser el primer paso, pues los gustos suelen partir de estructuras impuestas por la sociedad, no de nosotros mismos; y por otro lado están los paliativos, con los que se satisfacen los gustos, en donde caben todo tipo de payasadas con que rellenamos nuestras prioridades y nuestros actos.
Lo que nos interesa parte de una sincera y profunda reflexión: lo que nos gusta es un impulso primitivo. El problema es que anteponemos criterios que no tienen mayor objetivo que justificarnos, como cuando decimos que no todo es rigor y reflexión, o que tenemos que descansar, que debemos divertirnos, que somos seres humanos con defectos, etc. Pero cuando vemos gente que invierte cantidades extremas de tiempo y esfuerzo en su apariencia física, en sumarse a una identidad colectiva, en reuniones de chisme o en adoptar cualquier tipo de actitudes de consenso social, es que nos damos cuenta de que perdemos tiempo, esfuerzo y dinero en cosas que no valen la pena. Aquí también cabe el cómo o el para qué hacemos esas cosas. En el trabajo tenía un compañero que hizo lo posible para irse de viaje a Europa, pero no creas que fue a aprender viendo los museos, conocer un lenguaje distinto o saber de otra cultura, no. Se fue para regresar a su país con la presumible idea de que estuvo en Europa y llenar una carpeta de fotitos en sus redes sociales.
Cualquiera diría que es imposible desprenderse de los consensos, a menos que se viva una vida ascética. Pero el aislamiento no sirve de nada si la persona no le da un nivel de desapego a su participación social. Estar en sociedad no es lo mismo que ser parte de ella.
La decisión de elegir es un factor energético que comienza desde antes, con el tipo de priorización que se construye el individuo. Cuando se hace una idea en la mente para cristalizar un gusto o una acción, la energía adquiere un tinte particular, como cuando tenemos hambre y hacemos un repaso mental sobre qué vamos a comer. Esta etapa de construcción se convierte en una especie de actitud predatoria, en donde el individuo busca un modo de salirse con la suya. Con las elecciones que no se planean con tiempo es lo mismo pero se debe tener un plan general, para que la sorpresa no resulte tan sorprendente y las reacciones tengan un mejor tino, como cuando sabemos de antemano cómo comportarnos en una entrevista de trabajo y hacer o decir cosas que vayan en contra de nosotros mismos. Ya sé que me dirás que todos son libres de hacer lo que quieran con su tiempo, su dinero y su esfuerzo, pero no estoy hablando de libres albedríos. Esto tiene que ver con las capacidades humanas de relacionarse con el universo, y eso va más allá de su situación social. Si utilizaríamos nuestra energía con el mismo ahínco predatorio pero para cosas útiles y no para tonterías, tendríamos tiempo de sobra para implicarnos con compromiso en todo lo que hacemos y pensamos. El quid del asunto no es establecer categorías de qué vale y no vale la pena, eso lo puede hacer cualquier idiota. Es implicar en cualquier cosa que hagamos el mayor esfuerzo y compromiso posibles. Automáticamente eso le dará una dimensión a lo que hacemos, pues el simple hecho de dosificar con tino nuestras prioridades nos resulta en cosas que bien vale la pena hacer y descartar lo que no. La gente toma decisiones sin valorar su tiempo de vida. Y créeme, nadie escapa a la muerte, nadie.
—¿Entonces qué cosas descartamos y en qué cosas nos implicamos?
— (Risas). Sabía que me preguntarías eso. No te voy a decir qué hagas y qué no hagas porque lo utilizarías inmediatamente para hacerte el agredido o el ofendido. Pero ahí tienes un buen ejemplo, no te pongas en primer plano para todo. El roce social consume mucha energía porque implicamos mucho esfuerzo en hacernos los hipersensibles. No esperes una receta. Identifica tus debilidades y atácalas directamente. Los súper héroes nunca serán invencibles si tienen las debilidades mundanas que corresponden a cualquier ser humano.